16/02/2018, 20:02
Antes de poder entrar, Eri se toparía con dos o tres hombres, quienes abrieron la puerta de golpe. Eran grandes y muy altos, fornidos, y musculosos. Parecían estar manteniendo una acalorada conversación, y ni se dieron cuenta de la pelirroja.
— ... ¡Una dentadura en mi ramen! ¡¿Te lo puedes creer?! — exclamaba uno, con consternación.
— ... Vamos, tío. Déjalo.
Y se largaron. Si Eri no se hacía a un lado, sería empujada por sus enormes cuerpos al avanzar. Menuda apuñalada a la autoestima de la pobre chica. ¿De verdad era tan pequeña?
— Menuda gente... — murmuró Juro, poniendose con Eri, por si le había pasado algo —
¿Vamos?
Si los tres genin decidían entrar, la puerta cedería perfectamente.
El local era grande por dentro. Su exterior candente remataba con una decoración interior explosiva. Paredes de color rojo del mismo tono de las llamas. Cada una de las mesas estaba rodeada por pared, de forma que se generaban pequeños compartimentos dispuesto en fila. Había como unos quince en esa sala, y el restaurante parecía seguir. También había unas escaleras rojizas, con un cartel que señalaba perfectamente el baño, siguiendo para abajo.
En las paredes, había dibujos curiosos, que probablemente encantarían a Nabi, como lianas en llamas, bosques quemándose y símbolos de fuego. Al fondo, parecía estar la cocina, a la que se accedía mediante una puerta vetada al personal. En el techo, había una enorme lampara de araña, apagada.
Nada más entrar, se encontrarían con una mesa, destinada a recibir a los nuevos clientes.
Ahí, encontrarían un espectáculo que les acompañaría durante sus pesadillas posteriores a ese día. Una persona esperaba, para recibirles. Era una mujer anciana. Parecía bastante anciana.
La mujer llevaba el pelo, totalmente canoso, recogido en una coleta. Encima, una gorra, con el título "Las Lianas de fuego", totalmente en rojo. Sus ropas consistían en una camisa de manga corta, deportiva, y unos shorts negros. Si, unos shorts negros por encima de la rodilla. La anciana dejaba expuesta mucha de su "carne". Los tres supieron al instante que si se quedaban mirando aquellos pliegues durante mucho tiempo perderían la vista.
La mujer parecía en forma, y llevaba gafas de vaso. Les dedicó una sonrisa desdentada al verles entrar.
— Hola, corazones — Y rápida y veloz, agarró a la persona que iba en cabeza. Esta era Eri. Con sus dedos y largas uñas, le tiró del moflete, hasta dejarselo rojo —. ¿Tenéis reserva?
— ... ¡Una dentadura en mi ramen! ¡¿Te lo puedes creer?! — exclamaba uno, con consternación.
— ... Vamos, tío. Déjalo.
Y se largaron. Si Eri no se hacía a un lado, sería empujada por sus enormes cuerpos al avanzar. Menuda apuñalada a la autoestima de la pobre chica. ¿De verdad era tan pequeña?
— Menuda gente... — murmuró Juro, poniendose con Eri, por si le había pasado algo —
¿Vamos?
Si los tres genin decidían entrar, la puerta cedería perfectamente.
El local era grande por dentro. Su exterior candente remataba con una decoración interior explosiva. Paredes de color rojo del mismo tono de las llamas. Cada una de las mesas estaba rodeada por pared, de forma que se generaban pequeños compartimentos dispuesto en fila. Había como unos quince en esa sala, y el restaurante parecía seguir. También había unas escaleras rojizas, con un cartel que señalaba perfectamente el baño, siguiendo para abajo.
En las paredes, había dibujos curiosos, que probablemente encantarían a Nabi, como lianas en llamas, bosques quemándose y símbolos de fuego. Al fondo, parecía estar la cocina, a la que se accedía mediante una puerta vetada al personal. En el techo, había una enorme lampara de araña, apagada.
Nada más entrar, se encontrarían con una mesa, destinada a recibir a los nuevos clientes.
Ahí, encontrarían un espectáculo que les acompañaría durante sus pesadillas posteriores a ese día. Una persona esperaba, para recibirles. Era una mujer anciana. Parecía bastante anciana.
La mujer llevaba el pelo, totalmente canoso, recogido en una coleta. Encima, una gorra, con el título "Las Lianas de fuego", totalmente en rojo. Sus ropas consistían en una camisa de manga corta, deportiva, y unos shorts negros. Si, unos shorts negros por encima de la rodilla. La anciana dejaba expuesta mucha de su "carne". Los tres supieron al instante que si se quedaban mirando aquellos pliegues durante mucho tiempo perderían la vista.
La mujer parecía en forma, y llevaba gafas de vaso. Les dedicó una sonrisa desdentada al verles entrar.
— Hola, corazones — Y rápida y veloz, agarró a la persona que iba en cabeza. Esta era Eri. Con sus dedos y largas uñas, le tiró del moflete, hasta dejarselo rojo —. ¿Tenéis reserva?
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60