12/03/2018, 22:51
Una idea, clara como el día, pasó por la cabeza de Uchiha Akame cuando oyó al herrero toser con fuerza y luego lo observó mirarse la mano con disimulo. «Hijo de...» Los ojos negros del genin pasaron del artesano, que reía con frenetismo, a su cuenco de sopa de verduras. Y luego, a los dos que les había servido a ellos. «Por todos los dioses de Oonindo, qué cerca, maldita sea, ¡qué cerca!»
Lo que ocurrió a continuación, el Uchiha podría haberlo firmado antes de que pasara. Su única fuente de información en ese crudo momento de la misión, el solitario cabo del que podían tirar, se fue al infierno antes de lo que se dice "Uzushiogakure". Mientras su Hermano se desahogaba con visible frustración, Akame trataba de mantener la mente fría y pensar. Pensar era lo único que podía sacarles de aquel brete, de ese punto crítico en el que todos sus planes y sus maquinaciones se habían ido ya al diablo y sólo quedaba lugar para la improvisación.
«Veneno, estaba claro» pensó el Uchiha al ver el frasquito que acababa de rodar a sus pies. No lo tocó, por si acaso. En lugar de ello, indicó a su compañero que guardara silencio con un gesto de su mano derecha y volvió a asomarse discretamente por la ventana para comprobar si alguien había hecho acto de presencia.
Luego se volvería hacia la mesa. Tras una pausa reflexiva, la volcó con fuerza, dejando caer los cuencos y formando gran estrépito.
—Todavía podemos hacer algo —susurró a su Hermano—. ¿Recuerdas lo de Tanzaku, en el Molino Rojo?
Akame no sabía si Datsue pillaría la referencia —probablemente sí—, pero en aquella aventura que habían corrido para reclamar una deuda en nombre de la Marca del Hierro, el menor de los Uchiha había intentado infiltrarse con ayuda de un disfraz... Y un jutsu de sellado de su propia cosecha.
—Tenemos que actuar rápido si queremos que esto cuele.
Lo que ocurrió a continuación, el Uchiha podría haberlo firmado antes de que pasara. Su única fuente de información en ese crudo momento de la misión, el solitario cabo del que podían tirar, se fue al infierno antes de lo que se dice "Uzushiogakure". Mientras su Hermano se desahogaba con visible frustración, Akame trataba de mantener la mente fría y pensar. Pensar era lo único que podía sacarles de aquel brete, de ese punto crítico en el que todos sus planes y sus maquinaciones se habían ido ya al diablo y sólo quedaba lugar para la improvisación.
«Veneno, estaba claro» pensó el Uchiha al ver el frasquito que acababa de rodar a sus pies. No lo tocó, por si acaso. En lugar de ello, indicó a su compañero que guardara silencio con un gesto de su mano derecha y volvió a asomarse discretamente por la ventana para comprobar si alguien había hecho acto de presencia.
Luego se volvería hacia la mesa. Tras una pausa reflexiva, la volcó con fuerza, dejando caer los cuencos y formando gran estrépito.
—Todavía podemos hacer algo —susurró a su Hermano—. ¿Recuerdas lo de Tanzaku, en el Molino Rojo?
Akame no sabía si Datsue pillaría la referencia —probablemente sí—, pero en aquella aventura que habían corrido para reclamar una deuda en nombre de la Marca del Hierro, el menor de los Uchiha había intentado infiltrarse con ayuda de un disfraz... Y un jutsu de sellado de su propia cosecha.
—Tenemos que actuar rápido si queremos que esto cuele.