29/01/2018, 04:33
El clon de Akame logró desenmarañar el primer anclaje, cortando el primer tramo de hilo en la esquina más próxima a la puerta, por encima de la manija que su otro bunshin sostenía temblorosamente, con el gesto cansado por tratar de mantenerse firme e inmóvil durante severos minutos. Éste al caer hizo que el entramado de cables se moviera peligrosamente en sintonía, pero por suerte, ningún sello bomba se activó. Iba por buen camino.
Entonces lo vio. Medio metro más arriba, uno de los hilos cruzaba en forma de "X" alargándose hasta los linderos del cadáver. Terminaba en otro sello bomba.
Akame probaría suerte, cortando ahí, justo por donde se superponía el siguiente tramo.
No. Akame no tomaba riesgos. Todas sus acciones eran perfectamente premeditadas. Su sharingan le permitía ver claramente en dónde tenía que hacer qué cosa. Y sus manos hacían el resto. Y es que fue tanta su pericia y su perspicacia para con un asunto de vida o muerte, que en ese último movimiento elaborado había logrado desactivar los dos últimos tramos de un sólo tirón. De un sólo corte. Akame vio con sus ojos teñidos en sangre como los hilos fueron cayendo consecuentemente sin activarse mutuamente, hasta que los sellos quedaron sin cable que pudiera rajar el papel y activar la explosión en cadena.
La habitación quedó libre de peligro.
Frente a él quedó plena disposición para buscar lo que tuviese que buscar. Si es que tenía tiempo. Porque fuera, Shinjaka fue el primero en percatarse de los murmullos que poco después se convirtieron en susurros más fuertes. Luego, pasos. Pasos ajetreados que tomaron protagonismo a medio de la calle, y que se dirigían indudablemente hasta la casa en la que los clones de Akame hacían su trabajo.
A la distancia, no parecían ser nadie conocido. Vestían de negro —con un uniforme militar oscuro, similar al que yacía colgado en el perchero—, y peinaban la zona. Al parecer, iban a terminar el trabajo que alguien más experimentado que ellos había comenzado. Enterrar los cabos sueltos, según quién lo defina.
Datsue igualó, y todos lo hicieron ésta vez también. Los cuatro estaban dentro de la partida.
—Flop en marcha, y... aquí viene.
![[Imagen: 25.png]](https://www.random.org/playing-cards/25.png)
![[Imagen: 29.png]](https://www.random.org/playing-cards/29.png)
Toeru se cansó de estar en silencio, y buscó conversación. Previo al desenlace de la mano austera entre el noble, y el Alcalde, la emoción se había perdido con las cartas boca abajo de éstos dos.
—Y bien, Etsu-san, ¿ya pensó acerca de la proposición que le hice más temprano?
El gesto del Alcalde se torció en desagrado, primer deje que Datsue lograba captar con su sharingan.
—Oh, proposiciones. ¿Indecorosas? ¿De qué tratas de convencer al Alcalde-dono ésta vez, Toeru-san?
—Nada que no le convenga. A él, o a ésta ciudad. Después de todo, no todos los días se reciben ofertas conjuntas de dos grandes inversiones que no sólo harían de Tanzaku la Capital más avanzada de Oonindo, sino que doblarán y triplicarán sus ingresos en niveles insospechados. Es sólo cuestión de abrir un poco la mente.
—Ya se lo dije, Toeru. Lo que propone es, cuanto menos, una locura. ¿O se piensa usted que Tanzaku Gai es una de vuestras mujeres, dispuesta a abrir las piernas por un par de monedas? —Etsu volteó a ver al noble Sakyu, quien tenía la voz cantante—. deberá esforzarse más u ofrecer mejores condiciones si piensa que aceptaré dinero de un proxeneta, con el perdón y respeto que le confiere haber llegado hasta estas esferas a través de menesteres como éste; y de su socio. Que, por cierto, le debe más a nuestra ciudad por la protección que le hemos dado de lo que trata de ofrecer.
Si no lo preguntaba Sakyu, Shin tendría que hacerlo sí o sí.
—Con qué ligereza hablan de Shinzo frente a... —se tapó la boca, y sonrió, inocente—. oh, lo siento. No he dicho nada.
