17/04/2018, 12:16
En aquella ocasión la cogió por el cuello de kimono y la obligó a alzarse de nuevo, acercándola a sus chispeantes ojos. Ayame, aterrorizada, se agarró al antebrazo de Zetsuo cuando este afianzó el agarre y esperó el nuevo golpe que, irremediablemente, estaba por venir...
—¡Zetsuo, basta! —escuchó la voz de Daruu.
El hombre apretó aún más las mandíbulas. Agarraba con tal fuerza las ropas de Ayame que estabas se cerraban en torno a su cuello impidiéndole respirar con normalidad, pero era precisamente el miedo que sentía que la muchacha no se atrevía a deshacerse del agarre. Sumado al intenso dolor, sentía un desagradable hormigueo en el lateral del rostro donde había recibido las bofetadas y un hilo de cálido y sabor metálico deslizándose por la comisura de los labios. Pero, tras varios eternos segundos de tensión, Zetsuo abrió los dedos y dejó que cayera a la arena de rodillas.
—Que sea la última vez que me dices cómo debo actuar, Amedama —siseó al pasar junto a él.
—Ayame, te dije que no fueras a por ella —le dijo Daruu y ella enterró la mirada entre los granos de arena, tratando de esconder de forma ridícula las lágrimas—. Te pedí expresamente que no lo hicieras.
Él lloró, y ella le acompañó.
—Para mí es muy difícil haber perdido los ojos, y más difícil todavía aceptar la situación de mamá —siguió torturándola—, pero no sería capaz de soportar perder a nadie más. Por favor, detente, Ayame. Te lo pido por favor.
Ella se abrazó los costados, sollozando con fuerza. Por delante de ella sintió pasos, pero no se movió. Estaba convencida de que algo así iba a ocurrir... pero no había esperado que sucediera tan rápido... Esperaba al menos haber encontrado alguna mínima pista... cualquier cosa...
—Cuando tu padre vino a mi habitación, preocupadísimo, me teletransporté aquí —Se señaló la bata, manchada toda de arena—. Mira cómo voy vestido. Por Dios, Ayame, mira cómo he venido a por ti. No corrí a vengarme. Pero sí corrí para venir a salvarte de cometer una locura. ¡Ayame, lo importante es proteger a los demás! ¡Y a veces, la mejor manera de protegerlos es entender dónde están nuestros límites!
Ella se mordió el labio inferior hasta hacerse sangre. Tenía las palabras en la garganta, pero de ella sólo salían más y más lloros.
«Maldita patética.»
—Si Naia amenazase con atacar de nuevo a mis seres queridos, seré el primero que se opondrá a su camino. Pero no voy a arriesgar más de lo que puedo dar en una escalada de venganza que no conseguiría nada. Esa mujer ya está en el Libro Bingo. Ya es enemiga de Amegakure. Si alguna vez la detenemos, que sea haciéndolo bien, sirviendo a la aldea, o apoyando a los ANBU. No así.
Ya frente a ella, Daruu le tendió la mano.
—No así, Ayame —repitió.
Pero ella no la tomó.
—¿Y ya está...? —cuestionó, con voz ahogada y entrecortada. Zetsuo, junto a ella, entrecerró aún más los ojos—. ¿Nos quedamos de brazos cruzados... mientras Naia hace lo que quiera con tus ojos? ¿Y si vuelve a atacar a alguien? ¿Y si es otra persona la que los pierde...? ¿Y si lo está haciendo ahora mismo? ¿Y si...?
Se interrumpió de golpe, conteniendo el aliento con la piel de gallina. No supo muy bien qué o cómo había pasado, pero la presencia de su padre había crecido de repente, llenando todo el espacio, recorriendo su cuerpo como electricidad estática y cerrándose en torno a su cuello impidiéndole respirar con normalidad.
Aunque en realidad Zetsuo no se había movido del sitio.
—Ya te dije que el peligro de los Kajitsu no era más que una mota de polvo al lado de la de esa mujer —siseó, cerniéndose frente a la temblorosa muchacha como un águila con las alas abiertas. Y Ayame se sintió como un pequeño ratón paralizado de terror—. Los ANBU y los Jōnin de alto rango son los que se encargan de buscar a los criminales del Libro Bingo. Así que, dime, Ayame —la presión creció aún más, y ella ahogó un gemido—. ¿Qué puede hacer una genin como tú, que ni siquiera puede alzarse frente a su padre?
La presión desapareció, y Ayame tomó aire varias veces, dejando caer el peso del cuerpo en sus temblorosos brazos.
