28/02/2018, 02:00
—Ya me lo imaginaba. Hacía muchas preguntas —aunque antes de que Etsu pudiera irse del todo, Toeru le sostuvo del brazo con fuerza. Y calló, durante tres largos y eternos segundos—. yo me ocupo. Pero encárgate tú de la zorra de Meiharu. Ha salido corriendo como una rata y la he mandado a seguir. Si la puta estaba con la cobra, seguro iba a avisarle a alguien... y entenderás que mis hombres suelen crecerse cuando ven buenas oportunidades.
Le dejó el brazo libre y comenzó a subir por las escaleras, con esa malvada y grasienta sonrisa suya.
Si sacaba bien las cuentas, tendría no más de cuatro minutos para abandonar el Molino Rojo.
Ella paseó, imaginativa, por el pequeño desliz de historia entre Akame y Datsue. Quiso recrear aquellas aventuras, y por alguna razón también quiso ser partícipe de ellas. Porque, la cotidianidad de su vida y de su profesión no eran dignas para una mujer como ella, que alguna vez había enfrentado la vida con garra y fiereza. Por un momento, se sintió decepcionada de sí misma y continuó escuchando.
Akame le volvería a sorprender luego, sin embargo, con cavilaciones mucho más banales. Que su razón de ser era la de experimentar el camino del ninja, una y otra vez, sin querer saber lo que hay detrás del umbral que se esconde tras su horizonte.
Meiharu sonrió, tímida y con los ojos iluminados.
—¿Entonces, estás preparado para morir? ¿si en éste instante una espada atravesase tu corazón, recibirías a la parca con una sonrisa?
Pero Akame no tendría tiempo de responder a tan interesante pregunta, cuando sintió el escandaloso estruendo seco que inundó toda la habitación. Algo había chocado contra la puerta, y de milagro que no la tumbó. Luego, un grito de inconfundible dolor.
—¡Aaaaaargh! ¡Malnacido! ¡ARGGGGGGGGH!
Le dejó el brazo libre y comenzó a subir por las escaleras, con esa malvada y grasienta sonrisa suya.
Si sacaba bien las cuentas, tendría no más de cuatro minutos para abandonar el Molino Rojo.
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Ella paseó, imaginativa, por el pequeño desliz de historia entre Akame y Datsue. Quiso recrear aquellas aventuras, y por alguna razón también quiso ser partícipe de ellas. Porque, la cotidianidad de su vida y de su profesión no eran dignas para una mujer como ella, que alguna vez había enfrentado la vida con garra y fiereza. Por un momento, se sintió decepcionada de sí misma y continuó escuchando.
Akame le volvería a sorprender luego, sin embargo, con cavilaciones mucho más banales. Que su razón de ser era la de experimentar el camino del ninja, una y otra vez, sin querer saber lo que hay detrás del umbral que se esconde tras su horizonte.
Meiharu sonrió, tímida y con los ojos iluminados.
—¿Entonces, estás preparado para morir? ¿si en éste instante una espada atravesase tu corazón, recibirías a la parca con una sonrisa?
Pero Akame no tendría tiempo de responder a tan interesante pregunta, cuando sintió el escandaloso estruendo seco que inundó toda la habitación. Algo había chocado contra la puerta, y de milagro que no la tumbó. Luego, un grito de inconfundible dolor.
—¡Aaaaaargh! ¡Malnacido! ¡ARGGGGGGGGH!