1/03/2018, 19:11
«¿Ir tú a buscarle? ¿Moverte sin ser detectada? Como si no lo hubieran hecho ya, probablemente... ¡Maldita ramera, si de seguro eres tú la causante de esto!»
Akame decidió guardarse aquellos pensamientos para sí, ya que no aportarían nada a la situación; más bien la complicarían. Con un sencillo asentimiento se limitó a dar su visto bueno para que Meiharu saliera en busca de ayuda mientras ellos dos se quedaban allí, con Shinjaka medio muerto y con el sicario atado de pies y manos, inconsciente.
—Esperemos que no nos traiga a un maldito batallón detrás suya —masculló el Uchiha.
Así pues, el uzujin se movió por la precaria choza, ágil, buscando algo que pudieran usar para limpiar y vendar la herida provisionalmente. Lo acabó encontrando tras no mucho hurgar entre los diversos chismes que había allí —que tampoco eran muchos—; un par de trozos de tela más o menos limpios, un balde que llenó de agua del grifo y un cojín con el que alzar ligeramente la cabeza del moribundo.
Mientras Akame preparaba todo para limpiar la herida, le trasladó sus averiguaciones a su Hermano. Contó todo; cómo Shinjaka le había llevado a la vivienda de uno de los guardias más recientes de Shinzo, lo que allí había encontrado y, finalmente, las direcciones apuntadas en el documento. Le puso en detalles sobre cómo dos de ellas parecían estar vigiladas, y le habló también, en concreto, del tipejo de la cicatriz en el cuello y el poderoso chakra que custodiaba una de ellas.
—Así que nuestro querido amigo Shinzo-san se ha procurado la protección de un ninja. Y no uno débil, precisamente. Esto va a estar mucho más jodido de lo que pensamos... Aunque supongo que entre los dos podríamos meterle las katanas por el culo sin mucha dificultad —acabó agregando, con un deje de orgullo, pero lo cierto era que no estaba tan seguro.
—Además, tengo a ese —apuntó, señalando al sicario que todavía yacía inconsciente—. Es el que apuñaló aquí a tu colega. Cuando despierte podríamos hacerle algunas preguntitas.
Akame decidió guardarse aquellos pensamientos para sí, ya que no aportarían nada a la situación; más bien la complicarían. Con un sencillo asentimiento se limitó a dar su visto bueno para que Meiharu saliera en busca de ayuda mientras ellos dos se quedaban allí, con Shinjaka medio muerto y con el sicario atado de pies y manos, inconsciente.
—Esperemos que no nos traiga a un maldito batallón detrás suya —masculló el Uchiha.
Así pues, el uzujin se movió por la precaria choza, ágil, buscando algo que pudieran usar para limpiar y vendar la herida provisionalmente. Lo acabó encontrando tras no mucho hurgar entre los diversos chismes que había allí —que tampoco eran muchos—; un par de trozos de tela más o menos limpios, un balde que llenó de agua del grifo y un cojín con el que alzar ligeramente la cabeza del moribundo.
Mientras Akame preparaba todo para limpiar la herida, le trasladó sus averiguaciones a su Hermano. Contó todo; cómo Shinjaka le había llevado a la vivienda de uno de los guardias más recientes de Shinzo, lo que allí había encontrado y, finalmente, las direcciones apuntadas en el documento. Le puso en detalles sobre cómo dos de ellas parecían estar vigiladas, y le habló también, en concreto, del tipejo de la cicatriz en el cuello y el poderoso chakra que custodiaba una de ellas.
—Así que nuestro querido amigo Shinzo-san se ha procurado la protección de un ninja. Y no uno débil, precisamente. Esto va a estar mucho más jodido de lo que pensamos... Aunque supongo que entre los dos podríamos meterle las katanas por el culo sin mucha dificultad —acabó agregando, con un deje de orgullo, pero lo cierto era que no estaba tan seguro.
—Además, tengo a ese —apuntó, señalando al sicario que todavía yacía inconsciente—. Es el que apuñaló aquí a tu colega. Cuando despierte podríamos hacerle algunas preguntitas.