Los árboles satánicos

[Uzumaki Eri]

Juro rápidamente explicó el por qué habían tenido que trabajar prácticamente gratis. Entre ellos —suponía que el día que se conocieron— habían tenido seguramente algún tipo de encuentro donde el de la Hierba acabó herido, necesitando cuidados de una mujer a la que no pudieron pagar.

—¿Pero ya estás bien, no? ¿O necesitas más cuidados? —preguntó la kunoichi, claramente preocupada por el menor —. Entiendo que si estábais combatiendo os podáis hacer daño, pero... Nabi —llamó, con el ceño fruncido —. ¿Tu también fuiste herido?

Omitiendo el hecho de que él fuese el que hirió a Juro, se interesó por la salud de ambos, zanjando el tema de quién invitaría a la comida.

— Yo solo quiero un sitio con carne. ¿Se puede siquiera encender fuego en esta ciudad? Porque no tiene pinta.

—Pues yo me muero por un tazón de fideos —alegó la chica, cruzándose de brazos —. Lo único que he comido en días ha sido pan y trozos de pan con mermelada, cortesía de una chica muy amable, por lo demás, me muero de hambre.

Cuando terminó de hablar y de suspirar de forma cansada, una voz se escuchó a lo lejos.

—¿Pero todavía estáis aquí? ¿No deberíais ir a curiosear o algo por Tane-Shigai? El lugar es grande, pero agradable —regañó el chuunin con el ceño ligeramente fruncido —. Y seguramente ni habréis desayunado, es que... ¡Tenéis que alimentaros bien!

—Hermano Ryu... —llamó la joven, poniendo ojos de perro abandonado a su hermano mayor —. ¿No sabrás de algún lugar para comer cerca? —preguntó, luego de parpadear varias veces.

—Esto... Sí, claro —tartamudeó él ante la forma de actuar de su hermana —. ¿Qué queréis comer, chicos? —preguntó a los otros dos acompañantes de su hermana.