—Algún día te cortarán esa lengua como le haces tú a tus vacas, Shin. Algún día.
Entonces lo vio. Medio metro más arriba, uno de los hilos cruzaba en forma de "X" alargándose hasta los linderos del cadáver. Terminaba en otro sello bomba.
Akame probaría suerte, cortando ahí, justo por donde se superponía el siguiente tramo.
5 - 7 - 5 - 10 - 3 - 2 - 1 - 3 - 8 - 2
Dado extra por +10 (8)
Dado extra por +10 (8)
No. Akame no tomaba riesgos. Todas sus acciones eran perfectamente premeditadas. Su sharingan le permitía ver claramente en dónde tenía que hacer qué cosa. Y sus manos hacían el resto. Y es que fue tanta su pericia y su perspicacia para con un asunto de vida o muerte, que en ese último movimiento elaborado había logrado desactivar los dos últimos tramos de un sólo tirón. De un sólo corte. Akame vio con sus ojos teñidos en sangre como los hilos fueron cayendo consecuentemente sin activarse mutuamente, hasta que los sellos quedaron sin cable que pudiera rajar el papel y activar la explosión en cadena.
La habitación quedó libre de peligro.
Frente a él quedó plena disposición para buscar lo que tuviese que buscar. Si es que tenía tiempo. Porque fuera, Shinjaka fue el primero en percatarse de los murmullos que poco después se convirtieron en susurros más fuertes. Luego, pasos. Pasos ajetreados que tomaron protagonismo a medio de la calle, y que se dirigían indudablemente hasta la casa en la que los clones de Akame hacían su trabajo.
A la distancia, no parecían ser nadie conocido. Vestían de negro —con un uniforme militar oscuro, similar al que yacía colgado en el perchero—, y peinaban la zona. Al parecer, iban a terminar el trabajo que alguien más experimentado que ellos había comenzado. Enterrar los cabos sueltos, según quién lo defina.
. . .
Datsue igualó, y todos lo hicieron ésta vez también. Los cuatro estaban dentro de la partida.
—Flop en marcha, y... aquí viene.
![[Imagen: 25.png]](https://www.random.org/playing-cards/25.png)
![[Imagen: 29.png]](https://www.random.org/playing-cards/29.png)
![[Imagen: 19.png]](https://www.random.org/playing-cards/19.png)
Toeru se cansó de estar en silencio, y buscó conversación. Previo al desenlace de la mano austera entre el noble, y el Alcalde, la emoción se había perdido con las cartas boca abajo de éstos dos.
—Y bien, Etsu-san, ¿ya pensó acerca de la proposición que le hice más temprano?
El gesto del Alcalde se torció en desagrado, primer deje que Datsue lograba captar con su sharingan.
—Oh, proposiciones. ¿Indecorosas? ¿De qué tratas de convencer al Alcalde-dono ésta vez, Toeru-san?
—Nada que no le convenga. A él, o a ésta ciudad. Después de todo, no todos los días se reciben ofertas conjuntas de dos grandes inversiones que no sólo harían de Tanzaku la Capital más avanzada de Oonindo, sino que doblarán y triplicarán sus ingresos en niveles insospechados. Es sólo cuestión de abrir un poco la mente.
—Ya se lo dije, Toeru. Lo que propone es, cuanto menos, una locura. ¿O se piensa usted que Tanzaku Gai es una de vuestras mujeres, dispuesta a abrir las piernas por un par de monedas? —Etsu volteó a ver al noble Sakyu, quien tenía la voz cantante—. deberá esforzarse más u ofrecer mejores condiciones si piensa que aceptaré dinero de un proxeneta, con el perdón y respeto que le confiere haber llegado hasta estas esferas a través de menesteres como éste; y de su socio. Que, por cierto, le debe más a nuestra ciudad por la protección que le hemos dado de lo que trata de ofrecer.
Si no lo preguntaba Sakyu, Shin tendría que hacerlo sí o sí.
—Con qué ligereza hablan de Shinzo frente a... —se tapó la boca, y sonrió, inocente—. oh, lo siento. No he dicho nada.
—Algún día te cortarán esa lengua como le haces tú a tus vacas, Shin. Algún día.