22/01/2018, 19:56
El Ryūka no Jutsu, la técnica ígnea más letal y mortífera del clan Uchiha, dio de lleno en el monstruo. Datsue jamás había visto a nadie resistir semejante técnica, y, por si fuera poco, vino acompañada de los regalitos de Eri y Akame, quienes lejos de quedarse relegados apoyaron a Datsue en su ofensiva.
«¡Lo conseguimos!»
El humo, las chispas y el fuego lo envolvieron todo en una agónica tormenta, y cuando ésta amainó…
Yuma seguía en su sitio. Como si solo fuese una ilusión, un fantasma intocable e intangible, indiferente a los peligros y amenazas que provenían del mundo físico. A su espalda, aquel maldito tubo seguía extrayendo su chakra…
«… o inyectando chakra en él».
Fuese lo que fuese, no tenía mucho tiempo para pensar. La energía se acumulaba en el anciano con la misma furia y concentración que un bijū enfurecido, y Datsue no necesitó oír la amenaza del viejo maestro para saber que, efectivamente, les iban a atacar.
«Vamos a morir, vamos a morir, vamos a morir…»
Del aura del anciano nacieron tres lenguas, que como un látigo trataron de aplastar los cuerpos de los tres jóvenes Genin. Datsue realizó un rápido salto lateral para evadirlo, mientras pensaba…
«¡Vamos a morir, vamos a morir, vamos a morir!»
… o mientras trataba de pensar, más bien, cómo salir de aquella con vida. ¿Qué le habían enseñado desde el primer momento en que había pisado la Academia? Que todo jutsu o persona tiene al menos una debilidad. ¿Y acaso Datsue no era bueno descubriéndolas? ¿Acaso no estaba en su naturaleza? ¿Quién había hecho perder los nervios al ninja más profesional y frío de la faz de Oonindo?
«Yo…». Visto ahora, en comparación, parecía algo insignificante, pero era lo único a lo que podía aferrarse.
El maestro Yogo parecía haber transcendido la mortalidad, a pesar de que todo su cuerpo indicaba lo contrario: deforme, gastado, remendado… Todo en él parecía enfermo y decrépito, e incluso parecía necesitar asistencia de aquellos tubos que entraban y salían de su piel cual enfermo terminal. Los tubos…
El tubo.
Lo vio tan claro que, de no ser porque su mente trabajaba a mil por hora en cosas más importantes, se hubiese avergonzado de no verlo antes.
—¿Recordáis cómo nos libramos de ver el documental sobre la flora y fauna del País del Bosque? —Probablemente, Eri lo recordaría. El día anterior a aquel se habían pegado cinco horas frente al televisor, con un documental que describía con pelos y señales cada aspecto de la fauna del País de la Tormenta. Y su climatología. Y los animales salvajes de cada región. Un auténtico coñazo, vaya, tan insufrible como soporífero. Por eso, sabiendo que al día siguiente tocaría el Bosque, Datsue había cortado el cable de alimentación de la tele. Terminaron trayendo otro, claro, pero al menos aquella vez se libraron y el Uchiha se sintió el héroe del día—. ¡Pues esta vez le toca a otro! —preguntó, esperando que Eri hubiese captado la metáfora. Sabía que Akame no tendría ni idea de lo que estaba hablando, pero no quería que Yogo centrase su atención en Eri.
Podría haberle dicho directamente que necesitaba que cortase aquel tubo, pero revelar tus planes al enemigo no solía ser una buena idea. Por otra parte, hubiese podido intentar hacerlo por sí mismo, pero sus técnicas estaban basadas más en el fuego y en explosiones. No quería que los cimientos de la casa se les echasen encima, y, además, Eri era más rápida y tenía un seguro de vida sellado en ella. Por no hablar de que la especialidad de Datsue era la de cubrir las espaldas y no ir de héroe.
Sí, definitivamente aquello era lo mejor.
—¡Yogo! —rugió, mientras trazaba un semicírculo hacia su derecha. Quería atraer su atención. Despistarle—. ¡Te equivocaste en algo! ¡El tiempo es un círculo plano, sí, pero es un círculo que puede romperse! ¿Sabes con qué?
«Vamos, cabrones… No me dejéis con el culo al aire»
—¡Con los ojos de un Uchiha! —A aquellas alturas, Datsue no sabía ni lo que estaba soltando por la boca—. ¡Y adivina qué! Te has ido a enfrentar a nada más y nada menos que a dos!
