20/02/2018, 09:31
(Última modificación: 20/02/2018, 09:40 por Amedama Daruu.)
—La Diosa no puede acordarse de todos los detalles, al fin y al cabo sólo es una humana. Nos dio este sitio para vivir eternamente en la felicidad, y a ella se lo agradecemos —dijo, con los ojos muy quietos y muy fijos en Kōri-sensei—. Pero tiene sus límites y estoy segura de que cuidar de todo desgasta lo suficiente como para que se le olvide alguno de sus hijos.
Dirigió una larga mirada tanto a Daruu como Ayame. Sollozó varias veces. Sus lágrimas se deslizaban por la piel enrojecida.
—Así que insisto. Pasad la noche conmigo, por favor. Este Paraíso acaba de darme lo único que no podía darme.
La mujer se dio la vuelta y echó a caminar hacia el interior. Su mano izquierda, caída, discretamente hizo unos movimientos que para ojos de alguien no instruído no significarían nada. Pero para Ayame, Kōri y Daruu, formaban una palabra en lengua de signos:
Daruu miró a Kōri, expectante.
Dirigió una larga mirada tanto a Daruu como Ayame. Sollozó varias veces. Sus lágrimas se deslizaban por la piel enrojecida.
—Así que insisto. Pasad la noche conmigo, por favor. Este Paraíso acaba de darme lo único que no podía darme.
La mujer se dio la vuelta y echó a caminar hacia el interior. Su mano izquierda, caída, discretamente hizo unos movimientos que para ojos de alguien no instruído no significarían nada. Pero para Ayame, Kōri y Daruu, formaban una palabra en lengua de signos:
Esperanza.
Daruu miró a Kōri, expectante.