1/03/2018, 19:00
(Última modificación: 1/03/2018, 19:05 por Umikiba Kaido.)
Lo que no entendían Akame y Datsue, sin embargo, es que lo que menos necesitaba aquella frágil dama era que la apabullaran con interrogantes. Los nervios tan solo le harían más mella y seria cuestión de tiempo para que colapsase emocionalmente. Ella no era un ninja. Bien haber recibido la marca no le eximía de sucumbir a ese tipo de situaciones para la que ellos —y a duras penas— estaban entrenados.
Respiró profundamente y observó a dolorida a Shinjaka. Y por alguna razón, una frágil calma le invadió, el tiempo suficiente como para poder maquinar acerca de las tribulaciones de los hermanos.
Y es que médicos podía haber muchos en la capital, pero: en cuál de ellos podían confiarle tan sospechosa tarea de arriesgar su pellejo como para salvarle?
Solo alguien podía hacerlo. Y no era un médico, precisamente.
—yo.. yo trastabillo, solloza—. conozco a alguien. Pero dejadme ir yo a buscarle, puedo moverme con facilidad sin que sospechen de mi. Volveré pronto, y por favor... no dejéis que muera.
Le dio un beso al aprendiz en su mejilla, colorada por manchones de sangre, y salió de la cabaña para perderse en las calles de Tanzaku.
Akame y Datsue quedaron en soledad junto al aprendiz de Soroku, que respiraba aun aunque inconsciente. La herida continuaba filtrando sangre, así que algo tendrían que hacer para sopesar el tiempo. Y tambien, tenían mucho de qué hablar.
Respiró profundamente y observó a dolorida a Shinjaka. Y por alguna razón, una frágil calma le invadió, el tiempo suficiente como para poder maquinar acerca de las tribulaciones de los hermanos.
Y es que médicos podía haber muchos en la capital, pero: en cuál de ellos podían confiarle tan sospechosa tarea de arriesgar su pellejo como para salvarle?
Solo alguien podía hacerlo. Y no era un médico, precisamente.
—yo.. yo trastabillo, solloza—. conozco a alguien. Pero dejadme ir yo a buscarle, puedo moverme con facilidad sin que sospechen de mi. Volveré pronto, y por favor... no dejéis que muera.
Le dio un beso al aprendiz en su mejilla, colorada por manchones de sangre, y salió de la cabaña para perderse en las calles de Tanzaku.
Akame y Datsue quedaron en soledad junto al aprendiz de Soroku, que respiraba aun aunque inconsciente. La herida continuaba filtrando sangre, así que algo tendrían que hacer para sopesar el tiempo. Y tambien, tenían mucho de qué hablar.