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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#31
Daruu se quedó paralizado, con el rostro blanco como la leche, mirando a los añicos de la mesa que Zetsuo había roto con sus propias manos.

—¡Los dos le dijimos que no fuera! —protestó Daruu, al aire, porque a Ayame estaba claro que no—. ¡Le dije que no quería bajo ningún concepto que lo hiciese, maldita sea!

El muchacho gritó con impotencia, y siguió dando vueltas por la habitación sin saber qué hacer.

¡Permiso para obtener el alta, director de hospital! —dijo de pronto, y comenzó a realizar sellos—. Y si quieres venir conmigo, más vale que te agarres y cierres los ojos.
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#32
Daruu se había quedado paralizado en el sitio, tan pálido como un papiro. Pero Zetsuo estaba lejos de quedarse paralizado. Su pecho subía y bajaba con cada respiración, agitado, como si se estuviera conteniendo para no romper la también la ventana y salir por ella.

—¡Los dos le dijimos que no fuera! —protestó el chico—. ¡Le dije que no quería bajo ningún concepto que lo hiciese, maldita sea!

—¡Pero resulta que tiene la jodida costumbre de hacer lo que le da la puta gana!

De pronto, Daruu comenzó a entrelazar las manos en varios sellos, y Zetsuo lo contempló con ojos entrecerrados.

—¡Permiso para obtener el alta, director de hospital! —exclamó, y Zetsuo supo que, con permiso o sin él, Daruu se marcharía. De todas maneras, no estaba en sus prioridades negárselo en aquel momento—. Y si quieres venir conmigo, más vale que te agarres y cierres los ojos.

El médico se acercó a él, serio como Daruu sólo le había visto una vez.

—Permiso concedido —asintió, apoyando la mano en su hombro.
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#33
—Permiso concedido —asintió Zetsuo, y apoyó una mano sobre su hombro. Daruu tuvo la intuición de que ya sabía lo que estaba punto de hacer.

Una enfermera que había acudido para ver qué había sido el golpe con el que el jefe de hospital había roto la mesa ahogó un grito cuando Daruu dio una palmada y las dos personas que ocupaban la habitación desaparecieron en un destello rojizo.

Si todo iba bien, Zetsuo y un Daruu vestido con una bata de hospital —un outfit tan poco profesional como humillante— caerían en las arenas de la Playa de Amenokami donde Daruu había perdido los ojos...

...y donde había dejado un buen charco de sangre antes de teletransportarse de vuelta a Amegakure.
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#34
—Ay, por Amenokami, ¿pero qué estoy haciendo? —se preguntó Ayame por enésima vez.

Si dijera que no sentía miedo, estaría mintiendo. Porque en realidad estaba aterrorizada. Pero su voluntad oscilaba entre el terror y la determinación cada vez que volvía a mirar el libro Bingo que había tomado prestado de la habitación de su hermano y volvía a mirar la página el retrato robot de aquella hermosa mujer de cabellos rubios que caían sobre sus hombros como una cascada y fascinantes ojos esmeralda.

«Naia...» Leyó, también por enésima vez, en tal de grabarlo a fuego en su memoria.

No había sido difícil encontrarla en el libro, pero intuía que sería muchísimo más difícil encontrarla en la realidad. Por eso se había desplazado de nuevo hasta la playa de Amenokami, para buscar nuevas pistas o huellas que le pudieran dar una idea de hacia dónde se habría podido dirigir la mujer después de robarle los ojos a Daruu.

Y la determinación volvía a virar hacia el terror.

Lo que se encontró allí, sin embargo, fue un grotesco escenario lleno de huellas inidentificables y manchas de sangre por doquier. Ayame, intentando por todos los medios olvidar la escena que había ocurrido allí, intentó seguir con la mirada la dirección de las huellas...

Una gaviota gritó desde el cielo.

