8/02/2018, 13:29
Ninguno de los dos guardias, ni el hombre que hablaba con ellos, pareció reparar en el nuevo invitado que se había tumbado frente a los portones del castillo. Y cuando Eri y Nabi se acercaron, pudieron escuchar parte de la conversación:
—¡...parece que no conocen la palabra puntualidad! Y quiero que vigiléis día y noche, ¿entendido? —hablaba el hombre, con voz grave y autoritaria. Frente a él, los dos guardias se mantenían estáticos, casi congelados en sus posiciones—. ¡Que nadie más pase estas puertas si no es por orden mía!
—¡Sí, señor! ¡Así se hará señor!
Fue entonces cuando uno de los guardias reparó en la presencia de los dos genin, y el movimiento de sus ojos debió de alertar al hombre, que se giró sobre sus talones. Su rostro, afilado y taciturno, los contempló como quien mira a dos críos que hubieran irrumpido en una sala de reuniones en pleno congreso.
—El museo está cerrado, niños —sentenció, señalando el cartel que coronaba lo alto del castillo—. Tendréis que esperar. Y ahora, si me disculpáis...
—¡...parece que no conocen la palabra puntualidad! Y quiero que vigiléis día y noche, ¿entendido? —hablaba el hombre, con voz grave y autoritaria. Frente a él, los dos guardias se mantenían estáticos, casi congelados en sus posiciones—. ¡Que nadie más pase estas puertas si no es por orden mía!
—¡Sí, señor! ¡Así se hará señor!
Fue entonces cuando uno de los guardias reparó en la presencia de los dos genin, y el movimiento de sus ojos debió de alertar al hombre, que se giró sobre sus talones. Su rostro, afilado y taciturno, los contempló como quien mira a dos críos que hubieran irrumpido en una sala de reuniones en pleno congreso.
—El museo está cerrado, niños —sentenció, señalando el cartel que coronaba lo alto del castillo—. Tendréis que esperar. Y ahora, si me disculpáis...