7/04/2018, 18:34
Aquello era extraño para él. La primera vez, desde luego, que alguien se acercaba hasta los perímetros del refugio de su empleador. Tragó saliva porque se sabía en el ojo del huracán al ser apenas su tercera guardia, y no quería cagarla en un trabajo cuyo contrato tenía en letras pequeñas que los fallos no estaban permitido en cualquiera de sus formas y eran castigados con poca renuencia. No podía esperar menos de un hombre como el Centinela, desde luego. Akame, tras su disfraz, pudo ver en el primer contingente una respuesta vacilante. El primer guardia al que miró a los ojos se acercó con terquedad y quedó postrado a un par de metros de la primera casilla de vigilancia, un pequeño cubil hecho de madera y paja, que tras él apenas unos diez metros separaban de la entrada de la acogedora casona custodiada.
Entonces, comprobó de primera mano el terror que le invadió al hombre en cuanto el Uchiha mencionó ese mote.
—¿Q-qué fue lo que dijiste? —anunció, tembloroso, mientras hacía un par de gestos con la mano que no sostenía la kodachi—. mira, quillo, será mejor que te pires de aquí, venga. Aquí no hay ningún centinela. ¡Te dije que te pires, coño!
Tras suyo comenzaban a arremolinarse tres guardias más.
Entonces, comprobó de primera mano el terror que le invadió al hombre en cuanto el Uchiha mencionó ese mote.
—¿Q-qué fue lo que dijiste? —anunció, tembloroso, mientras hacía un par de gestos con la mano que no sostenía la kodachi—. mira, quillo, será mejor que te pires de aquí, venga. Aquí no hay ningún centinela. ¡Te dije que te pires, coño!
Tras suyo comenzaban a arremolinarse tres guardias más.