12/03/2018, 00:14
(Última modificación: 12/03/2018, 00:18 por Inuzuka Nabi.)
Riko, una vez recuperado de sus errores de calculo, se alejó lo suficiente como para que la katana no pudiese hincarse en su carne más. Llevado por un acceso de ira levantó un muro de agua de varios metros de altura y anchura que avanzaba implacable arrastrando consigo no solo al hombre, que había sido incapaz de esquivarlo, sino toda la vegetación que ofreciera demasiada resistencia.
Con esa fuerza, era capaz incluso de arrancar arboles que se acumulaban dentro de la masa de agua hasta que esta perdiera fuerza y los dejase caer al suelo. Tal vez el shinobi no había calculado la magnitud de su ataque, tal vez no le preocuparan demasiado los daños medioambientales, pero Shin Fu podía tener una opinión distinta. En el tiempo que había estado desaparecido había soltado a los caballos y tras poner el cuerpo inerte de la kunoichi encima de uno de los caballos los había alejado a los dos del lugar, ya que si querían impedirles la huida serían las primeras victimas. Y él no estaba para comprar caballos nuevos.
La primera idea que cruzó su mente al ver la enorme ola aparecida de la nada trayendo en su dirección troncos de arboles arrancados fue que había tenido suerte de que le asignasen niños y no ninjas adultos y poderosos.
La ola avanzó llevándose todo lo que podía y lo que no podía por lo menos lo movía, dejándolo o trasladado o torcido. La formación superficial de tierra donde vivían las plantas más pequeñas había sido arrancada sin compasión dejando la mitad de raíces al descubierto y charcos de barro por todas partes, incluido el propio camino.
El hombre desapareció de su vista en el mismo instante en que lanzó la técnica, ya que la ola solo dejaba ver la destrucción que dejaba a su paso y nada más. La mujer inconsciente también había desaparecido en la corriente de agua como cualquier rastro del anterior paisaje.
Riko tendría que hincar una rodilla en el suelo para recuperar el aliento, aún así sería capaz de observar desde su posición la caída de su creación al final de su recorrido. Al caer haría un buen boquete en el suelo y el agua restante se dispersaría en todas direcciones, incluyendo hacia el pobre y abandonado carromato que no le había hecho daño a nadie. Al principio, el agua embarrada chocó contra el lateral del carro, transportándolo hasta uno de los limites del camino y ahí podría haber quedado todo, pero uno de los troncos arrancados entró en escena, chocando violentamente contra ese mismo lateral para después seguir su camino como si nada.
La rueda que había recibido el golpe, sencillamente, se independizó del resto del artefacto, dejándose llevar por lo que ahora solo era una suave corriente de agua. A los caballos solo les llegó una pequeña capa de agua que les remojó las pezuñas. Uno de ellos bajó la cabeza para comerse una de las plantas que iban flotando ni corto ni perezoso.
Shin Fu, montado sobre un caballo y llevando las riendas del caballo donde estaba Koko, se acercó al carromato en silencio, se quedó unos segundos ahí parado, simplemente mirando el destrozo.
Con esa fuerza, era capaz incluso de arrancar arboles que se acumulaban dentro de la masa de agua hasta que esta perdiera fuerza y los dejase caer al suelo. Tal vez el shinobi no había calculado la magnitud de su ataque, tal vez no le preocuparan demasiado los daños medioambientales, pero Shin Fu podía tener una opinión distinta. En el tiempo que había estado desaparecido había soltado a los caballos y tras poner el cuerpo inerte de la kunoichi encima de uno de los caballos los había alejado a los dos del lugar, ya que si querían impedirles la huida serían las primeras victimas. Y él no estaba para comprar caballos nuevos.
La primera idea que cruzó su mente al ver la enorme ola aparecida de la nada trayendo en su dirección troncos de arboles arrancados fue que había tenido suerte de que le asignasen niños y no ninjas adultos y poderosos.
La ola avanzó llevándose todo lo que podía y lo que no podía por lo menos lo movía, dejándolo o trasladado o torcido. La formación superficial de tierra donde vivían las plantas más pequeñas había sido arrancada sin compasión dejando la mitad de raíces al descubierto y charcos de barro por todas partes, incluido el propio camino.
El hombre desapareció de su vista en el mismo instante en que lanzó la técnica, ya que la ola solo dejaba ver la destrucción que dejaba a su paso y nada más. La mujer inconsciente también había desaparecido en la corriente de agua como cualquier rastro del anterior paisaje.
Riko tendría que hincar una rodilla en el suelo para recuperar el aliento, aún así sería capaz de observar desde su posición la caída de su creación al final de su recorrido. Al caer haría un buen boquete en el suelo y el agua restante se dispersaría en todas direcciones, incluyendo hacia el pobre y abandonado carromato que no le había hecho daño a nadie. Al principio, el agua embarrada chocó contra el lateral del carro, transportándolo hasta uno de los limites del camino y ahí podría haber quedado todo, pero uno de los troncos arrancados entró en escena, chocando violentamente contra ese mismo lateral para después seguir su camino como si nada.
La rueda que había recibido el golpe, sencillamente, se independizó del resto del artefacto, dejándose llevar por lo que ahora solo era una suave corriente de agua. A los caballos solo les llegó una pequeña capa de agua que les remojó las pezuñas. Uno de ellos bajó la cabeza para comerse una de las plantas que iban flotando ni corto ni perezoso.
Shin Fu, montado sobre un caballo y llevando las riendas del caballo donde estaba Koko, se acercó al carromato en silencio, se quedó unos segundos ahí parado, simplemente mirando el destrozo.