22/01/2018, 10:46
Las tres aves continuaron su viaje hacia el oeste. Atravesaban a toda velocidad campos de cultivo, lagos enormes y campos de hierba alta alternándose con parches de masa forestal. Y allá arriba, aunque aún se mantenía firmemente agarrada a su propio pájaro de caramelo por miedo a soltarse apenas un momento y caer al vacío, Ayame estaba disfrutando de una sensación que jamás habría podido siquiera imaginar. Ni siquiera era nada comparable a cuando cabalgaron a lomos de aquellos enormes perros hace algún tiempo. El viento y la lluvia peinaba sus cabellos y podía sentir el movimiento de las alas del inanimado animal debajo de sus piernas. Con cada aleteo, un agradable hormigueo invadía su abdomen. Si cerraba los ojos un instante, podía incluso imaginar que era ella quien surcaba el cielo...
Nunca antes podría haber imaginado que volar le hiciera sentir tan bien. Nunca antes se había sentido tan... libre.
Un repentino bostezo junto a ella la sacó de sus ensoñaciones.
—Hace un tiempo que no voy a Coladragón —dijo Daruu, con los ojos enrojecidos por el adormecimiento—. Es un sitio bonito. Al borde del mar. Echo de menos el sonido de las olas rompiendo contra las rocas. Espero que la misión nos deje disfrutar un poco de esas cosas.
«El mar...» Pensó Ayame, maravillada con la idea. Hacía bastante tiempo que no escuchaba ni veía el mar, y no se podía decir que la última vez que lo hizo fuera, precisamente, en un viaje de placer.
—Yo no he estado nunca en Coladragón —admitió, después de algunos segundos. Por ella, mientras no fuera como Shinogi-To, todo estaría bien.
—Seguramente podremos parar un poco, al menos para comer —intervino Kōri, desde el frente. Había alzado la voz para hacerse oír a través del vieno y la distancia, pero incluso así seguía sonando increíblemente inexpresivo—. Coladragón es famoso por su pescado rebozado con patatas.
Nunca antes podría haber imaginado que volar le hiciera sentir tan bien. Nunca antes se había sentido tan... libre.
Un repentino bostezo junto a ella la sacó de sus ensoñaciones.
—Hace un tiempo que no voy a Coladragón —dijo Daruu, con los ojos enrojecidos por el adormecimiento—. Es un sitio bonito. Al borde del mar. Echo de menos el sonido de las olas rompiendo contra las rocas. Espero que la misión nos deje disfrutar un poco de esas cosas.
«El mar...» Pensó Ayame, maravillada con la idea. Hacía bastante tiempo que no escuchaba ni veía el mar, y no se podía decir que la última vez que lo hizo fuera, precisamente, en un viaje de placer.
—Yo no he estado nunca en Coladragón —admitió, después de algunos segundos. Por ella, mientras no fuera como Shinogi-To, todo estaría bien.
—Seguramente podremos parar un poco, al menos para comer —intervino Kōri, desde el frente. Había alzado la voz para hacerse oír a través del vieno y la distancia, pero incluso así seguía sonando increíblemente inexpresivo—. Coladragón es famoso por su pescado rebozado con patatas.