28/02/2018, 03:52
(Última modificación: 28/02/2018, 03:53 por Uchiha Datsue.)
Datsue nadaba en la oscuridad. Flotaba, suspendido en el vacío más absoluto.
Pero entre tanta oscuridad, una pequeña luz, un diminuto punto cada vez más nítido y claro. Veía una pequeña caja al otro lado de la luz. El rostro de un joven escuálido con la nariz partida. Unas vendas girando alrededor de su cabeza…
Una habitación, con cinco sillas y una mesa. A Akame. Al Herrero, trayendo comida.
No entendía lo que había ocurrido, o cómo había pasado de caer inconsciente a levantarse en lo que parecía ser la casa del herrero con la cabeza vendada. Lo que estaba claro, es que había recibido un buen golpe, porque le dolía la cabeza que daba gusto. Sospechaba que había sido el propio herrero el responsable de aquello, como también tenía la certeza de que su Hermano se había encargado de todo, controlando la situación.
Por el momento, con saber aquello le bastaría.
Datsue acercó una mano, hambriento, hacia uno de los boles con sopa de verduras que el herrero había dejado en la mesa.
—Gracias, herrero-san, pero no tenemos hambre.
La mano de Datsue se quedó a medio camino, como un kusareño indeciso a pocos metros de la mujer que le gusta. Fragmentos lejanos le llegaron a la memoria. Imágenes sueltas de Yakisoba —o Zoku, más bien—, ofreciéndoles un bocadillo. Imágenes de él comiéndoselo, y de lo que sucedía a continuación. Y la confesión, tan fría como dura, de Zoku al confesar que había asesinado a Gouna envenenando su bebida. Así de fácil y sencillo había sido matar a una de las mujeres más poderosas de todo Oonindo.
A Datsue se le cerró el estómago, y volvió a reclinarse sobre el respaldo. «Qué coño, pero si ni siquiera tengo hambre de verdad. Tan solo es Raito, jugando conmigo con su Genjutsu». Era sorprendente la facilidad que tenía para olvidarse de que estaba dentro de una ilusión. De que aquello no era real. Probablemente, no sería la última vez.
Tratando de palparse la herida por encima de la venda, todavía sumido en dolor, dejó que Akame y el herrero llevasen el peso de la conversación, hasta que, en un momento dado, tuvo que intervenir.
—¿Cuál es tu nombre?
—¿Y por qué coño me atacaste? —preguntó a continuación, con gesto dolorido e indignado al mismo tiempo. A medida que su cabeza se iba despejando, cada vez tenía más claro que había sido él.
Pero entre tanta oscuridad, una pequeña luz, un diminuto punto cada vez más nítido y claro. Veía una pequeña caja al otro lado de la luz. El rostro de un joven escuálido con la nariz partida. Unas vendas girando alrededor de su cabeza…
Una habitación, con cinco sillas y una mesa. A Akame. Al Herrero, trayendo comida.
No entendía lo que había ocurrido, o cómo había pasado de caer inconsciente a levantarse en lo que parecía ser la casa del herrero con la cabeza vendada. Lo que estaba claro, es que había recibido un buen golpe, porque le dolía la cabeza que daba gusto. Sospechaba que había sido el propio herrero el responsable de aquello, como también tenía la certeza de que su Hermano se había encargado de todo, controlando la situación.
Por el momento, con saber aquello le bastaría.
Datsue acercó una mano, hambriento, hacia uno de los boles con sopa de verduras que el herrero había dejado en la mesa.
—Gracias, herrero-san, pero no tenemos hambre.
La mano de Datsue se quedó a medio camino, como un kusareño indeciso a pocos metros de la mujer que le gusta. Fragmentos lejanos le llegaron a la memoria. Imágenes sueltas de Yakisoba —o Zoku, más bien—, ofreciéndoles un bocadillo. Imágenes de él comiéndoselo, y de lo que sucedía a continuación. Y la confesión, tan fría como dura, de Zoku al confesar que había asesinado a Gouna envenenando su bebida. Así de fácil y sencillo había sido matar a una de las mujeres más poderosas de todo Oonindo.
A Datsue se le cerró el estómago, y volvió a reclinarse sobre el respaldo. «Qué coño, pero si ni siquiera tengo hambre de verdad. Tan solo es Raito, jugando conmigo con su Genjutsu». Era sorprendente la facilidad que tenía para olvidarse de que estaba dentro de una ilusión. De que aquello no era real. Probablemente, no sería la última vez.
Tratando de palparse la herida por encima de la venda, todavía sumido en dolor, dejó que Akame y el herrero llevasen el peso de la conversación, hasta que, en un momento dado, tuvo que intervenir.
—¿Cuál es tu nombre?
—¿Y por qué coño me atacaste? —preguntó a continuación, con gesto dolorido e indignado al mismo tiempo. A medida que su cabeza se iba despejando, cada vez tenía más claro que había sido él.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado