21/02/2018, 12:20
(Última modificación: 21/02/2018, 13:37 por Aotsuki Ayame.)
—¡Claro, muchas gracias! —agradeció ella, y Ayame la siguió hasta la cocina.
Más allá de la genuina ayuda, Ayame esperaba descubrir algo más sobre el extraño comportamiento de la kunoichi, o que aquella le mandara un mensaje en clave o algo así, pero aquella situación nunca llegó a darse. Como una invitada normal en una reunión normal, tomó las latas que le iba pasando desde la nevera.
—Coge dos. Yo llevaré otra y el agua —le indicó, mientras ella cogía para sí otra Ame-Cola.
Regresaron poco después con las bebidas, y las distribuyeron entre los cuatro. La mujer abrió su lata con un seco clack y bebió en silencio durante algunos minutos. Pese al incómodo silencio que se había formado, nadie se atrevió a interrumpirla y se dedicaron en exclusiva a sus propias bebidas. Ayame se atrevió a llevarse el vaso a los labios y, nuevamente, se vio encantada con el sabor y la frescura del agua.
«Maldita sea...»
Y, cinco minutos después de que el reloj de la casa marcara las ocho, algo extraño pasó. El agua ya no se sentía tan buena, ni siquiera fresca, el sofá no resultaba tan cómodo como le había parecido en un principio, y el calor del fuego ya no era tal.
—Perfecto, ya podemos hablar —resolvió la mujer, dejando la lata sobre la mesa, y Ayame la miró extrañada—. No tenemos mucho tiempo, así que dejadme empezar y luego me preguntáis lo que queráis.
Kōri asintió en silencio.
—Me llamo Kai Arashihime. Vine aquí hace unos meses, porque escuché en Coladragón que hacía tiempo que no se sabía nada de Shiruuba-san. Ya la conocía y sabía que era una vieja amargada, porque he venido varias veces para recoger datos de sus estudios, pero jamás la hubiera imaginado tan cruel y malvada...
»Tengo varias cosas que pediros, y la primera es que por favor, le digáis a Arashikage-sama que no soy una exiliada, que he muerto en acto de servicio... Sé que estoy muerta, no soy idiota. De hecho... Lo que deseo es morir de una puta vez... No puedo soportar esto...
«Así que desde el principio sabía que no podría salir de aquí viva...» Ayame se mordió el labio inferior, profundamente apenada.
—Estamos hablando porque Shiruuba es capaz de controlar todo este mundo y saber qué ocurre en él y oír todo, y ver todo. Pero sólo normalmente. Es una técnica muy complicada, y necesita descansar, como todo el mundo. Tiene pequeños períodos de quince minutos en los de detecté que se pierde el sentido del gusto, del olfato... Un poco del tacto...
«Por eso estaba actuando de aquella manera tan extraña.»
—Es un mundo falso, pero os aseguro que detrás de él se esconde una crueldad absoluta... No creáis que los cadáveres que visteis en el despacho son los únicos que han entrado aquí dentro... Estoy segura de que esa vieja estuvo secuestrando y matando gente y ocultando sus cuerpos como parte de las pruebas para crear el libro... Hija de puta...
—N... ¿No fueron sólo los que allanaron la casa o intentaron robar el libro? —balbuceó Ayame, pálida como la cera. De manera inconsciente había apretado sendos puños sobre las rodillas y agachó la mirada. ¿Cómo podía haber llegado a tener dudas? ¡Aquella mujer era un monstruo!
—Se lo comunicaremos a Arashikage-sama, Arashihime-san —dijo Kōri, con seriedad, dejando también su refresco sobre la mesa—. Tenemos muy poco tiempo, pero permíteme hacer algunas preguntas: ¿Sabes qué motivó a Shiruuba a hacer algo como esto? ¿Cómo podemos salir de aquí? ¿Qué es ese Infierno del que la gente habla y tanto teme?
Aquella última pregunta rescató un recuerdo de la mente de Ayame, que se apresuró a intervenir inclinándose hacia delante en su asiento.
