25/02/2018, 12:56
Los académicos se miraron un momento, confusos, ante las respuestas de los ninjas. Probablemente no comprendían por qué querían complicarse la vida escapando como si fuesen fugitivos, mientras tenían la posibilidad de argumentar que todos habían sido traicionados por Hanzō y arrojados a aquel pozo a la fuerza por sus hombres. Aquel mismo hecho les causaría incluso más problemas a Rōshi y Banadoru, que tendrían —muy a su pesar— que explicar por qué los dos shinobi se habían dado a la fuga si también habían sido víctimas del motín y no habían participado en ninguna actividad criminal.
El director de la expedición así les expresó sus dudas.
—Hacia el Norte llegarán a las Llanuras de la Tempestad eterna, un paraje sumamente inhóspito y no menos peligroso que el propio Desierto —repuso el profesor—. Ninjas, deben entrar en razón. Lo mejor es que todos nos entreguemos y digamos que fuimos traicionados. Hubo un motín. Ni siquiera tenemos que decir que entramos en la tumba por nuestro propio pie... ¿Y si nos arrojaron directamente a este pozo, creyéndonos muertos, como hicieron con Jonaro-san? Tal vez nos drogaron igual que con Abudora Benimaru-san.
Banadoru, por su parte, parecía bastante nervioso. Sus ojos no paraban de ir del cadáver desangrado de Jonaro a la abertura en la boca del túnel que conducía hacia la superficie.
—Ay, ay, ay... Esto no va a salir bien... Esto no va a salir bien... Yo... Esto...
Su maestro y superior se volvió para reprenderle con severidad, manifestando sin quererlo que él también estaba realmente nervioso.
—Banadoru-kun, recompóngase, ¡hombre! —luego se volvió hacia los ninjas—. Ustedes hagan lo que crean oportuno. Pero, por lo que más quieran, ¡ayúdennos a salir de aquí! Esa pared es demasiado escarpada para dos hombres de libros.
El director de la expedición así les expresó sus dudas.
—Hacia el Norte llegarán a las Llanuras de la Tempestad eterna, un paraje sumamente inhóspito y no menos peligroso que el propio Desierto —repuso el profesor—. Ninjas, deben entrar en razón. Lo mejor es que todos nos entreguemos y digamos que fuimos traicionados. Hubo un motín. Ni siquiera tenemos que decir que entramos en la tumba por nuestro propio pie... ¿Y si nos arrojaron directamente a este pozo, creyéndonos muertos, como hicieron con Jonaro-san? Tal vez nos drogaron igual que con Abudora Benimaru-san.
Banadoru, por su parte, parecía bastante nervioso. Sus ojos no paraban de ir del cadáver desangrado de Jonaro a la abertura en la boca del túnel que conducía hacia la superficie.
—Ay, ay, ay... Esto no va a salir bien... Esto no va a salir bien... Yo... Esto...
Su maestro y superior se volvió para reprenderle con severidad, manifestando sin quererlo que él también estaba realmente nervioso.
—Banadoru-kun, recompóngase, ¡hombre! —luego se volvió hacia los ninjas—. Ustedes hagan lo que crean oportuno. Pero, por lo que más quieran, ¡ayúdennos a salir de aquí! Esa pared es demasiado escarpada para dos hombres de libros.