Y entonces sintió que una garra se cerraba en torno a su brazo y el mundo se agitaba a su alrededor. Quiso descomponer su cuerpo en agua para escapar, pero entonces algo le golpeó un lateral del rostro con la fuerza de un martillo y cayó sobre la arena profundamente aturdida.

—¡¿...SABER QUÉ COJONES ESTÁS HACIENDO?! —atinó a escuchar, por encima del zumbido que se había instalado en sus oídos, pero su cerebro era incapaz de procesar la información y no pudo más que emitir un débil gemido. Volvieron a levantarla agarrándola con crudeza por debajo del brazo, pero las piernas de la muchacha apenas conseguían mantenerla de pie—. ¡JODIDA, ESTÚPIDA, CRÍA! ¡¡¿¿POR QUÉ COJONES NUNCA HACES CASO DE LO QUE TE DICEN??!! ¡¡¡AYAME!!!

El látigo volvió a restallar contra su rostro, y Ayame volvió a caer sobre la arena entre convulsionados sollozos.

—Y... ¡N...!
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#35
Mientras de Zetsuo aterrizó con total normalidad, a Daruu le fallaron las piernas y cayó, y rodó por la arena de la playa mientras el hombre gritaba improperios a su hija. Escuchó los golpes al otro lado de la mirada.

—¡Zetsuo, basta!

Daruu se levantó con dificultad y miró a Ayame con ojos implorantes.

—Ayame, te dije que no fueras a por ella —dijo Daruu—. Te pedí expresamente que no lo hicieras.

Daruu sollozó, y empezó a llorar en silencio.

—Para mí es muy difícil haber perdido los ojos, y más difícil todavía aceptar la situación de mamá —dijo—, pero no sería capaz de soportar perder a nadie más. Por favor, detente, Ayame. Te lo pido por favor.

Se levantó, no sin dificultades, y empezó a acercarse a ella.

—Cuando tu padre vino a mi habitación, preocupadísimo, me teletransporté aquí. —Se señaló la bata, manchada toda de arena—. Mira cómo voy vestido. Por Dios, Ayame, mira cómo he venido a por ti.

»No corrí a vengarme. Pero sí corrí para venir a salvarte de cometer una locura. ¡Ayame, lo importante es proteger a los demás! ¡Y a veces, la mejor manera de protegerlos es entender dónde están nuestros límites!

»Si Naia amenazase con atacar de nuevo a mis seres queridos, seré el primero que se opondrá a su camino. Pero no voy a arriesgar más de lo que puedo dar en una escalada de venganza que no conseguiría nada. Esa mujer ya está en el Libro Bingo. Ya es enemiga de Amegakure. Si alguna vez la detenemos, que sea haciéndolo bien, sirviendo a la aldea, o apoyando a los ANBU. No así.

Daruu negó con la cabeza y le tendió la mano.

—No así, Ayame.
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#36
En aquella ocasión la cogió por el cuello de kimono y la obligó a alzarse de nuevo, acercándola a sus chispeantes ojos. Ayame, aterrorizada, se agarró al antebrazo de Zetsuo cuando este afianzó el agarre y esperó el nuevo golpe que, irremediablemente, estaba por venir...

—¡Zetsuo, basta! —escuchó la voz de Daruu.

El hombre apretó aún más las mandíbulas. Agarraba con tal fuerza las ropas de Ayame que estabas se cerraban en torno a su cuello impidiéndole respirar con normalidad, pero era precisamente el miedo que sentía que la muchacha no se atrevía a deshacerse del agarre. Sumado al intenso dolor, sentía un desagradable hormigueo en el lateral del rostro donde había recibido las bofetadas y un hilo de cálido y sabor metálico deslizándose por la comisura de los labios. Pero, tras varios eternos segundos de tensión, Zetsuo abrió los dedos y dejó que cayera a la arena de rodillas.

—Que sea la última vez que me dices cómo debo actuar, Amedama —siseó al pasar junto a él.

