8/03/2018, 12:54
(Última modificación: 8/03/2018, 12:59 por Aotsuki Ayame.)
Daruu, que se había quedado en la línea que separaba el agua de la tierra, se agachó hasta coger una piedra.
—No puedo creer que estés empezando a aceptar a esa hija de puta como una diosa, Kōri-sensei —replicó el muchacho—. Yo todavía no he perdido la esperanza. Además, probablemente envíe allí a todo aquél que ella considere una amenaza para sí misma o simplemente que la contradiga. Estoy deseando que venga a por mí para partirle la cabeza con una de estas piedras.
Agitó el brazo súbitamente y lanzó la piedra en un perfecto arco horizontal. El canto rodado rebotó un par de veces contra la superficie del agua, antes de que las olas terminaran por engullirla.
Tal y como Shiruuba engullía sus esperanzas a cada minuto que pasaba.
—Cuanto antes lo aceptemos, será mejor para todos, Daruu-kun —respondió Kōri, tan sereno como una lámina de hielo sobre el agua—. No hay manera de salir de aquí, estamos muertos ya. Al menos no parece que se viva mal en este lugar.
Ayame no pudo evitar mirarle con horror al escuchar sus palabras, pero su hermano no le devolvió la mirada. Estaba comenzando a sentirse tan confusa que estaba dejando de discernir la difusa línea entre la verdad y el disimulo. ¿Y si terminaba convencido de verdad? ¿Y si de verdad no encontraban el modo de salir de allí y terminaban encerrados en aquella realidad alternativa, condenados a terminar aceptándolo y perder sus recuerdos? ¿Se verían obligados a escoger una casa, seguramente cerca de Arashihime, para vivir en ella de la forma más normal posible?
«No... nunca será "normal".» Añadió para sí.
—Estoy deseando volver a ver a mamá —añadió Daruu en voz alta.
Y Ayame se abrazó las rodillas y enterró la cabeza entre ellas. Cerró los ojos, dejando que la brisa del mar enredara sus dedos entre sus cabellos como si la estuviera reconfortando.
«Lo haremos... Tenemos que hacerlo. Tenemos que salir de aquí. ¿Pero y si...?»
Sus pensamientos iban y venían entre la determinación y el terror, como el péndulo de un reloj. Y aún quedaba un largo medio día por delante.
—No puedo creer que estés empezando a aceptar a esa hija de puta como una diosa, Kōri-sensei —replicó el muchacho—. Yo todavía no he perdido la esperanza. Además, probablemente envíe allí a todo aquél que ella considere una amenaza para sí misma o simplemente que la contradiga. Estoy deseando que venga a por mí para partirle la cabeza con una de estas piedras.
Agitó el brazo súbitamente y lanzó la piedra en un perfecto arco horizontal. El canto rodado rebotó un par de veces contra la superficie del agua, antes de que las olas terminaran por engullirla.
Tal y como Shiruuba engullía sus esperanzas a cada minuto que pasaba.
—Cuanto antes lo aceptemos, será mejor para todos, Daruu-kun —respondió Kōri, tan sereno como una lámina de hielo sobre el agua—. No hay manera de salir de aquí, estamos muertos ya. Al menos no parece que se viva mal en este lugar.
Ayame no pudo evitar mirarle con horror al escuchar sus palabras, pero su hermano no le devolvió la mirada. Estaba comenzando a sentirse tan confusa que estaba dejando de discernir la difusa línea entre la verdad y el disimulo. ¿Y si terminaba convencido de verdad? ¿Y si de verdad no encontraban el modo de salir de allí y terminaban encerrados en aquella realidad alternativa, condenados a terminar aceptándolo y perder sus recuerdos? ¿Se verían obligados a escoger una casa, seguramente cerca de Arashihime, para vivir en ella de la forma más normal posible?
«No... nunca será "normal".» Añadió para sí.
—Estoy deseando volver a ver a mamá —añadió Daruu en voz alta.
Y Ayame se abrazó las rodillas y enterró la cabeza entre ellas. Cerró los ojos, dejando que la brisa del mar enredara sus dedos entre sus cabellos como si la estuviera reconfortando.
«Lo haremos... Tenemos que hacerlo. Tenemos que salir de aquí. ¿Pero y si...?»
Sus pensamientos iban y venían entre la determinación y el terror, como el péndulo de un reloj. Y aún quedaba un largo medio día por delante.