27/02/2018, 08:32
La mirada del herrero quedó fija en el horizonte, buscando unos horrores que sólo existían dentro de su cabeza. Sus ojos subieron y se pusieron casi en blanco, y abrió la boca como si se quisiera beber todo el aire. Soltó el arma, que cayó al suelo con un buen golpe seco.
Dentro de la pesadilla, el hombre balbuceó un par de veces hasta que logró articular las palabras:
—Está bien... por favor... detén esto... monstruo...
Si Akame decidía acabar con la hipnosis, el herrero miraría a Akame con una mezcla de odio y miedo. Se agacharía, sin dejar de mirarlo, para recoger su garrote pinchudo, y se alejaría, dándole la espalda, hacia el interior de la herrería.
—Renka-chan —dijo—. ¡Renka-chan! Vete con el tito Wanko, y dile, por favor, que estoy indispuesto y que voy a tardar un poco más en salir a verle.
La niña salió de la herrería asomándose tímidamente y le dedicó a su padre una mirada suplicante. Luego a Datsue y a Akame, cargada del odio y el rencor más absoluto. Luego, de nuevo una mirada suplicante a su padre.
—Vale...
La niña salió corriendo en otra dirección.
—Pasad. Hace mucho calor, pero es lo que hay. Tengo la fragua y la cocina en el piso de abajo. Ahora os subo un poco de sopa y un botiquín para tratar a ese otro.
Por la estructura del edificio, Akame entendió que tenía tres pisos. En el sótano, como había dicho el hombre, estaban la fragua y la cocina. En la planta baja, sólo había una mesa cuadrada con hasta cinco sillas, un sillón viejo y una sobria decoración. Arriba debían de estar los dormitorios.
El herrero bajó al piso inferior. Primero subió con un botiquín. El contraste fue bien agradecido, porque de paso, había dejado su arma abajo. Al cabo de un tiempo, subió con tres boles de sopa de verduras. Para aquél entonces Datsue ya habría despertado.
Los dejó, metódicamente, en forma de triángulo en la mesa, y él tomó asiento en uno de los vértices. Se cruzó de brazos, y les echó una larga mirada.
—Ahora, decidme: ¿qué hacen dos shinobi en este lugar en el culo del mundo? —dijo—. ¿Sabéis los problemas en los que nos vais a meter?
Dentro de la pesadilla, el hombre balbuceó un par de veces hasta que logró articular las palabras:
—Está bien... por favor... detén esto... monstruo...
«Aprendes bien, Akame-kun... JIAJIAJIA...»
Si Akame decidía acabar con la hipnosis, el herrero miraría a Akame con una mezcla de odio y miedo. Se agacharía, sin dejar de mirarlo, para recoger su garrote pinchudo, y se alejaría, dándole la espalda, hacia el interior de la herrería.
—Renka-chan —dijo—. ¡Renka-chan! Vete con el tito Wanko, y dile, por favor, que estoy indispuesto y que voy a tardar un poco más en salir a verle.
La niña salió de la herrería asomándose tímidamente y le dedicó a su padre una mirada suplicante. Luego a Datsue y a Akame, cargada del odio y el rencor más absoluto. Luego, de nuevo una mirada suplicante a su padre.
—Vale...
La niña salió corriendo en otra dirección.
—Pasad. Hace mucho calor, pero es lo que hay. Tengo la fragua y la cocina en el piso de abajo. Ahora os subo un poco de sopa y un botiquín para tratar a ese otro.
Por la estructura del edificio, Akame entendió que tenía tres pisos. En el sótano, como había dicho el hombre, estaban la fragua y la cocina. En la planta baja, sólo había una mesa cuadrada con hasta cinco sillas, un sillón viejo y una sobria decoración. Arriba debían de estar los dormitorios.
El herrero bajó al piso inferior. Primero subió con un botiquín. El contraste fue bien agradecido, porque de paso, había dejado su arma abajo. Al cabo de un tiempo, subió con tres boles de sopa de verduras. Para aquél entonces Datsue ya habría despertado.
Los dejó, metódicamente, en forma de triángulo en la mesa, y él tomó asiento en uno de los vértices. Se cruzó de brazos, y les echó una larga mirada.
—Ahora, decidme: ¿qué hacen dos shinobi en este lugar en el culo del mundo? —dijo—. ¿Sabéis los problemas en los que nos vais a meter?
![[Imagen: MsR3sea.png]](https://i.imgur.com/MsR3sea.png)
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