—Ayame, te dije que no fueras a por ella —le dijo Daruu y ella enterró la mirada entre los granos de arena, tratando de esconder de forma ridícula las lágrimas—. Te pedí expresamente que no lo hicieras.

Él lloró, y ella le acompañó.

—Para mí es muy difícil haber perdido los ojos, y más difícil todavía aceptar la situación de mamá —siguió torturándola—, pero no sería capaz de soportar perder a nadie más. Por favor, detente, Ayame. Te lo pido por favor.

Ella se abrazó los costados, sollozando con fuerza. Por delante de ella sintió pasos, pero no se movió. Estaba convencida de que algo así iba a ocurrir... pero no había esperado que sucediera tan rápido... Esperaba al menos haber encontrado alguna mínima pista... cualquier cosa...

—Cuando tu padre vino a mi habitación, preocupadísimo, me teletransporté aquí —Se señaló la bata, manchada toda de arena—. Mira cómo voy vestido. Por Dios, Ayame, mira cómo he venido a por ti. No corrí a vengarme. Pero sí corrí para venir a salvarte de cometer una locura. ¡Ayame, lo importante es proteger a los demás! ¡Y a veces, la mejor manera de protegerlos es entender dónde están nuestros límites!

Ella se mordió el labio inferior hasta hacerse sangre. Tenía las palabras en la garganta, pero de ella sólo salían más y más lloros.

«Maldita patética.»

—Si Naia amenazase con atacar de nuevo a mis seres queridos, seré el primero que se opondrá a su camino. Pero no voy a arriesgar más de lo que puedo dar en una escalada de venganza que no conseguiría nada. Esa mujer ya está en el Libro Bingo. Ya es enemiga de Amegakure. Si alguna vez la detenemos, que sea haciéndolo bien, sirviendo a la aldea, o apoyando a los ANBU. No así.

Ya frente a ella, Daruu le tendió la mano.

—No así, Ayame —repitió.

Pero ella no la tomó.

—¿Y ya está...? —cuestionó, con voz ahogada y entrecortada. Zetsuo, junto a ella, entrecerró aún más los ojos—. ¿Nos quedamos de brazos cruzados... mientras Naia hace lo que quiera con tus ojos? ¿Y si vuelve a atacar a alguien? ¿Y si es otra persona la que los pierde...? ¿Y si lo está haciendo ahora mismo? ¿Y si...?

Se interrumpió de golpe, conteniendo el aliento con la piel de gallina. No supo muy bien qué o cómo había pasado, pero la presencia de su padre había crecido de repente, llenando todo el espacio, recorriendo su cuerpo como electricidad estática y cerrándose en torno a su cuello impidiéndole respirar con normalidad.

Aunque en realidad Zetsuo no se había movido del sitio.

—Ya te dije que el peligro de los Kajitsu no era más que una mota de polvo al lado de la de esa mujer —siseó, cerniéndose frente a la temblorosa muchacha como un águila con las alas abiertas. Y Ayame se sintió como un pequeño ratón paralizado de terror—. Los ANBU y los Jōnin de alto rango son los que se encargan de buscar a los criminales del Libro Bingo. Así que, dime, Ayame —la presión creció aún más, y ella ahogó un gemido—. ¿Qué puede hacer una genin como tú, que ni siquiera puede alzarse frente a su padre?

La presión desapareció, y Ayame tomó aire varias veces, dejando caer el peso del cuerpo en sus temblorosos brazos.

Nunca había visto a su padre así... Nunca... Ni siquiera en la guarida de los Kajitsu Hōzuki...

Sintió un profundo mareo. Sintió náuseas...
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#37
...¿Y si lo está haciendo ahora mismo? ¿Y si...?

—Ya te dije que el peligro de los Kajitsu no era más que una mota de polvo al lado de la de esa mujer. Los ANBU y los Jōnin de alto rango son los que se encargan de buscar a los criminales del Libro Bingo. Así que, dime, Ayame. ¿Qué puede hacer una genin como tú, que ni siquiera puede alzarse frente a su padre?

