22/02/2018, 08:21
Arashihime se inclinó hacia adelante en el asiento, apoyó los codos en las rodillas y juntó las manos. Miró a Ayame, y le dirigió una lánguida mirada acompañada de una sonrisa triste.
—¿Acaso es mentira? ¿Acaso soy otra cosa? Espero no olvidarlo nunca —dijo—. Pero ¿qué más da? Ellos no pueden hacerme nada, y Shiruuba, en realidad, me tiene miedo. Nos tiene miedo. Al fin y al cabo, para nosotros, el Infierno es inútil. No puede hacernos nada. —El tono de voz iba cambiando a medida que hablaba, de la amabilidad hacia la dureza fría como el hielo. Fue al Hielo, de hecho, al que dirigió la mirada después—. Esta es mi última petición, precisamente, compatriotas de Amegakure.
»Destruid el libro. Matad a Shiruuba. Acabad con la ilusión. Dejadnos morir, y sobretodo, liberad a la pobre gente que Shiruuba explota vilmente.
Se levantó y se acercó a la chimenea. Con los brazos detrás de la espalda, continuó antes de que ninguno de los tres tuviera que tirarle de la lengua para que lo hiciera:
—El Infierno, ¿eh? Sí, un nombre muy apropiado. ¿Sabéis lo que hay ahí? —dijo—. Decidme, ¿creéis que un Genjutsu de tal calibre puede mantenerse simplemente con la energía de una sóla persona?
Daruu, en el sofá, tragó saliva, se inclinó hacia adelante y se preparó para sentir el mayor ataque de odio que había sentido jamás hacia alguien. Entrecerró los ojos peligrosamente, imaginando decenas de escenarios. Ninguno de ellos fue peor del que estaba a punto de escuchar.
—Gente de rodillas. Encadenada. Con goteros y cables adaptados para el chakra enchufados por todo el cuerpo. —La voz de Arashihime temblaba. Daruu temblaba él entero—. Gente sufriendo, gente que ha olvidado que es... gente. Un rebaño humano de chakra para nutrirse. Esa es la verdadera cara de Shiruuba.
Se dio la vuelta.
—No es una Diosa. Es un Demonio.
Las piernas de Daruu casi respondieron con voluntad propia. Se levantó de un salto, apretando con fuerza los puños.
—¿Dónde está ese Infierno? —exigió.
Arashihime bajó la mirada, triste. Y sonrió.
—Bajo la ciudad. Protegido con una barrera de chakra. Imposible de romper... para un solo ninja. O quizás incluso para cuatro ninjas. —Se cruzó de brazos, ladeó el rostro y miró a Daruu—. A no ser que uno de los cuatro pudiera ver cuál es el punto donde el chakra fluye con menos fuerza, Hyūga.
»Ahora, deberíamos ser prudentes, sentarnos, y beber de nuestros refrescos, no vaya a ser que Shiruuba despierte y nos escuche conspirar. Si está esperando una intrusión, nunca podremos entrar.
—Bien. —Daruu se sentó y miró al infinito, con sus ojos clavados en un ladrillo concreto de la chimenea.
—¿Acaso es mentira? ¿Acaso soy otra cosa? Espero no olvidarlo nunca —dijo—. Pero ¿qué más da? Ellos no pueden hacerme nada, y Shiruuba, en realidad, me tiene miedo. Nos tiene miedo. Al fin y al cabo, para nosotros, el Infierno es inútil. No puede hacernos nada. —El tono de voz iba cambiando a medida que hablaba, de la amabilidad hacia la dureza fría como el hielo. Fue al Hielo, de hecho, al que dirigió la mirada después—. Esta es mi última petición, precisamente, compatriotas de Amegakure.
»Destruid el libro. Matad a Shiruuba. Acabad con la ilusión. Dejadnos morir, y sobretodo, liberad a la pobre gente que Shiruuba explota vilmente.
Se levantó y se acercó a la chimenea. Con los brazos detrás de la espalda, continuó antes de que ninguno de los tres tuviera que tirarle de la lengua para que lo hiciera:
—El Infierno, ¿eh? Sí, un nombre muy apropiado. ¿Sabéis lo que hay ahí? —dijo—. Decidme, ¿creéis que un Genjutsu de tal calibre puede mantenerse simplemente con la energía de una sóla persona?
Daruu, en el sofá, tragó saliva, se inclinó hacia adelante y se preparó para sentir el mayor ataque de odio que había sentido jamás hacia alguien. Entrecerró los ojos peligrosamente, imaginando decenas de escenarios. Ninguno de ellos fue peor del que estaba a punto de escuchar.
—Gente de rodillas. Encadenada. Con goteros y cables adaptados para el chakra enchufados por todo el cuerpo. —La voz de Arashihime temblaba. Daruu temblaba él entero—. Gente sufriendo, gente que ha olvidado que es... gente. Un rebaño humano de chakra para nutrirse. Esa es la verdadera cara de Shiruuba.
Se dio la vuelta.
—No es una Diosa. Es un Demonio.
Las piernas de Daruu casi respondieron con voluntad propia. Se levantó de un salto, apretando con fuerza los puños.
—¿Dónde está ese Infierno? —exigió.
Arashihime bajó la mirada, triste. Y sonrió.
—Bajo la ciudad. Protegido con una barrera de chakra. Imposible de romper... para un solo ninja. O quizás incluso para cuatro ninjas. —Se cruzó de brazos, ladeó el rostro y miró a Daruu—. A no ser que uno de los cuatro pudiera ver cuál es el punto donde el chakra fluye con menos fuerza, Hyūga.
»Ahora, deberíamos ser prudentes, sentarnos, y beber de nuestros refrescos, no vaya a ser que Shiruuba despierte y nos escuche conspirar. Si está esperando una intrusión, nunca podremos entrar.
—Bien. —Daruu se sentó y miró al infinito, con sus ojos clavados en un ladrillo concreto de la chimenea.