25/02/2018, 18:44
—No. No confiaría en nadie de este mundo falso —respondió Daruu—. Pero sé que puedo confiar en Kōri-sensei, y él está confiando en ella. Eso me basta.
Ayame torció el gesto. No podía estar tan segura sobre la afirmación de que su hermano estuviera confiando en aquella mujer. Él era, sobre todo, un ninja precavido, más experto que ellos y que no se dejaba llevar por las emociones. Y, por supuesto, aquella inexpresividad tan característica suya le ayudaba a no dejar entrever ni un atisbo de sospecha. Seguramente estuviera aprovechando la situación para recopilar toda la información que pudiera. Seguramente, en el fondo albergara las mismas dudas que ellos.
—Trae.
Daruu había apoyado la libreta en una de sus piernas y alargó la mano para tomar el lápiz que aún llevaba Ayame. Ella no opuso resistencia alguna, creyendo que querría añadir algo más a las notas. Pero lo que hizo fue apoyar el grafito sobre el papel, y desplazarlo de izquierda a derecha, tachando lo que había escrito.
—¡No...! —exclamó, acongojada.
—Este texto no es necesario, Ayame... —replicó él—. Saldremos de aquí. Saldremos de aquí. Te lo prometo. Confía en Kōri-sensei. Confía en mí. No moriremos en el altillo de una vieja con aires de grandeza.
Ella se mordió el labio inferior, pero terminó por asentir, casi a regañadientes. Con un movimiento casi lánguido pasó sus brazos alrededor del torso de Daruu y apoyó la cabeza en su pecho con un suspiro.
—Eso espero... Confío en vosotros, claro que lo hago. Pero tengo miedo. Esa mujer debe ser realmente poderosa para haber podido crear algo así... Y esa pobre gente... Nadie merece convertirse en un conejillo de Indias de esa manera... No quiero que ninguno de nosotros acabe como el...
Se interrumpió de golpe al recordar algo y sintió que el corazón se le congelaba en el pecho.
—Oye... ¿y si nos está escuchando o viendo ahora...? —susurró, como si aquello fuera a mitigar aquel error garrafal.
Ayame torció el gesto. No podía estar tan segura sobre la afirmación de que su hermano estuviera confiando en aquella mujer. Él era, sobre todo, un ninja precavido, más experto que ellos y que no se dejaba llevar por las emociones. Y, por supuesto, aquella inexpresividad tan característica suya le ayudaba a no dejar entrever ni un atisbo de sospecha. Seguramente estuviera aprovechando la situación para recopilar toda la información que pudiera. Seguramente, en el fondo albergara las mismas dudas que ellos.
—Trae.
Daruu había apoyado la libreta en una de sus piernas y alargó la mano para tomar el lápiz que aún llevaba Ayame. Ella no opuso resistencia alguna, creyendo que querría añadir algo más a las notas. Pero lo que hizo fue apoyar el grafito sobre el papel, y desplazarlo de izquierda a derecha, tachando lo que había escrito.
—¡No...! —exclamó, acongojada.
—Este texto no es necesario, Ayame... —replicó él—. Saldremos de aquí. Saldremos de aquí. Te lo prometo. Confía en Kōri-sensei. Confía en mí. No moriremos en el altillo de una vieja con aires de grandeza.
Ella se mordió el labio inferior, pero terminó por asentir, casi a regañadientes. Con un movimiento casi lánguido pasó sus brazos alrededor del torso de Daruu y apoyó la cabeza en su pecho con un suspiro.
—Eso espero... Confío en vosotros, claro que lo hago. Pero tengo miedo. Esa mujer debe ser realmente poderosa para haber podido crear algo así... Y esa pobre gente... Nadie merece convertirse en un conejillo de Indias de esa manera... No quiero que ninguno de nosotros acabe como el...
Se interrumpió de golpe al recordar algo y sintió que el corazón se le congelaba en el pecho.
—Oye... ¿y si nos está escuchando o viendo ahora...? —susurró, como si aquello fuera a mitigar aquel error garrafal.