Daruu asintió.

—Y si nada, Ayame —espetó Daruu—. ¿Sabes lo que me dijo mi madre el otro día, recién operada? ¿Sabes lo que me dijo?

»Me dijo que no hay que pensar en cómo serían las cosas si no hubiera pasado algo, o centrarse en posibilidades que desconoces. Ha pasado lo que ha pasado, y ahora hay que mirar hacia adelante.

Daruu negó con la cabeza.

—No puedo centrarme en una absurda venganza. Esa mujer lleva años haciendo lo mismo con muchas otras personas, seguro. Esa mujer intentó matar a la Arashikage... junto a mi padre. —Daruu se acercó a Ayame y se agachó junto a ella—. Ni uno sólo de los años que he vivido sin él me he detenido a pensar qué hubiera pasado si hubiera estado con nosotros o qué pasó en realidad. Porque mi vida no era de él.

»Naia no forma parte de mi vida. Sólo es una criminal más en este mundo de mierda. El tiempo la pondrá en su sitio.

»En Amegakure tengo una madre que cuidar, una cafetería que preservar y un ninja que ahora debe entrenar para volver a estar a la altura de su compañera y su sensei —dijo—. Y tú tienes a una mujer que te considera su segunda hija a la que le prometiste enseñar una técnica que le ayudaría a tener mucha más calidad de vida.

Se levantó, y volvió a tender la mano.

—Se lo prometiste, Ayame —repitió—. Si mueres en una estúpida cruzada, jamás podrás cumplir esa promesa. Ni... tampoco esa otra promesa. La que me contaste cuando peleamos aquí.

Cruzó sus ojos púrpura con el marrón de Ayame.

—Nuestra vida sigue. Vamos a vivirla.
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#38
—Y si nada, Ayame —espetó Daruu—. ¿Sabes lo que me dijo mi madre el otro día, recién operada? ¿Sabes lo que me dijo? Me dijo que no hay que pensar en cómo serían las cosas si no hubiera pasado algo, o centrarse en posibilidades que desconoces. Ha pasado lo que ha pasado, y ahora hay que mirar hacia adelante.

«Pero si no hubiéramos venido a la playa...» Completó el cerebro de Ayame; y, como si le hubiese leído la mente, Daruu negó con la cabeza.

—No puedo centrarme en una absurda venganza. Esa mujer lleva años haciendo lo mismo con muchas otras personas, seguro. Esa mujer intentó matar a la Arashikage... junto a mi padre —Sorteando a Zetsuo, Daruu se acercó a Ayame y se agachó junto a ella—. Ni uno sólo de los años que he vivido sin él me he detenido a pensar qué hubiera pasado si hubiera estado con nosotros o qué pasó en realidad. Porque mi vida no era de él. Naia no forma parte de mi vida. Sólo es una criminal más en este mundo de mierda. El tiempo la pondrá en su sitio.

«Pero, hasta entonces, muchas más personas conocerán la salvaje crueldad de sus manos de harpía...»

—En Amegakure tengo una madre que cuidar, una cafetería que preservar y un ninja que ahora debe entrenar para volver a estar a la altura de su compañera y su sensei —añadió—. Y tú tienes a una mujer que te considera su segunda hija a la que le prometiste enseñar una técnica que le ayudaría a tener mucha más calidad de vida.

—La eco...localización... —susurró débilmente.

Daruu, ya reincorporado, volvía a tenderle la mano.

—Se lo prometiste, Ayame —repitió—. Si mueres en una estúpida cruzada, jamás podrás cumplir esa promesa. Ni... tampoco esa otra promesa. La que me contaste cuando peleamos aquí.

