25/01/2018, 03:28
El póquer era un juego de margen y maniobra. Quien lo jugase podía hacerlo bien como le saliera de los santos cojones, siempre condicionado a un sólo resultado: ganar la mano.
Y ahí, en aquel enfrentamiento se pudo ver la dicotomía existente entre las estrategias de dos jugadores tan distintos y símiles a la vez. Etsu, por su parte, empezó fuerte, dando el primer toque de atención e intentando imponer su autoridad por sobre el extranjero. Datsue, sin embargo, bien podría haber dado un toque más fuerte con el fin de no dejarse opacar, aunque contra todo pronóstico, decidió actuar con un perfil mucho más bajo del que cualquiera —incluido él mismo—; habría pensado.
Ante la oportunidad de sentar precedente y subir la apuesta, prefirió pasar. Y la batuta cayó en Etsu.
El Alcalde miró sus cartas, luego a Sakyu, y finalmente a sus fichas. Datsue lo vio. O mejor dicho, su sharingan. Pudo contar junto al contrincante la cantidad de fichas que iba enmarcando con la mirada, que al final se convirtieron en nada. Nada, porque Etsu también pasó.
El dealer movió la baraja y retiró una nueva carta. Y la abrió por sobre la mesa. Toeru dejó escapar un ¡ohhh!
![[Imagen: 22.png]](https://www.random.org/playing-cards/22.png)
![[Imagen: 1.png]](https://www.random.org/playing-cards/1.png)
![[Imagen: 28.png]](https://www.random.org/playing-cards/28.png)
—Mil, subo mil.
—Hoy está mucho más arrojado, mi señor. ¿Está usted bien?
Nadie podría negar que Akame era todo un profesional. Otro, u otros; habrían dudado de qué hacer y de cómo actuar ante semejante descubrimiento tan peligroso. Pero un shinobi debía saber reaccionar a pesar de sus propias cavilaciones, a pesar de los semblantes de duda. Y así lo hizo él, el clon. Un simple movimiento, un simple sello unimanual y ¡puff! otro Akame apareció tras suyo. Un clon le ordenó al otro que continuara la labor que él había perdido al haber abierto esa puerta, e intentó mantener la compostura para no desencadenar el infierno abrasador que haría desaparecer aquel complejo, con toda seguridad.
Así pues, el recién invocado avanzó con más cuidado que antes. Terminó de zanjar aquel pasillo y entró de lleno a la pequeña y lúgubre sala de estar, compuesta por un sector con un mueble viejo y un televisor descompuesto sobre la alacena, y al otro extremo, la cocina. Peinó la zona y no recabó nada que le fuera de utilidad.
Sólo que la llave que abría aquella puerta yacía encajada en el picaporte, desde adentro.
Shinjaka vio a Akame comerse aquella píldora, y tuvo que recriminarle, nuevamente.
—Akame-san, no me lo tomes a mal. ¿Pero, no crees que deberíamos entrar? ¿cómo sabes que tu clon está bien?
Y ahí, en aquel enfrentamiento se pudo ver la dicotomía existente entre las estrategias de dos jugadores tan distintos y símiles a la vez. Etsu, por su parte, empezó fuerte, dando el primer toque de atención e intentando imponer su autoridad por sobre el extranjero. Datsue, sin embargo, bien podría haber dado un toque más fuerte con el fin de no dejarse opacar, aunque contra todo pronóstico, decidió actuar con un perfil mucho más bajo del que cualquiera —incluido él mismo—; habría pensado.
Ante la oportunidad de sentar precedente y subir la apuesta, prefirió pasar. Y la batuta cayó en Etsu.
El Alcalde miró sus cartas, luego a Sakyu, y finalmente a sus fichas. Datsue lo vio. O mejor dicho, su sharingan. Pudo contar junto al contrincante la cantidad de fichas que iba enmarcando con la mirada, que al final se convirtieron en nada. Nada, porque Etsu también pasó.
El dealer movió la baraja y retiró una nueva carta. Y la abrió por sobre la mesa. Toeru dejó escapar un ¡ohhh!
![[Imagen: 22.png]](https://www.random.org/playing-cards/22.png)
![[Imagen: 1.png]](https://www.random.org/playing-cards/1.png)
![[Imagen: 28.png]](https://www.random.org/playing-cards/28.png)
![[Imagen: 16.png]](https://www.random.org/playing-cards/16.png)
—Mil, subo mil.
—Hoy está mucho más arrojado, mi señor. ¿Está usted bien?
. . .
Nadie podría negar que Akame era todo un profesional. Otro, u otros; habrían dudado de qué hacer y de cómo actuar ante semejante descubrimiento tan peligroso. Pero un shinobi debía saber reaccionar a pesar de sus propias cavilaciones, a pesar de los semblantes de duda. Y así lo hizo él, el clon. Un simple movimiento, un simple sello unimanual y ¡puff! otro Akame apareció tras suyo. Un clon le ordenó al otro que continuara la labor que él había perdido al haber abierto esa puerta, e intentó mantener la compostura para no desencadenar el infierno abrasador que haría desaparecer aquel complejo, con toda seguridad.
Así pues, el recién invocado avanzó con más cuidado que antes. Terminó de zanjar aquel pasillo y entró de lleno a la pequeña y lúgubre sala de estar, compuesta por un sector con un mueble viejo y un televisor descompuesto sobre la alacena, y al otro extremo, la cocina. Peinó la zona y no recabó nada que le fuera de utilidad.
Sólo que la llave que abría aquella puerta yacía encajada en el picaporte, desde adentro.
. . .
Shinjaka vio a Akame comerse aquella píldora, y tuvo que recriminarle, nuevamente.
—Akame-san, no me lo tomes a mal. ¿Pero, no crees que deberíamos entrar? ¿cómo sabes que tu clon está bien?