29/01/2018, 22:39
Los shinobi ascendieron hacia la superficie, cruzándose durante el largo tramo de escaleras con varios obreros que cargaban tablones de madera, cajas de clavos y otras herramientas. Abajo, junto a la oscura sima que les cortaba el paso, se podían oír los bramidos de Hanzō dando órdenes a sus trabajadores.
Cuando salieron fuera el aire frío de la noche desértica les revolvió las ropas y el pelo. Se cruzaron con el corpulento Jonaro nada más salir, que les dedicó —por sorprendente que pudiera parecer— una sonrisa cargada de intención. Sus ojos, pequeños en su enorme cara, brillaban con la anticipación de un niño en la noche de Fin de Año.
Algunos pasos más alejados de las ruinas, los dos profesores hablaban animadamente mientras Muten Rōshi fumaba de su pipa.
Los trabajadores tardarían un rato en montar un camino seguro sobre la sima, de modo que los genin tenían tiempo para hablar de algo —si es que querían—. De lo contrario, siempre podían sentarse a esperar y admirar las estrellas en el manto azul oscuro que cubría el cielo sobre sus cabezas; era una forma de hacer que el tiempo pasara mucho más rápido.
Cuando salieron fuera el aire frío de la noche desértica les revolvió las ropas y el pelo. Se cruzaron con el corpulento Jonaro nada más salir, que les dedicó —por sorprendente que pudiera parecer— una sonrisa cargada de intención. Sus ojos, pequeños en su enorme cara, brillaban con la anticipación de un niño en la noche de Fin de Año.
Algunos pasos más alejados de las ruinas, los dos profesores hablaban animadamente mientras Muten Rōshi fumaba de su pipa.
Los trabajadores tardarían un rato en montar un camino seguro sobre la sima, de modo que los genin tenían tiempo para hablar de algo —si es que querían—. De lo contrario, siempre podían sentarse a esperar y admirar las estrellas en el manto azul oscuro que cubría el cielo sobre sus cabezas; era una forma de hacer que el tiempo pasara mucho más rápido.