22/01/2018, 17:28
La montaña de hierro, hueso y carne abotargada que era Yogo-sama se removió con visible inquietud cuando Datsue lanzó un shuriken hacia él. El habilidoso Uchiha utilizó su chakra para redirigir la trayectoria del proyectil y enrollar parcialmente un tramo de hilo ninja alrededor del abultado y repugnante cuerpo de aquel ser. Eri, por su parte, invocó un lobo hecho de pura energía Rayo y lo lanzó también contra aquel terrible enemigo.
—¡Katon Dan! ¡Homura!
La voz de Akame se unió a las de sus compañeros después de que sus manos formasen un sello. Expulsó un proyectil ígneo que recorrió a toda velocidad la distancia que le separaba de Yogo-sama.
Los tres jutsus impactaron con tremenda violencia contra aquel amasijo de cables, tubos y trozos de carne remendados, resultando en una explosión que envolvió en llamas a Yogo-sama. «¿Ya está? ¿Lo hemos conseguido?» Akame era incapaz de comprobar el resultado de su ataque combinado mientras el humo y las llamas siguieran bloqueando el campo de visión alrededor del trono de hierro de aquel monstruoso ente.
Sin embargo, cuando pasó la tormenta, los tres genin podrían comprobar la horrible verdad. Yogo-sama no tenía ni un sólo rasguño; disipado el humo, aquella mole de carne, pústulas, costuras y cables de acero seguiría allí sentada. Tan imperturbable como siempre.
—¡Impertinentes ignorantes! —les insultó Yogo-sama, con su asquerosa voz—. ¡He sobrevivido a todos mis enemigos, capeado los más terribles temporales y me he mantenido incólume en las arenas del tiempo durante incontables eras! ¿Acaso pensáis que vuestro débil propósito será suficiente para cambiar lo que debe suceder?
»NO.
El grueso tubo que iba desde la parte trasera de aquel trono-máquina hasta la pared de detrás bombeaba con fuerza.
Los Uchiha pudieron ver cómo aquel chakra oscuro y malvado se arremolinaba alrededor de Yogo-sama con una potencia inusitada, como si se tratase de una auténtica tormenta de energía. En un momento dado, la potencia de aquel aura fue tal que incluso Eri pudo verla; purpúrea, viscosa e iracunda.
—Ahora seréis torturados por toda la eternidad.
Las palabras de aquel monstruoso ser retumbaron en el sótano. Un momento después, tres lenguas índigas se apartaron de aquel remolino de chakra y, como voraces serpientes, buscaron aplastar sin piedad a los tres muchachos.
—¡Katon Dan! ¡Homura!
La voz de Akame se unió a las de sus compañeros después de que sus manos formasen un sello. Expulsó un proyectil ígneo que recorrió a toda velocidad la distancia que le separaba de Yogo-sama.
Los tres jutsus impactaron con tremenda violencia contra aquel amasijo de cables, tubos y trozos de carne remendados, resultando en una explosión que envolvió en llamas a Yogo-sama. «¿Ya está? ¿Lo hemos conseguido?» Akame era incapaz de comprobar el resultado de su ataque combinado mientras el humo y las llamas siguieran bloqueando el campo de visión alrededor del trono de hierro de aquel monstruoso ente.
Sin embargo, cuando pasó la tormenta, los tres genin podrían comprobar la horrible verdad. Yogo-sama no tenía ni un sólo rasguño; disipado el humo, aquella mole de carne, pústulas, costuras y cables de acero seguiría allí sentada. Tan imperturbable como siempre.
—¡Impertinentes ignorantes! —les insultó Yogo-sama, con su asquerosa voz—. ¡He sobrevivido a todos mis enemigos, capeado los más terribles temporales y me he mantenido incólume en las arenas del tiempo durante incontables eras! ¿Acaso pensáis que vuestro débil propósito será suficiente para cambiar lo que debe suceder?
»NO.
El grueso tubo que iba desde la parte trasera de aquel trono-máquina hasta la pared de detrás bombeaba con fuerza.
Los Uchiha pudieron ver cómo aquel chakra oscuro y malvado se arremolinaba alrededor de Yogo-sama con una potencia inusitada, como si se tratase de una auténtica tormenta de energía. En un momento dado, la potencia de aquel aura fue tal que incluso Eri pudo verla; purpúrea, viscosa e iracunda.
—Ahora seréis torturados por toda la eternidad.
Las palabras de aquel monstruoso ser retumbaron en el sótano. Un momento después, tres lenguas índigas se apartaron de aquel remolino de chakra y, como voraces serpientes, buscaron aplastar sin piedad a los tres muchachos.