(Examen) El péndulo y los Uchiha

[Uchiha Datsue]

Sorry por la tardanza

«Esto se está complicando demasiado…»

La misión se estaba complicando, y no porque no fuesen capaces de hacer entrar en razón al herrero. Ni era su objetivo, ni se esperaba que un asaltador fuese a arrepentirse de todos sus pecados por el simple hecho de haber sido cazado y recibir el sermón de sus captores. El hombre blandió la espada de la supervivencia: robar o morir, sin elección real. Tal y como ellos, pensaba él, estaban desde que habían recibido la placa metálica con el símbolo de Uzushiogakure no Sato inscrita. Obedecer o morir.

Quizá tuviese parte de razón, si bien Datsue tuvo que rascarse por encima de la herida cuando oyó que ellos solo atacaban a pudientes. «Ya, claro...». Pero aquello no era el problema. El problema real era…

…que seguían a oscuras. Tal y como hablaba el herrero, no parecía haber guarida alguna, sino que más bien el pueblo en sí era su refugio. ¿Qué debían reportar a la Villa? Porque, no debían olvidarlo, aquel era su objetivo. Informar a la Aldea, esperar por los refuerzos, y aniquilar a la banda de asaltantes de un único y contundente mazazo.

Dandan Yoru continuó respondiendo al pequeño interrogatorio de Akame, nombrando a varios de sus compañeros. No sin añadir, con retintín, que quizá se estaba olvidando de algunos. Por no mencionar que uno de sus compañeros se llamaba igual que él, lo cual o era una tremenda casualidad, o simplemente se estaba inventando algunos nombres para salir del paso.

La siguiente respuesta le hizo fruncir todavía más el ceño y aumentar su estado de alerta. No por cuestionar la libertad de ellos. Datsue sabía muy bien, pese a luchar por mantenerlas lo más sueltas posible, que estaban encadenados a sus superiores desde que se habían graduado como ninjas. No, aquella verdad dolorosa no fue lo que le hizo ponerse en tensión, sino aquella broma, aquella chanza que soltó acto seguido, sobre que le estaban quitando la siesta.

Algo no estaba bien. ¿Por qué estaba tan tranquilo? ¿Acaso estaba haciendo tiempo a que llegasen sus propios refuerzos? ¿Había avisado a sus propios compañeros sin ellos darse cuenta?

—Yoru… —Algo pasó en la expresión facial de Yoru. En su mano, súbitamente replegada—. ¿Qué llevas ahí? —se adelantó un paso—. ¡Enseña la puta mano!

Algo no estaba bien, y Datsue tenía la sensación de que la aparente tranquilidad solo era la falsa calma antes de la tormenta...