4/04/2018, 19:52
El Uchiha hizo memoria entre los recuerdos que le había transferido su Kage Bunshin para encontrar la residencia fortificada donde, presumiblemente, aquella noche se alojaba Kojuro Shinzo. «Llegados a este punto, realmente el señor Shinzo se ha vuelto casi irrelevante. El que nos interesa es ese tal Centinela...» Sea como fuere, cuando los Hermanos del Desierto se aproximaron al lugar, Akame le indicó a Datsue que se detuvieran a un par de calles de distancia.
—Antes de acercarnos, deberíamos establecer el punto de emboscada. Si es posible, intentaré llevar al objetivo hasta allí... Así que debería ser un lugar con pocas vías de escape —susurró Akame, dirigiéndose al otro Uchiha—. ¿Crees que podrás prepararle un regalo de bienvenida apropiado?
Aquella era una pregunta retórica; por supuesto que Datsue podría. Era uno de los shinobi más hábiles con el Fuuinjutsu de todos los que Akame había conodico. Y siendo ambos habitantes de Uzushiogakure no Sato, aquello no era decir precisamente poco.
De ese modo, el Uchiha buscaría acordar con su compadre un punto de encuentro. Tendría que ser uno de los oscuros y estrechos callejones que rodeaban el lugar, alguno que preferiblemente no tuviera muchas ventanas desde la que observadores indiscretos pudieran aguarles la fiesta.
Una vez arreglado aquel último punto de los preparativos, sólo restaba poner en funcionamiento la maquinaria. Akame cruzó las manos en una breve secuencia de sellos y adoptó un curioso disfraz; el del sicario que, según Datsue, un tal Toeru había mandado tras la Dama Violeta al sospechar de ella. «Me la estoy jugando a saco con esta mierda... Puede que alguien me reconozca, puede que no. Pero al menos sé que estoy adoptando la facha de alguien que realmente vive en esta ciudad», caviló el muchacho. Así pues, echó a andar hacia la fortaleza-residencia a paso rápido.
En cuanto divisó al primer guardia, se acercó con las manos a la vista y le interpeló sin alzar demasiado la voz.
—Tengo un mensaje para el Centinela de parte de uno de sus amigos —aseguró, mirando al mercenario directamente a los ojos.
—Antes de acercarnos, deberíamos establecer el punto de emboscada. Si es posible, intentaré llevar al objetivo hasta allí... Así que debería ser un lugar con pocas vías de escape —susurró Akame, dirigiéndose al otro Uchiha—. ¿Crees que podrás prepararle un regalo de bienvenida apropiado?
Aquella era una pregunta retórica; por supuesto que Datsue podría. Era uno de los shinobi más hábiles con el Fuuinjutsu de todos los que Akame había conodico. Y siendo ambos habitantes de Uzushiogakure no Sato, aquello no era decir precisamente poco.
De ese modo, el Uchiha buscaría acordar con su compadre un punto de encuentro. Tendría que ser uno de los oscuros y estrechos callejones que rodeaban el lugar, alguno que preferiblemente no tuviera muchas ventanas desde la que observadores indiscretos pudieran aguarles la fiesta.
Una vez arreglado aquel último punto de los preparativos, sólo restaba poner en funcionamiento la maquinaria. Akame cruzó las manos en una breve secuencia de sellos y adoptó un curioso disfraz; el del sicario que, según Datsue, un tal Toeru había mandado tras la Dama Violeta al sospechar de ella. «Me la estoy jugando a saco con esta mierda... Puede que alguien me reconozca, puede que no. Pero al menos sé que estoy adoptando la facha de alguien que realmente vive en esta ciudad», caviló el muchacho. Así pues, echó a andar hacia la fortaleza-residencia a paso rápido.
En cuanto divisó al primer guardia, se acercó con las manos a la vista y le interpeló sin alzar demasiado la voz.
—Tengo un mensaje para el Centinela de parte de uno de sus amigos —aseguró, mirando al mercenario directamente a los ojos.