20/02/2018, 17:26
Los respingos de Datsue y Aiko sobresaltaron también a los académicos; Rōshi —serio y sobrio como era— soltó apenas un bufido muy propio de su personalidad. Banadoru, en cambió, dejó escapar un gritito sumamente agudo y corto.
—¿Qué pasa, Watasashi-san? ¿Uchiha-san? —quiso saber el director, visiblemente nervioso.
Cuando Datsue se inclinó sobre el cadáver pudo comprobar, sin ningún género de dudas, que efectivamente era Jonaro. Su enorme corpachón yacía, inerte, sobre lo que el Uchiha pudo comprobar que era arena empapada de un líquido negruzo y pegajoso; sangre. Si examinaba el cuerpo más a fondo, se daría cuenta de que el jefe de seguridad tenía una herida alargada y profunda en un costado, justo a la altura de los pulmones.
Alguien o algo había apuñalado a Haijinzu Jonaro por la espalda, probablemente causándole la muerte instantes después.
Además, el cuerpo del jefe de seguridad estaba manchado de arena tanto en el rostro como en varias partes y pliegues de su indumentaria, como si le hubieran tirado un cubo encima o como si el difunto se hubiese revolcado por el campamento.
—Rōshi-sensei, Aiko-san, Datsue-san... —les llamó Banadoru, que se había asomado a la inclinada boca del túnel que ascendía hacia la superficie—. Creo que deberían ver esto.
Desde donde se encontraba el profesor adjunto, y gracias a la luz de su lámpara, se podía ver que había una mancha alargada y pringosa que recorría hacia abajo un tramo de la parte inferior del túnel. Parecía la misma sangre que anegaba la arena bajo el cádaver de Jonaro, y el rastro llevaba hacia la superficie.
—¿Qué pasa, Watasashi-san? ¿Uchiha-san? —quiso saber el director, visiblemente nervioso.
Cuando Datsue se inclinó sobre el cadáver pudo comprobar, sin ningún género de dudas, que efectivamente era Jonaro. Su enorme corpachón yacía, inerte, sobre lo que el Uchiha pudo comprobar que era arena empapada de un líquido negruzo y pegajoso; sangre. Si examinaba el cuerpo más a fondo, se daría cuenta de que el jefe de seguridad tenía una herida alargada y profunda en un costado, justo a la altura de los pulmones.
Alguien o algo había apuñalado a Haijinzu Jonaro por la espalda, probablemente causándole la muerte instantes después.
Además, el cuerpo del jefe de seguridad estaba manchado de arena tanto en el rostro como en varias partes y pliegues de su indumentaria, como si le hubieran tirado un cubo encima o como si el difunto se hubiese revolcado por el campamento.
—Rōshi-sensei, Aiko-san, Datsue-san... —les llamó Banadoru, que se había asomado a la inclinada boca del túnel que ascendía hacia la superficie—. Creo que deberían ver esto.
Desde donde se encontraba el profesor adjunto, y gracias a la luz de su lámpara, se podía ver que había una mancha alargada y pringosa que recorría hacia abajo un tramo de la parte inferior del túnel. Parecía la misma sangre que anegaba la arena bajo el cádaver de Jonaro, y el rastro llevaba hacia la superficie.