24/01/2018, 18:21
«Mierda, joder».
Había llegado tarde. El nauseabundo olor que despedía el cadáver que estaba tumbado sobre la cama así lo evidenciaba. «Unos dos días tarde, quizás», se dijo el Uchiha. Por la disposición de la escena parecía evidente que al tipo le habían asesinado mientras dormía o, en su defecto, estando desprevenido. «¿No era este uno de los guardias de confianza de Shinzo? ¿Quién asesinaría así a un hombre que trabaja para alguien tan influyente?» Mientras sus ojos recorrían la sala, Akame pensaba en todas las posibilidades que se le iban ocurriendo.
«¿Tal vez alguien ya sabía que veníamos a por él? No, imposible, ¿con dos días de antelación?» El uzujin recordó entonces lo que había dicho Shinjaka sobre Kojuro Shinzo, su objetivo. Un hombre influyente, bien informado y conectado, con casi toda la ciudad en el bolsillo. También cayó en la cuenta de quién les había proporcionado el rastro de Yataru Katori... «Ella. ¿Y si ella está trabajando para Shinzo? Es una mercenaria, se vende al mejor postor. ¿Qué se lo impediría?» Negó ligeramente con la cabeza, para sí. «Tiene la Marca del Hierro. La mujer debe cumplir. ¿Entonces...?»
De repente un fino destello interrumpió sus cavilaciones. La mirada del Uchiha siguió aquella fina línea de metal a través de la puerta, el marco y las paredes de la habitación. «Por los cuernos de Susano'o...»
Estaba rodeado de sellos explosivos. Quien quiera que había asesinado a aquel tipo, no quería que se supiera.
El Kage Bunshin mantuvo la calma y se quedó completamente quieto, sin atreverse a avanzar ni retroceder, ni mover la puerta. Con su mano libre hizo un breve sello y detrás de él, en el pasillo, apareció otro Kage Bunshin. Éste observó la escena, y luego su creador le indicó con una breve seña de su mano libre que siguiera explorando el pasillo.
Así lo hizo. La tercera copia retomó la travesía por la cabaña, esta vez siendo incluso más cuidadoso —nada aseguraba que no hubiese otra trampa mortal esperando en la siguiente esquina—. Continuaría con el recorrido que el primer Kage Bunshin había iniciado, dirigiéndose hacia el resto de habitaciones y el salón para registrarlos en busca de algo importante.
Afuera, en la calle, el Akame original sacó una pequeña píldora de su bolsillo y se la introdujo en la boca, masticando concienzudamente. No sabía por qué, pero acababa de notar claramente cómo sus reservas de chakra disminuían por segunda vez desde que enviase a su copia a investigar.
Había llegado tarde. El nauseabundo olor que despedía el cadáver que estaba tumbado sobre la cama así lo evidenciaba. «Unos dos días tarde, quizás», se dijo el Uchiha. Por la disposición de la escena parecía evidente que al tipo le habían asesinado mientras dormía o, en su defecto, estando desprevenido. «¿No era este uno de los guardias de confianza de Shinzo? ¿Quién asesinaría así a un hombre que trabaja para alguien tan influyente?» Mientras sus ojos recorrían la sala, Akame pensaba en todas las posibilidades que se le iban ocurriendo.
«¿Tal vez alguien ya sabía que veníamos a por él? No, imposible, ¿con dos días de antelación?» El uzujin recordó entonces lo que había dicho Shinjaka sobre Kojuro Shinzo, su objetivo. Un hombre influyente, bien informado y conectado, con casi toda la ciudad en el bolsillo. También cayó en la cuenta de quién les había proporcionado el rastro de Yataru Katori... «Ella. ¿Y si ella está trabajando para Shinzo? Es una mercenaria, se vende al mejor postor. ¿Qué se lo impediría?» Negó ligeramente con la cabeza, para sí. «Tiene la Marca del Hierro. La mujer debe cumplir. ¿Entonces...?»
De repente un fino destello interrumpió sus cavilaciones. La mirada del Uchiha siguió aquella fina línea de metal a través de la puerta, el marco y las paredes de la habitación. «Por los cuernos de Susano'o...»
Estaba rodeado de sellos explosivos. Quien quiera que había asesinado a aquel tipo, no quería que se supiera.
El Kage Bunshin mantuvo la calma y se quedó completamente quieto, sin atreverse a avanzar ni retroceder, ni mover la puerta. Con su mano libre hizo un breve sello y detrás de él, en el pasillo, apareció otro Kage Bunshin. Éste observó la escena, y luego su creador le indicó con una breve seña de su mano libre que siguiera explorando el pasillo.
Así lo hizo. La tercera copia retomó la travesía por la cabaña, esta vez siendo incluso más cuidadoso —nada aseguraba que no hubiese otra trampa mortal esperando en la siguiente esquina—. Continuaría con el recorrido que el primer Kage Bunshin había iniciado, dirigiéndose hacia el resto de habitaciones y el salón para registrarlos en busca de algo importante.
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Afuera, en la calle, el Akame original sacó una pequeña píldora de su bolsillo y se la introdujo en la boca, masticando concienzudamente. No sabía por qué, pero acababa de notar claramente cómo sus reservas de chakra disminuían por segunda vez desde que enviase a su copia a investigar.