12/02/2018, 14:21
El camarero se acercó a la mesa y entonces apoyó su enorme manaza en la cabeza de Ayame y le revolvió el cabello en un gesto conciliador.
Pero ella quiso gritar.
«¡¡¡NO ME TOQUES!!! ¡¡¡Estás muerto!!! ¡MUERTO!» Chilló en su fuero interno, con lágrimas en los ojos. Muy poco le faltó para licuar su cuerpo y escapar de su contacto, pero sus ojos se encontraron con los de Kōri, gélidos e inexpresivos, y se vio obligada a contenerse.
Pero el pobre hombre, completamente ajeno a sus pensamientos, dijo:
—No te preocupes, corazón —dijo—. Yo llegué aquí hace mucho tiempo. No sé qué tuve que hacer en la otra vida, pero se ve que me gané el cielo.
«Espera... ¿no recuerda nada de su vida?» Pensó, completamente aterrorizada. ¿Ellos también terminarían perdiendo la memoria? ¿Olvidarían todo lo que tenían en el mundo real? Su padre, la madre de Daruu, sus amigos, la pastelería de Kiroe, Amegakure... ¿Lo olvidarían todo? «¡No, no no!»
—Y bueno, muchacho, no somos más que quizás unos quince, dieciséis —continuó hablando, respondiendo al fin a la pregunta de Kōri—. Es un lugar muy privilegiado, así que supongo que la Diosa no admite a mucha gente...
«¿¡DIOSA!?» ¡¿Aquella gente adoraba a Shiruuba como una diosa?! ¿Hasta aquel punto habían llegado?
—Hey, chico, el de la cara de enfado —añadió, dirigiéndose directamente a Daruu—. Tranquilo, muchos reaccionan así al venir. No se creen lo que les ha pasado, y no paran decir tonterías sobre un brillo cegador. ¡Es la luz del túnel, claro! Pero qué se le va a hacer... Bueno, ¿queréis comida y bebida? Pedid lo que queráis. Seguro que está en el almacén.
«Definitivamente ha olvidado todo lo referente al libro y su sello...» Meditaba, y no pudo evitar sentir pena por aquellas personas. ¿Estarían todas igual que aquel hombre? ¿Terminarían ellos así...?
—Una pizza carbonara —pidió Daruu, para estupefacción de Ayame.
—Unos bollitos con vainilla —añadió Kōri.
Ayame no habló. De hecho, si llegaban a preguntarle, lo máximo que serían capaz de obtener de ella sería una enérgica negación con la cabeza.
—¡Claro! —respondió el tabernero.
—Y un tanque de hidromiel pluvial. Cargada —añadió Daruu.
Ayame arrugó la nariz al escucharle. Y sólo cuando el camarero se alejó para satisfacer sus pedidos, la kunoichi se inclinó hacia delante.
—¿Desde cuándo tomas alcohol? —le preguntó en un susurro, y su tono de voz destilaba el más absoluto de los desprecios. Nada tenía que ver al comentario casi jocoso que le hizo una vez cuando le cuestionó que comiera pizza con piña. Aquello iba mucho más allá. Para ella, era algo casi imperdonable—. ¿Y qué haces bebiendo en una situación así? ¡¿Estás loco?!
Pero ella quiso gritar.
«¡¡¡NO ME TOQUES!!! ¡¡¡Estás muerto!!! ¡MUERTO!» Chilló en su fuero interno, con lágrimas en los ojos. Muy poco le faltó para licuar su cuerpo y escapar de su contacto, pero sus ojos se encontraron con los de Kōri, gélidos e inexpresivos, y se vio obligada a contenerse.
Pero el pobre hombre, completamente ajeno a sus pensamientos, dijo:
—No te preocupes, corazón —dijo—. Yo llegué aquí hace mucho tiempo. No sé qué tuve que hacer en la otra vida, pero se ve que me gané el cielo.
«Espera... ¿no recuerda nada de su vida?» Pensó, completamente aterrorizada. ¿Ellos también terminarían perdiendo la memoria? ¿Olvidarían todo lo que tenían en el mundo real? Su padre, la madre de Daruu, sus amigos, la pastelería de Kiroe, Amegakure... ¿Lo olvidarían todo? «¡No, no no!»
—Y bueno, muchacho, no somos más que quizás unos quince, dieciséis —continuó hablando, respondiendo al fin a la pregunta de Kōri—. Es un lugar muy privilegiado, así que supongo que la Diosa no admite a mucha gente...
«¿¡DIOSA!?» ¡¿Aquella gente adoraba a Shiruuba como una diosa?! ¿Hasta aquel punto habían llegado?
—Hey, chico, el de la cara de enfado —añadió, dirigiéndose directamente a Daruu—. Tranquilo, muchos reaccionan así al venir. No se creen lo que les ha pasado, y no paran decir tonterías sobre un brillo cegador. ¡Es la luz del túnel, claro! Pero qué se le va a hacer... Bueno, ¿queréis comida y bebida? Pedid lo que queráis. Seguro que está en el almacén.
«Definitivamente ha olvidado todo lo referente al libro y su sello...» Meditaba, y no pudo evitar sentir pena por aquellas personas. ¿Estarían todas igual que aquel hombre? ¿Terminarían ellos así...?
—Una pizza carbonara —pidió Daruu, para estupefacción de Ayame.
—Unos bollitos con vainilla —añadió Kōri.
Ayame no habló. De hecho, si llegaban a preguntarle, lo máximo que serían capaz de obtener de ella sería una enérgica negación con la cabeza.
—¡Claro! —respondió el tabernero.
—Y un tanque de hidromiel pluvial. Cargada —añadió Daruu.
Ayame arrugó la nariz al escucharle. Y sólo cuando el camarero se alejó para satisfacer sus pedidos, la kunoichi se inclinó hacia delante.
—¿Desde cuándo tomas alcohol? —le preguntó en un susurro, y su tono de voz destilaba el más absoluto de los desprecios. Nada tenía que ver al comentario casi jocoso que le hizo una vez cuando le cuestionó que comiera pizza con piña. Aquello iba mucho más allá. Para ella, era algo casi imperdonable—. ¿Y qué haces bebiendo en una situación así? ¡¿Estás loco?!