26/02/2018, 21:35
Los jinetes intercambiaron miradas recelosas al ver las figuras de Aiko y Datsue; sin duda eran hombres versados en el campo de batalla que reconocían a dos civiles indefensos cuando los veían... Y aquellos chicos no lo eran.
Sin embargo, el aspecto exahusto y aterrado de Rōshi y Banadoru —unido al semblante característicamente regio del primero— acabaron pesando más en la balanza. A las explicaciones de Datsue y Aiko, el director de la fallida expedición se apresuró a añadir.
—Muten Rōshi, profesor de Historia de la Escuela de Taikarune y director de esta expedición antes de que fuese saboteada —se presentó, ajustándose sus gafas cubiertas de polvo y tierra—. Como bien dicen estos muchachos, sufrimos un motín. Mis trabajadores nos drogaron, ataron y obligaron a conducirles hasta aquí...
Uno de los soldados se dio media vuelta y, tirando de las riendas de su caballo, volvió a donde estaban los demás, en el campamento. El jinete restante les indicó con un gesto de su mano que no se movieran, mientras lanzaba imperiosas miradas a su compañero.
Minutos después el jinete volvía con media docena de soldados más. La cuadrilla escoltó a los muchachos y a los profesores hasta el campamento, donde les ofrecieron comida y bebida —la suya propia, claro—. Mientras el resto de los hombres del Daimyō hacinaba a los presos junto a los carromatos y otros tantos peinaban los alrededores en busca de prófugos, Rōshi se deshizo en explicaciones para con el que parecía ser el capitán del regimiento.
Al final los soldados quedaron complacidos con la versión del profesor, que aseguraba que él nada había sabido de aquella localización antes de que sus propios trabajadores —bajo el mando de Hanzō— se amotinaran y tomasen el control de la expedición. Ni siquiera interrogaron a los ninjas, sino que les dijeron que domirían allí esa noche para volver a Inaka al día siguiente.
La comitiva —esta vez, muy distinta que la que llegara al lugar— partió con la primera luz del alba. El trayecto fue considerablemente más rápido que en la ocasión anterior, pues los caballos de los soldados eran veloces y fuertes.
Llegaron a Inaka al anochecer. Los soldados insistieron en llevar a Muten Rōshi y a su profesor adjunto frente al Daimyō, mientras que los ninjas quedaron libres para hacer lo que considerasen oportuno con sus vidas.
Sin embargo, el aspecto exahusto y aterrado de Rōshi y Banadoru —unido al semblante característicamente regio del primero— acabaron pesando más en la balanza. A las explicaciones de Datsue y Aiko, el director de la fallida expedición se apresuró a añadir.
—Muten Rōshi, profesor de Historia de la Escuela de Taikarune y director de esta expedición antes de que fuese saboteada —se presentó, ajustándose sus gafas cubiertas de polvo y tierra—. Como bien dicen estos muchachos, sufrimos un motín. Mis trabajadores nos drogaron, ataron y obligaron a conducirles hasta aquí...
Uno de los soldados se dio media vuelta y, tirando de las riendas de su caballo, volvió a donde estaban los demás, en el campamento. El jinete restante les indicó con un gesto de su mano que no se movieran, mientras lanzaba imperiosas miradas a su compañero.
Minutos después el jinete volvía con media docena de soldados más. La cuadrilla escoltó a los muchachos y a los profesores hasta el campamento, donde les ofrecieron comida y bebida —la suya propia, claro—. Mientras el resto de los hombres del Daimyō hacinaba a los presos junto a los carromatos y otros tantos peinaban los alrededores en busca de prófugos, Rōshi se deshizo en explicaciones para con el que parecía ser el capitán del regimiento.
Al final los soldados quedaron complacidos con la versión del profesor, que aseguraba que él nada había sabido de aquella localización antes de que sus propios trabajadores —bajo el mando de Hanzō— se amotinaran y tomasen el control de la expedición. Ni siquiera interrogaron a los ninjas, sino que les dijeron que domirían allí esa noche para volver a Inaka al día siguiente.
La comitiva —esta vez, muy distinta que la que llegara al lugar— partió con la primera luz del alba. El trayecto fue considerablemente más rápido que en la ocasión anterior, pues los caballos de los soldados eran veloces y fuertes.
Llegaron a Inaka al anochecer. Los soldados insistieron en llevar a Muten Rōshi y a su profesor adjunto frente al Daimyō, mientras que los ninjas quedaron libres para hacer lo que considerasen oportuno con sus vidas.