28/02/2018, 08:25
Kōri les saludó con una frialdad extrema incluso para sus propios estándares. Eso fue todo lo que pasó, un saludo. Y sin embargo, en lo más profundo de su alma, había un sensor de peligro cuyos niveles habían llegado hasta arriba del todo, rompiendo el cristal del medidor. Cuando el Hielo pasó a su lado, sintió como todas sus extremidades se entumecían por un frío que no sentía desde hacía mucho, mucho tiempo, y que sólo se podía encontrar más al norte de Yukio. El jōnin se limitó a bajar las escaleras, como si nada.
—A... ¿Ahora... qué hacemos...? ¿Cómo... cómo bajamos ahí...? N... nos va a...
Daruu, todavía doblado en forma de ele, cayó al suelo. Consiguió poner los brazos por delante antes de partirse los dientes contra la madera. Se levantó.
—Yo voy a bajar ahí, voy a dar los buenos días, me voy a comer un croissant, que sin duda será el mejor que me habré comido en toda mi vida —dijo, sacudiéndose el pantalón—, y voy a intentar olvidar esta sensación acercándome todo lo posible a la chimenea.
Anteponiéndose a su sentido de la supervivencia más primitivo, Daruu bajó los escalones uno a uno. Tampoco con mucha prisa, para qué nos vamos a engañar.
Dio los buenos días a Arashihime también, que ya estaba abajo y les había preparado el desayuno a todos. Daruu se preguntó si aquello era verdad, si la mujer les había preparado el desayuno —cosa que no dijo en ningún momento—, o si simplemente el desayuno ya estaba allí cuando uno bajaba del primer piso. El muchacho llegó a la conclusión de que sin duda sería lo primero cuando a uno le apetecía cocinar, y lo segundo cuando a uno no le apetecía mover ni un pelo.
Le pegó un bocado a su tan anelado croissant.
—Y bien, ¿qué vais a hacer hoy? Por favor, por favor, reservadme otro hueco esta tarde. ¡Quiero seguir oyendo más historias de Amegakure! —fingió Arashihime, y clavó sus ojos en Kōri.
—A... ¿Ahora... qué hacemos...? ¿Cómo... cómo bajamos ahí...? N... nos va a...
Daruu, todavía doblado en forma de ele, cayó al suelo. Consiguió poner los brazos por delante antes de partirse los dientes contra la madera. Se levantó.
—Yo voy a bajar ahí, voy a dar los buenos días, me voy a comer un croissant, que sin duda será el mejor que me habré comido en toda mi vida —dijo, sacudiéndose el pantalón—, y voy a intentar olvidar esta sensación acercándome todo lo posible a la chimenea.
Anteponiéndose a su sentido de la supervivencia más primitivo, Daruu bajó los escalones uno a uno. Tampoco con mucha prisa, para qué nos vamos a engañar.
Dio los buenos días a Arashihime también, que ya estaba abajo y les había preparado el desayuno a todos. Daruu se preguntó si aquello era verdad, si la mujer les había preparado el desayuno —cosa que no dijo en ningún momento—, o si simplemente el desayuno ya estaba allí cuando uno bajaba del primer piso. El muchacho llegó a la conclusión de que sin duda sería lo primero cuando a uno le apetecía cocinar, y lo segundo cuando a uno no le apetecía mover ni un pelo.
Le pegó un bocado a su tan anelado croissant.
—Y bien, ¿qué vais a hacer hoy? Por favor, por favor, reservadme otro hueco esta tarde. ¡Quiero seguir oyendo más historias de Amegakure! —fingió Arashihime, y clavó sus ojos en Kōri.