Nunca había visto a su padre así... Nunca... Ni siquiera en la guarida de los Kajitsu Hōzuki...
Sintió un profundo mareo. Sintió náuseas...
—¡Zetsuo, basta! —escuchó la voz de Daruu.
El hombre apretó aún más las mandíbulas. Agarraba con tal fuerza las ropas de Ayame que estabas se cerraban en torno a su cuello impidiéndole respirar con normalidad, pero era precisamente el miedo que sentía que la muchacha no se atrevía a deshacerse del agarre. Sumado al intenso dolor, sentía un desagradable hormigueo en el lateral del rostro donde había recibido las bofetadas y un hilo de cálido y sabor metálico deslizándose por la comisura de los labios. Pero, tras varios eternos segundos de tensión, Zetsuo abrió los dedos y dejó que cayera a la arena de rodillas.
—Que sea la última vez que me dices cómo debo actuar, Amedama —siseó al pasar junto a él.
—Ayame, te dije que no fueras a por ella —le dijo Daruu y ella enterró la mirada entre los granos de arena, tratando de esconder de forma ridícula las lágrimas—. Te pedí expresamente que no lo hicieras.
Él lloró, y ella le acompañó.
—Para mí es muy difícil haber perdido los ojos, y más difícil todavía aceptar la situación de mamá —siguió torturándola—, pero no sería capaz de soportar perder a nadie más. Por favor, detente, Ayame. Te lo pido por favor.
Ella se abrazó los costados, sollozando con fuerza. Por delante de ella sintió pasos, pero no se movió. Estaba convencida de que algo así iba a ocurrir... pero no había esperado que sucediera tan rápido... Esperaba al menos haber encontrado alguna mínima pista... cualquier cosa...
—Cuando tu padre vino a mi habitación, preocupadísimo, me teletransporté aquí —Se señaló la bata, manchada toda de arena—. Mira cómo voy vestido. Por Dios, Ayame, mira cómo he venido a por ti. No corrí a vengarme. Pero sí corrí para venir a salvarte de cometer una locura. ¡Ayame, lo importante es proteger a los demás! ¡Y a veces, la mejor manera de protegerlos es entender dónde están nuestros límites!
Ella se mordió el labio inferior hasta hacerse sangre. Tenía las palabras en la garganta, pero de ella sólo salían más y más lloros.
«Maldita patética.»
—Si Naia amenazase con atacar de nuevo a mis seres queridos, seré el primero que se opondrá a su camino. Pero no voy a arriesgar más de lo que puedo dar en una escalada de venganza que no conseguiría nada. Esa mujer ya está en el Libro Bingo. Ya es enemiga de Amegakure. Si alguna vez la detenemos, que sea haciéndolo bien, sirviendo a la aldea, o apoyando a los ANBU. No así.
Ya frente a ella, Daruu le tendió la mano.
—No así, Ayame —repitió.
Pero ella no la tomó.
—¿Y ya está...? —cuestionó, con voz ahogada y entrecortada. Zetsuo, junto a ella, entrecerró aún más los ojos—. ¿Nos quedamos de brazos cruzados... mientras Naia hace lo que quiera con tus ojos? ¿Y si vuelve a atacar a alguien? ¿Y si es otra persona la que los pierde...? ¿Y si lo está haciendo ahora mismo? ¿Y si...?
Se interrumpió de golpe, conteniendo el aliento con la piel de gallina. No supo muy bien qué o cómo había pasado, pero la presencia de su padre había crecido de repente, llenando todo el espacio, recorriendo su cuerpo como electricidad estática y cerrándose en torno a su cuello impidiéndole respirar con normalidad.
Aunque en realidad Zetsuo no se había movido del sitio.
—Ya te dije que el peligro de los Kajitsu no era más que una mota de polvo al lado de la de esa mujer —siseó, cerniéndose frente a la temblorosa muchacha como un águila con las alas abiertas. Y Ayame se sintió como un pequeño ratón paralizado de terror—. Los ANBU y los Jōnin de alto rango son los que se encargan de buscar a los criminales del Libro Bingo. Así que, dime, Ayame —la presión creció aún más, y ella ahogó un gemido—. ¿Qué puede hacer una genin como tú, que ni siquiera puede alzarse frente a su padre?
La presión desapareció, y Ayame tomó aire varias veces, dejando caer el peso del cuerpo en sus temblorosos brazos.
Nunca había visto a su padre así... Nunca... Ni siquiera en la guarida de los Kajitsu Hōzuki...
Sintió un profundo mareo. Sintió náuseas...