—Arashihime-san, debes tener cuidado —intervino Ayame, con lágrimas en los ojos—. Algunas personas de aquí creen o sospechan que... bueno... que eres una hereje.
Más allá de la genuina ayuda, Ayame esperaba descubrir algo más sobre el extraño comportamiento de la kunoichi, o que aquella le mandara un mensaje en clave o algo así, pero aquella situación nunca llegó a darse. Como una invitada normal en una reunión normal, tomó las latas que le iba pasando desde la nevera.
—Coge dos. Yo llevaré otra y el agua —le indicó, mientras ella cogía para sí otra Ame-Cola.
Regresaron poco después con las bebidas, y las distribuyeron entre los cuatro. La mujer abrió su lata con un seco clack y bebió en silencio durante algunos minutos. Pese al incómodo silencio que se había formado, nadie se atrevió a interrumpirla y se dedicaron en exclusiva a sus propias bebidas. Ayame se atrevió a llevarse el vaso a los labios y, nuevamente, se vio encantada con el sabor y la frescura del agua.
«Maldita sea...»
Y, cinco minutos después de que el reloj de la casa marcara las ocho, algo extraño pasó. El agua ya no se sentía tan buena, ni siquiera fresca, el sofá no resultaba tan cómodo como le había parecido en un principio, y el calor del fuego ya no era tal.
—Perfecto, ya podemos hablar —resolvió la mujer, dejando la lata sobre la mesa, y Ayame la miró extrañada—. No tenemos mucho tiempo, así que dejadme empezar y luego me preguntáis lo que queráis.
Kōri asintió en silencio.
—Me llamo Kai Arashihime. Vine aquí hace unos meses, porque escuché en Coladragón que hacía tiempo que no se sabía nada de Shiruuba-san. Ya la conocía y sabía que era una vieja amargada, porque he venido varias veces para recoger datos de sus estudios, pero jamás la hubiera imaginado tan cruel y malvada...
»Tengo varias cosas que pediros, y la primera es que por favor, le digáis a Arashikage-sama que no soy una exiliada, que he muerto en acto de servicio... Sé que estoy muerta, no soy idiota. De hecho... Lo que deseo es morir de una puta vez... No puedo soportar esto...
«Así que desde el principio sabía que no podría salir de aquí viva...» Ayame se mordió el labio inferior, profundamente apenada.
—Estamos hablando porque Shiruuba es capaz de controlar todo este mundo y saber qué ocurre en él y oír todo, y ver todo. Pero sólo normalmente. Es una técnica muy complicada, y necesita descansar, como todo el mundo. Tiene pequeños períodos de quince minutos en los de detecté que se pierde el sentido del gusto, del olfato... Un poco del tacto...
«Por eso estaba actuando de aquella manera tan extraña.»
—Es un mundo falso, pero os aseguro que detrás de él se esconde una crueldad absoluta... No creáis que los cadáveres que visteis en el despacho son los únicos que han entrado aquí dentro... Estoy segura de que esa vieja estuvo secuestrando y matando gente y ocultando sus cuerpos como parte de las pruebas para crear el libro... Hija de puta...
—N... ¿No fueron sólo los que allanaron la casa o intentaron robar el libro? —balbuceó Ayame, pálida como la cera. De manera inconsciente había apretado sendos puños sobre las rodillas y agachó la mirada. ¿Cómo podía haber llegado a tener dudas? ¡Aquella mujer era un monstruo!
—Se lo comunicaremos a Arashikage-sama, Arashihime-san —dijo Kōri, con seriedad, dejando también su refresco sobre la mesa—. Tenemos muy poco tiempo, pero permíteme hacer algunas preguntas: ¿Sabes qué motivó a Shiruuba a hacer algo como esto? ¿Cómo podemos salir de aquí? ¿Qué es ese Infierno del que la gente habla y tanto teme?
Aquella última pregunta rescató un recuerdo de la mente de Ayame, que se apresuró a intervenir inclinándose hacia delante en su asiento.
—Arashihime-san, debes tener cuidado —intervino Ayame, con lágrimas en los ojos—. Algunas personas de aquí creen o sospechan que... bueno... que eres una hereje.