«¡Ahora, cabrones! ¡AHORA!»
«¡Lo conseguimos!»
El humo, las chispas y el fuego lo envolvieron todo en una agónica tormenta, y cuando ésta amainó…
Yuma seguía en su sitio. Como si solo fuese una ilusión, un fantasma intocable e intangible, indiferente a los peligros y amenazas que provenían del mundo físico. A su espalda, aquel maldito tubo seguía extrayendo su chakra…
«… o inyectando chakra en él».
Fuese lo que fuese, no tenía mucho tiempo para pensar. La energía se acumulaba en el anciano con la misma furia y concentración que un bijū enfurecido, y Datsue no necesitó oír la amenaza del viejo maestro para saber que, efectivamente, les iban a atacar.
«Vamos a morir, vamos a morir, vamos a morir…»
Del aura del anciano nacieron tres lenguas, que como un látigo trataron de aplastar los cuerpos de los tres jóvenes Genin. Datsue realizó un rápido salto lateral para evadirlo, mientras pensaba…
«¡Vamos a morir, vamos a morir, vamos a morir!»
… o mientras trataba de pensar, más bien, cómo salir de aquella con vida. ¿Qué le habían enseñado desde el primer momento en que había pisado la Academia? Que todo jutsu o persona tiene al menos una debilidad. ¿Y acaso Datsue no era bueno descubriéndolas? ¿Acaso no estaba en su naturaleza? ¿Quién había hecho perder los nervios al ninja más profesional y frío de la faz de Oonindo?
«Yo…». Visto ahora, en comparación, parecía algo insignificante, pero era lo único a lo que podía aferrarse.
El maestro Yogo parecía haber transcendido la mortalidad, a pesar de que todo su cuerpo indicaba lo contrario: deforme, gastado, remendado… Todo en él parecía enfermo y decrépito, e incluso parecía necesitar asistencia de aquellos tubos que entraban y salían de su piel cual enfermo terminal. Los tubos…
El tubo.
Lo vio tan claro que, de no ser porque su mente trabajaba a mil por hora en cosas más importantes, se hubiese avergonzado de no verlo antes.
—¿Recordáis cómo nos libramos de ver el documental sobre la flora y fauna del País del Bosque? —Probablemente, Eri lo recordaría. El día anterior a aquel se habían pegado cinco horas frente al televisor, con un documental que describía con pelos y señales cada aspecto de la fauna del País de la Tormenta. Y su climatología. Y los animales salvajes de cada región. Un auténtico coñazo, vaya, tan insufrible como soporífero. Por eso, sabiendo que al día siguiente tocaría el Bosque, Datsue había cortado el cable de alimentación de la tele. Terminaron trayendo otro, claro, pero al menos aquella vez se libraron y el Uchiha se sintió el héroe del día—. ¡Pues esta vez le toca a otro! —preguntó, esperando que Eri hubiese captado la metáfora. Sabía que Akame no tendría ni idea de lo que estaba hablando, pero no quería que Yogo centrase su atención en Eri.
Podría haberle dicho directamente que necesitaba que cortase aquel tubo, pero revelar tus planes al enemigo no solía ser una buena idea. Por otra parte, hubiese podido intentar hacerlo por sí mismo, pero sus técnicas estaban basadas más en el fuego y en explosiones. No quería que los cimientos de la casa se les echasen encima, y, además, Eri era más rápida y tenía un seguro de vida sellado en ella. Por no hablar de que la especialidad de Datsue era la de cubrir las espaldas y no ir de héroe.
Sí, definitivamente aquello era lo mejor.
—¡Yogo! —rugió, mientras trazaba un semicírculo hacia su derecha. Quería atraer su atención. Despistarle—. ¡Te equivocaste en algo! ¡El tiempo es un círculo plano, sí, pero es un círculo que puede romperse! ¿Sabes con qué?
«Vamos, cabrones… No me dejéis con el culo al aire»
—¡Con los ojos de un Uchiha! —A aquellas alturas, Datsue no sabía ni lo que estaba soltando por la boca—. ¡Y adivina qué! Te has ido a enfrentar a nada más y nada menos que a dos!
«¡Ahora, cabrones! ¡AHORA!»
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado