7/02/2018, 11:52
(Última modificación: 7/02/2018, 12:16 por Aotsuki Ayame.)
—No lo entiendes, albino —habló Shiruuba, ladeando ligeramente la cabeza y su voz sonaba con la infinita paciencia de quien le está explicando muy simple a un niño pequeño que no acaba de comprender la situación—. Te he dicho que no puedo permitir que te lleves mi libro. Y ahora, por vuestro propio bien, más vale que os relajéis y empecéis a vivir en el Mundo del Libro. Vuestro otro yo ya está muerto.
Otro pesado mazazo para su conciencia, y Ayame calló de rodillas, derrotada.
—¿Qué...? —balbuceó débilmente.
¿Muertos? ¿Estaban muertos? Durante un instante su mente dibujó la grotesca imagen de sus cuerpos reducidos a esqueletos, vestidos con las ropas que llevaban justo en ese instante, y acompañando al resto de huesos que ahora yacían allí. Sintió una violenta arcada.
—Sois los primeros ninjas que entran aquí, pero dudo que poseáis el intelecto para comprender la grandeza del asunto. No lo entenderíais. El Genjutsu sólo es un canal de entrada a la conciencia y al alma, y el Yin que me permitió modelar esta realidad y sellarla. Ahora es tan real como el mundo de fuera. Y vuestra alma y vuestra conciencia se encuentra en estas páginas. No es una simple ilusión. Si no, muerto mi cuerpo y mi carne, mi alma se habría ido con él. Ahora soy eterna. De modo que relajaos. Vuestro cuerpo ya no os atañe. No os preocupéis por él. Ahora viviréis aquí.
Pero Ayame era incapaz de tranquilizarse. No, dadas las circunstancias. Ella no quería vivir en una realidad alternativa, quería vivir en el mundo real. Quería estar con su familia, su novio y sus amigos. Tenía planes de futuro. Quería demostrarle a su padre lo que realmente valía. Quería prepararse para el examen de Chūnin y superarlo junto a Daruu. Quería crecer. Quería hacer su vida. Quería...
—¡NO ME IMPORTA! ¡YO NO HE ELEGIDO VENIR AQUÍ! —bramó, completamente ida de sí—. ¡SÁCANOS AHORA MISMO!
—¡Ayame! —exclamó Kōri, volviéndose hacia ella, pero no llegó a tiempo.
Ayame había entrelazado las manos en un único sello y le imprimió toda su rabia y desesperación a su técnica. A su comanda, las aguas que se encontraban debajo de Shiruuba se agitarían, se alzarían y se revolverían sobre sí mismas hasta formar un taladro de agua que atentara con atravesar a la mujer.
—¡SUITON: SUIGADAN!
Otro pesado mazazo para su conciencia, y Ayame calló de rodillas, derrotada.
—¿Qué...? —balbuceó débilmente.
¿Muertos? ¿Estaban muertos? Durante un instante su mente dibujó la grotesca imagen de sus cuerpos reducidos a esqueletos, vestidos con las ropas que llevaban justo en ese instante, y acompañando al resto de huesos que ahora yacían allí. Sintió una violenta arcada.
—Sois los primeros ninjas que entran aquí, pero dudo que poseáis el intelecto para comprender la grandeza del asunto. No lo entenderíais. El Genjutsu sólo es un canal de entrada a la conciencia y al alma, y el Yin que me permitió modelar esta realidad y sellarla. Ahora es tan real como el mundo de fuera. Y vuestra alma y vuestra conciencia se encuentra en estas páginas. No es una simple ilusión. Si no, muerto mi cuerpo y mi carne, mi alma se habría ido con él. Ahora soy eterna. De modo que relajaos. Vuestro cuerpo ya no os atañe. No os preocupéis por él. Ahora viviréis aquí.
Pero Ayame era incapaz de tranquilizarse. No, dadas las circunstancias. Ella no quería vivir en una realidad alternativa, quería vivir en el mundo real. Quería estar con su familia, su novio y sus amigos. Tenía planes de futuro. Quería demostrarle a su padre lo que realmente valía. Quería prepararse para el examen de Chūnin y superarlo junto a Daruu. Quería crecer. Quería hacer su vida. Quería...
—¡NO ME IMPORTA! ¡YO NO HE ELEGIDO VENIR AQUÍ! —bramó, completamente ida de sí—. ¡SÁCANOS AHORA MISMO!
—¡Ayame! —exclamó Kōri, volviéndose hacia ella, pero no llegó a tiempo.
Ayame había entrelazado las manos en un único sello y le imprimió toda su rabia y desesperación a su técnica. A su comanda, las aguas que se encontraban debajo de Shiruuba se agitarían, se alzarían y se revolverían sobre sí mismas hasta formar un taladro de agua que atentara con atravesar a la mujer.
—¡SUITON: SUIGADAN!