23/02/2018, 16:24
—A pie no llegaríamos a ningún sitio antes de perdernos, o morir de sed, o de cualquier otra cosa... —se lamentó Banadoru, bajando la mirada. Parecía descompuesto, quizá por la perspectiva de tener que quedarse allí a esperar la muerte, quizá por el hecho de que los soldados del Daimyō o los hombres de Hanzō suponían un peligro igualmente real.
De repente el profesor Rōshi se aclaró la garganta, atrayendo la atención de todos.
—Esto es una situación imprevista y excepcional que requiere de formas excepcionales —dijo, seguro de sí mismo—. Y sin embargo, la fortuna nos ha sonreído. ¿Se dan cuenta, caballeros? Y señora. Nosotros estamos aquí, supuestamente encerrados, mientras los hombres de ese tal Hanzō han sido pillados con las manos en la masa.
Gesticuló cada palabra para darle un sentido más vivo.
—¡Es nuestra oportunidad! Esos soldados de brillante armadura son nuestra salvación —no sonreía, pese a todo—. Nuestra expedición nunca tuvo como objetivo esta tumba. Los obreros, bajo el mando de ese canalla de rostro cicatricado, se rebelaron y nos obligaron a cambiar el rumbo... Hasta aquí. Para servir a... Sus codiciosos propósitos, claro. Así que nos entregamos, agradeciéndoles como los rescatadores que son, y nos escoltan de vuelta a Inaka.
Terminada su exposición, el profesor y director de la fallida expedición se cruzó de brazos y miró a los presentes.
—Es una historia coherente y con fundamento. Nadie dudaría de mi palabra.
De repente el profesor Rōshi se aclaró la garganta, atrayendo la atención de todos.
—Esto es una situación imprevista y excepcional que requiere de formas excepcionales —dijo, seguro de sí mismo—. Y sin embargo, la fortuna nos ha sonreído. ¿Se dan cuenta, caballeros? Y señora. Nosotros estamos aquí, supuestamente encerrados, mientras los hombres de ese tal Hanzō han sido pillados con las manos en la masa.
Gesticuló cada palabra para darle un sentido más vivo.
—¡Es nuestra oportunidad! Esos soldados de brillante armadura son nuestra salvación —no sonreía, pese a todo—. Nuestra expedición nunca tuvo como objetivo esta tumba. Los obreros, bajo el mando de ese canalla de rostro cicatricado, se rebelaron y nos obligaron a cambiar el rumbo... Hasta aquí. Para servir a... Sus codiciosos propósitos, claro. Así que nos entregamos, agradeciéndoles como los rescatadores que son, y nos escoltan de vuelta a Inaka.
Terminada su exposición, el profesor y director de la fallida expedición se cruzó de brazos y miró a los presentes.
—Es una historia coherente y con fundamento. Nadie dudaría de mi palabra.