2/02/2018, 14:04
(Última modificación: 2/02/2018, 14:05 por Inuzuka Nabi.)
Los ninjas no tardaron nada en ponerse de acuerdo y subirse al carro como les correspondía. Con un leve asentimiento y un movimiento de brazos, Fu volvió a poner en marcha el carromato. El aire fresco del bosque y la sombra proporcionada por los arboles que cubrían ambos lados del camino hicieron que el paseo fuese bastante más agradable que el paisaje desolador ofrecido por la Planicie del Silencio el día anterior.
Los parpados de Koko parecían estar en contra del resto de su cuerpo, a pesar de sus esfuerzos por mantenerse despierta y atenta, lo segundo le había parecido imposible, por suerte, no se pudo dormir gracias al traqueteo constante del carromato.
Riko, vigilante desde la retaguardia, vería y oiría cosas, hierbas moverse, pájaros alzando el vuelo y otros sonidos típicos del bosque. Nada demasiado fuera de lo normal como para detener la marcha.
Todo parecía ir sobre ruedas cuando, justo cuando podían empezar a plantearse la idea de parar a comer, se escuchó un enorme estruendo que reconocerían fácilmente como un árbol cayendo. Shin Fu bajó el ritmo de los caballos de inmediato, sobretodo por la posibilidad de que se asustaran por el ruido, pero los animales parecían estar tan anchos.
Tras unos segundos a ritmo lento, localizarían a unos cuantos metros siguiendo el camino el tronco caído, que cortaba perfectamente la senda. Su cliente frenó del todo a los caballos estando aún a mucha distancia del tronco. Un día normal podría haberse acercado a ver si podía bordearlo, pero sabiendo que estaba bajo peligro...
— Creo que son ellos.
Eso fue todo lo que dijo, ni se giró a mirarles, tenía la atención centraba totalmente en el obstáculo recién descubierto. A los lados del camino se alzaban multitud de hierbas y arbustos que se extendían por todo el bosque, un par de metros más atrás empezaban a aparecer los arboles, altos e imponentes y perfectos para esconderse detrás de su ancho tronco. Las copas de dichos arboles eran extrañamente redondeadas pero eso no era más que un capricho de la naturaleza o tal vez un rasgo de esos arboles, nada que pudiese hacer el hombre.
Sin embargo, no había signo alguno de ninguna presencia, por lo menos cerca de donde estaban ellos.
Los parpados de Koko parecían estar en contra del resto de su cuerpo, a pesar de sus esfuerzos por mantenerse despierta y atenta, lo segundo le había parecido imposible, por suerte, no se pudo dormir gracias al traqueteo constante del carromato.
Riko, vigilante desde la retaguardia, vería y oiría cosas, hierbas moverse, pájaros alzando el vuelo y otros sonidos típicos del bosque. Nada demasiado fuera de lo normal como para detener la marcha.
Todo parecía ir sobre ruedas cuando, justo cuando podían empezar a plantearse la idea de parar a comer, se escuchó un enorme estruendo que reconocerían fácilmente como un árbol cayendo. Shin Fu bajó el ritmo de los caballos de inmediato, sobretodo por la posibilidad de que se asustaran por el ruido, pero los animales parecían estar tan anchos.
Tras unos segundos a ritmo lento, localizarían a unos cuantos metros siguiendo el camino el tronco caído, que cortaba perfectamente la senda. Su cliente frenó del todo a los caballos estando aún a mucha distancia del tronco. Un día normal podría haberse acercado a ver si podía bordearlo, pero sabiendo que estaba bajo peligro...
— Creo que son ellos.
Eso fue todo lo que dijo, ni se giró a mirarles, tenía la atención centraba totalmente en el obstáculo recién descubierto. A los lados del camino se alzaban multitud de hierbas y arbustos que se extendían por todo el bosque, un par de metros más atrás empezaban a aparecer los arboles, altos e imponentes y perfectos para esconderse detrás de su ancho tronco. Las copas de dichos arboles eran extrañamente redondeadas pero eso no era más que un capricho de la naturaleza o tal vez un rasgo de esos arboles, nada que pudiese hacer el hombre.
Sin embargo, no había signo alguno de ninguna presencia, por lo menos cerca de donde estaban ellos.