25/02/2018, 23:02
Por primera vez en toda la noche, el sharingan de Datsue captó algo. Un deje de interés, que creció a rajatabla en cuanto el impostor dejó sus cartas sobre la mesa. Él tanteó la maravilla de la negociación y plantó cara al extranjero mientras se debatía en si era necesario dar el siguiente paso, o por el contrario, zanjar aquella peligrosa conversación de un sólo tajo. Porque, lo cierto es que aún no podía confiar en aquel hombre. Uno que, al encargarse de ese problema, no ganaba absolutamente nada. Que él supiera.
—Hay una raíz que quizás deba ser arrancada, nos interesa hacer que no germine más. Mala hierba que susurra a un buen hombre y le convence de no pagar sus deudas, haciéndole creer que nadie podrá llegar hasta él de no pasar encima suyo. El centinela, le llaman. ¿Ha oído hablar de él? —comenzó a jugar con un par de fichas en sus manos, aunque se le veía tembloroso—. sería un alivio para todos que esa ficha sea removida del tablero. Sería mucho más sencillo para todos, incluso para Shinzo, que lamentablemente se ha convertido en la marioneta de éste mercenario —y ahí, Datsue tendría que entender la información privilegiada que se le había compartido. Una información que, desde luego, esclarecía un poco el panorama y daba más sentido a todo aquello. Porque: ¿cómo un hombre tan querido por una comunidad, que no por ello significaba que fuese un buen tipo, se inmiscuía en tan turbios negocios? ¿es que quizás, El Estandarte del Hierro era tan sólo uno de los tantos enemigos que se había ganado Kojuro, tras los consejos de alguien superior?
De repente, el funcionario rió.
—No, sabe qué. Mejor déjelo. No creo que pueda usted ser capaz de lograrlo, y si así fuera, ¿por qué lo haría? ¿qué gana usted arriesgando el pellejo? y... ¿quién le ha contratado, si se puede saber?
Oh, sí. Lo era. Era fuerte. Akame pudo comprobarlo con su sharingan, que no se trataba de un tipo ordinario.
Luego, un puf y su mente se llenó de dudas. O de temor. O de ambas.
Aunque renuente, dejó atrás las dubitativas y explicó a Shinjaka la información que logró recolectar del reconocimiento del terreno. El aprendiz cabeceó mientras iba señalándole las zonas más pobladas, y asintió en cuanto compartió la extrañeza que le generaba el que aquel hombre se encontrase en alguno de aquellos dos sectores.
Quizás resulte extraño para nosotros, aunque no para ellos. Lo he dicho antes, Tanzaku se ha convertido en un bastión infranqueable durante meses, y puede que haya funcionarios colaborando para que ese tipo de muestra de protección que viste no resulte ser un problema para nadie. Pero bueno, nada es seguro hasta que sepamos lo que tu hermano haya podido averiguar. Que por cierto, se está tomando su buen tiem...
La puerta de la cabaña se abrió en súbito, con una Meiharu agitada.
—Es Datsue. Le han descubierto...
—Hay una raíz que quizás deba ser arrancada, nos interesa hacer que no germine más. Mala hierba que susurra a un buen hombre y le convence de no pagar sus deudas, haciéndole creer que nadie podrá llegar hasta él de no pasar encima suyo. El centinela, le llaman. ¿Ha oído hablar de él? —comenzó a jugar con un par de fichas en sus manos, aunque se le veía tembloroso—. sería un alivio para todos que esa ficha sea removida del tablero. Sería mucho más sencillo para todos, incluso para Shinzo, que lamentablemente se ha convertido en la marioneta de éste mercenario —y ahí, Datsue tendría que entender la información privilegiada que se le había compartido. Una información que, desde luego, esclarecía un poco el panorama y daba más sentido a todo aquello. Porque: ¿cómo un hombre tan querido por una comunidad, que no por ello significaba que fuese un buen tipo, se inmiscuía en tan turbios negocios? ¿es que quizás, El Estandarte del Hierro era tan sólo uno de los tantos enemigos que se había ganado Kojuro, tras los consejos de alguien superior?
De repente, el funcionario rió.
—No, sabe qué. Mejor déjelo. No creo que pueda usted ser capaz de lograrlo, y si así fuera, ¿por qué lo haría? ¿qué gana usted arriesgando el pellejo? y... ¿quién le ha contratado, si se puede saber?
. . .
Oh, sí. Lo era. Era fuerte. Akame pudo comprobarlo con su sharingan, que no se trataba de un tipo ordinario.
Luego, un puf y su mente se llenó de dudas. O de temor. O de ambas.
Aunque renuente, dejó atrás las dubitativas y explicó a Shinjaka la información que logró recolectar del reconocimiento del terreno. El aprendiz cabeceó mientras iba señalándole las zonas más pobladas, y asintió en cuanto compartió la extrañeza que le generaba el que aquel hombre se encontrase en alguno de aquellos dos sectores.
Quizás resulte extraño para nosotros, aunque no para ellos. Lo he dicho antes, Tanzaku se ha convertido en un bastión infranqueable durante meses, y puede que haya funcionarios colaborando para que ese tipo de muestra de protección que viste no resulte ser un problema para nadie. Pero bueno, nada es seguro hasta que sepamos lo que tu hermano haya podido averiguar. Que por cierto, se está tomando su buen tiem...
La puerta de la cabaña se abrió en súbito, con una Meiharu agitada.
—Es Datsue. Le han descubierto...