27/01/2018, 23:02
(Última modificación: 27/01/2018, 23:03 por Inuzuka Nabi.)
Manase Mogura era un lobo solitario. Se levantó él solo, sin esperar a nadie, porque Manase Mogura no espera a nadie, aunque no tenga chakra y no pueda usar Ninjutsu médico, a él eso le da igual, porque es un verdadero macho alfa.
Habaki Karamaru también era un lobo solitario, además de ser el único que no era médico, tampoco había esperado a nadie antes de ir a la sala de los heridos, y al llegar se daría cuenta de que no tenía ni idea de qué hacer. Cuando sopesara sus acciones, Manase Mogura, el lobo solitario, le rebasaría para irse al final de la habitación, donde estaban los más graves.
Por suerte para todos, sobretodo para la sensatez, Ryu ya estaba allí. Sentado junto a un hombre más pálido de lo normal hasta para un shinobi de Amegakure, seguramente por la perdida de sangre, ya que se podía ver una herida profunda en la pierna.
— Madre mía, deberían haberte curado esto antes de ponerse conmigo. ¿Cuanta sangre has perdido? ¿Cuanto hace que no puedes mover la pierna?
— Pero lo mio no tiene cura ya. Solo es una pierna. En cambio, mírate. Tendrías que haberte visto la cara cuando estabas en cama.
Ryu se mordió el labio por pura impotencia. En cuanto Mogura lo examinase de cerca se daría cuenta de que el corte había tocado hueso y no era limpio, sino que faltaba bastante piel por los alrededores del corte. La herida irradiaba brutalidad. A un lado podría ver las vendas, totalmente rojas, con las que llevaba vendado por lo menos un par de días.
El hombre tenía una buena constitución a pesar de tener unos diez o quince años más que todos los presentes allí y por lo menos, veinte o treinta más que Mogura y compañía. De ojos oscuros y pelo negro azabache, sin una sola cana aunque las arrugas en su rostro le delataban la edad. Lucía una prominente barba negra también.
Los ojos de Ryu se iluminaron al ver a Mogura, quien, sin pensarlo, se había ido a la sección de enfermos donde más problemático le resultaría no tener nada de nada de chakra.
— ¡Mogura-san! Le estaba cambiando las vendas a Shokichi-san y ha empezado a sangrar, creo que no se las habían cambiado desde que llegaron.
Del herido solo veía la pierna y el rostro, el resto estaba tapado por una de esas mantas cutres y viejas que se usaban allí, pero no necesitaba verlo para saber que ese shinobi debía tener un cuerpo de acero y un metabolismo de mil demonios. Sangrar era un eufemismo para lo que estaba haciendo esa herida, estaba desbordando con sangre. ¿Cómo había sobrevivido hasta ahora? ¿Qué haría Mogura?
Habaki Karamaru también era un lobo solitario, además de ser el único que no era médico, tampoco había esperado a nadie antes de ir a la sala de los heridos, y al llegar se daría cuenta de que no tenía ni idea de qué hacer. Cuando sopesara sus acciones, Manase Mogura, el lobo solitario, le rebasaría para irse al final de la habitación, donde estaban los más graves.
Por suerte para todos, sobretodo para la sensatez, Ryu ya estaba allí. Sentado junto a un hombre más pálido de lo normal hasta para un shinobi de Amegakure, seguramente por la perdida de sangre, ya que se podía ver una herida profunda en la pierna.
— Madre mía, deberían haberte curado esto antes de ponerse conmigo. ¿Cuanta sangre has perdido? ¿Cuanto hace que no puedes mover la pierna?
— Pero lo mio no tiene cura ya. Solo es una pierna. En cambio, mírate. Tendrías que haberte visto la cara cuando estabas en cama.
Ryu se mordió el labio por pura impotencia. En cuanto Mogura lo examinase de cerca se daría cuenta de que el corte había tocado hueso y no era limpio, sino que faltaba bastante piel por los alrededores del corte. La herida irradiaba brutalidad. A un lado podría ver las vendas, totalmente rojas, con las que llevaba vendado por lo menos un par de días.
El hombre tenía una buena constitución a pesar de tener unos diez o quince años más que todos los presentes allí y por lo menos, veinte o treinta más que Mogura y compañía. De ojos oscuros y pelo negro azabache, sin una sola cana aunque las arrugas en su rostro le delataban la edad. Lucía una prominente barba negra también.
Los ojos de Ryu se iluminaron al ver a Mogura, quien, sin pensarlo, se había ido a la sección de enfermos donde más problemático le resultaría no tener nada de nada de chakra.
— ¡Mogura-san! Le estaba cambiando las vendas a Shokichi-san y ha empezado a sangrar, creo que no se las habían cambiado desde que llegaron.
Del herido solo veía la pierna y el rostro, el resto estaba tapado por una de esas mantas cutres y viejas que se usaban allí, pero no necesitaba verlo para saber que ese shinobi debía tener un cuerpo de acero y un metabolismo de mil demonios. Sangrar era un eufemismo para lo que estaba haciendo esa herida, estaba desbordando con sangre. ¿Cómo había sobrevivido hasta ahora? ¿Qué haría Mogura?