20/02/2018, 07:08
A Shinjaka le tembló la diestra para contenerse. Quería darle un manotazo a aquel sello que, sin nada que lo interrumpiese, terminó por invocar a otra réplica del propio Akame. El aprendiz rechistó, visiblemente molesto y tomó asiento en una de las butacas cercanas mientras se sobaba el entrecejo.
—Como quieras. ¿A qué dirección lo enviarás primero? —indagó, mientras oía con atención cada una de las explicaciones que intentaba darle él a su clon.
Y es que la primera dirección no se encontraba tan lejos de la cabaña. Habría tenido que caminar unos diez minutos, quizás, para encontrarla. Aparentaba ser una casa de dos pisos, envuelta por un hermoso jardín, una fuente, y un camino de piedras que seguía por detrás de un portón de púas, cerrado con varias cadenas y candados. De todas formas, el clon tenía clara visión de los primeros ventanales y por lo que se podía ver, no había nadie habitándola ni tampoco indicios de que la hubieran usado recientemente. Así que, en vista de que el tiempo apremiaba, o bien tomaba la decisión de echar un vistazo dentro, o por el contrario, elegía continuar hasta la segunda locación.
A otros quince minutos a pie, y según los indicios que marcaba el mapa, Akame se encontró con la entrada a una especie de templo tradicional abandonado, re acomodado para su habitabilidad. No parecía haber señales de a qué religión pudo haber pertenecido, pero sí que encontró al Torii que generalmente da la bienvenida a este tipo de lugares. Aunque, si echaba un vistazo, estaría de acuerdo en que no sería una bienvenida calurosa ni mucho menos, dado que se encontró con un panorama ligeramente tupido.
El templo era pequeño, compuesto por una fachada de tres losas curvas de ladrillos que se superponían encima de la otra. Sendos postes de madera sostenían las bases de la estructura, y la misma estaba rodeada de forma rectangular por un camino de peldaños de caoba que daban acceso hasta las únicas dos entradas hasta el interior, ubicadas cada una a los laterales. La primera escalera estaba custodiada por un guardia, y en cada pasillo transversal, cuatro guaruras transitaban los pasillos en un ciclo interminable, deteniéndose pocas veces a charlar entre ellos, o a calar un cigarrillo.
Detrás de las puertas corredizas de tela rígida se reflejaba una intensa luz proveniente del interior.
Entre tanto, para cuando el segundo clon de Akame estuviera analizando la segunda locación, el que había dejado en el motel del cadáver, comprobó que los dos uniformados dejaron la casa sin verse alarmados. Uno de ellos sostenía una botella de ron tradicional de año, y le recriminaba al otro sobre ella.
Etsu volvió a beber de su copa.
—Puede creer lo que guste. De una u otra forma, el que sale perdiendo es usted; le haya o no delatado yo con los guardias. Así que le pido que se deje de evasivas y elocuentes discursos, y dígame de una vez, ¿qué problema cree usted que puede resolverme?
Datsue había usado su único comodín, y por ahora estaba dando resultado. El funcionario Etsu parecía dispuesto a conversar, a sabiendas de que el tiempo estaba de su lado, y no del impostor. Era una oportunidad de doble filo que el Uchiha tendría que usar adecuadamente si quería salir airoso de la mierda en la que estaba metido, hasta el cuello.
—Como quieras. ¿A qué dirección lo enviarás primero? —indagó, mientras oía con atención cada una de las explicaciones que intentaba darle él a su clon.
Y es que la primera dirección no se encontraba tan lejos de la cabaña. Habría tenido que caminar unos diez minutos, quizás, para encontrarla. Aparentaba ser una casa de dos pisos, envuelta por un hermoso jardín, una fuente, y un camino de piedras que seguía por detrás de un portón de púas, cerrado con varias cadenas y candados. De todas formas, el clon tenía clara visión de los primeros ventanales y por lo que se podía ver, no había nadie habitándola ni tampoco indicios de que la hubieran usado recientemente. Así que, en vista de que el tiempo apremiaba, o bien tomaba la decisión de echar un vistazo dentro, o por el contrario, elegía continuar hasta la segunda locación.
A otros quince minutos a pie, y según los indicios que marcaba el mapa, Akame se encontró con la entrada a una especie de templo tradicional abandonado, re acomodado para su habitabilidad. No parecía haber señales de a qué religión pudo haber pertenecido, pero sí que encontró al Torii que generalmente da la bienvenida a este tipo de lugares. Aunque, si echaba un vistazo, estaría de acuerdo en que no sería una bienvenida calurosa ni mucho menos, dado que se encontró con un panorama ligeramente tupido.
El templo era pequeño, compuesto por una fachada de tres losas curvas de ladrillos que se superponían encima de la otra. Sendos postes de madera sostenían las bases de la estructura, y la misma estaba rodeada de forma rectangular por un camino de peldaños de caoba que daban acceso hasta las únicas dos entradas hasta el interior, ubicadas cada una a los laterales. La primera escalera estaba custodiada por un guardia, y en cada pasillo transversal, cuatro guaruras transitaban los pasillos en un ciclo interminable, deteniéndose pocas veces a charlar entre ellos, o a calar un cigarrillo.
Detrás de las puertas corredizas de tela rígida se reflejaba una intensa luz proveniente del interior.
Entre tanto, para cuando el segundo clon de Akame estuviera analizando la segunda locación, el que había dejado en el motel del cadáver, comprobó que los dos uniformados dejaron la casa sin verse alarmados. Uno de ellos sostenía una botella de ron tradicional de año, y le recriminaba al otro sobre ella.
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Etsu volvió a beber de su copa.
—Puede creer lo que guste. De una u otra forma, el que sale perdiendo es usted; le haya o no delatado yo con los guardias. Así que le pido que se deje de evasivas y elocuentes discursos, y dígame de una vez, ¿qué problema cree usted que puede resolverme?
Datsue había usado su único comodín, y por ahora estaba dando resultado. El funcionario Etsu parecía dispuesto a conversar, a sabiendas de que el tiempo estaba de su lado, y no del impostor. Era una oportunidad de doble filo que el Uchiha tendría que usar adecuadamente si quería salir airoso de la mierda en la que estaba metido, hasta el cuello.