«¿La otra promesa...?» Repitió en su fuero interno, mirando a su padre con disimulo, por debajo de las pestañas. Y volvió a sentir el escozor de las lágrimas al rememorar lo que acababa de pasar y su derrota a manos de Daruu en aquel mismo lugar.

—Esa ya es caso perdido... —susurró para sí misma.

Pero Daruu entrecruzó su mirada violeta con los ojos marrones de Ayame.

—Nuestra vida sigue. Vamos a vivirla.

Tras un breve titubeo, Ayame alzó la mano y la cerró con suavidad en torno a la de Daruu. Junto a ella, Zetsuo volvió a suspirar.

—Lo... siento... —sollozó, rota por dentro—. Yo... sólo...

—Sólo eres una cría inconsciente —completó el médico con sequedad, agachándose para tomar el Libro Bingo y guardarlo en uno de los bolsillos de su bata—. ¡Al menos intenta hacer caso de lo que te dicen los demás, joder!
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#39
Ayame tomó su mano.

—No hay ningún caso perdido —dijo Daruu, estirando para ayudar a Ayame a levantarse—. Sólo si te rindes.

—Lo... siento... Yo... sólo...

—Sólo eres una cría inconsciente. —Zetsuo se acercó al Libro Bingo, lo tomó y se lo guardó en la bata de médico—. ¡Al menos intenta hacer caso de lo que te dicen los demás, joder!

Daruu miró a Ayame con pena y asintió.

—Sé que quieres desafiar a tu padre, pero él también tiene miedo y se preocupa por ti —dijo, consciente de que el médico aún estaba allí—. La mayoría de las veces, lo que te dice es por protegerte. Y yo también.

Daruu abrazó a Ayame. Fue un abrazo escueto, corto por terror a hostia voladora inminente. Se dio la vuelta y encaró a Zetsuo. Le miró a los ojos y se rascó una parte de la cabeza.

—Ahora... creo que tenemos... un pequeño problema...

»Verás... vinimos muy rápido... mi técnica funciona con marcas y... no dejé marcas para volver y claro...
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#40
—Sé que quieres desafiar a tu padre, pero él también tiene miedo y se preocupa por ti —dijo, con una tímida sonrisa de lástima, y Ayame quiso abalanzarse sobre él y taparle la boca para que dejara de hablar. Zetsuo debía pensar algo similar, porque, desde la espalda de la muchacha, le miraba con ojos entrecerrados—. La mayoría de las veces, lo que te dice es por protegerte. Y yo también.

La abrazó, y aquello sólo empeoró las cosas para Ayame, que volvía a llorar sin remedio. Aunque fue un abrazo corto, pues Daruu se volvió enseguida hacia Zetsuo, rascándose la cabeza.

—Ahora... creo que tenemos... un pequeño problema... Verás... vinimos muy rápido... mi técnica funciona con marcas y... no dejé marcas para volver y claro...

El médico torció el gesto, y sus ojos se detuvieron momentáneamente en Ayame, que agachó inmediatamente la cabeza al sentir su mirada incriminatoria. "Si no fuera por ti no estaríamos aquí plantados", le estaba diciendo, sin necesidad de palabras. Nada hubiera deseado más que poder sugerir una alternativa, pero ella había acudido a pie hasta allí y no conocía ninguna técnica de teletransporte.

—Mierda. Pues si no podemos transportarnos de vuelta... ¿Amedama, cómo te encuentras para realizar técnicas? —dijo el hombre, al tiempo que se llevaba el dedo pulgar a la boca en un gesto con el que Ayame estaba empezando a familiarizarse. Se mordió, y la sangre descendió por el canto de su mano, pero antes de que llegara a caer al suelo realizó una serie de sellos y apoyó la mano sobre la arena. Se levantó una densa nube de humo, y unas gigantescas alas rompieron los jirones. Ante ellos, Zetsuo aparecía ahora montado sobre el lomo de un águila de porte imponente y ojos dorados que debía medir unos tres metros.
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#41
Daruu se encogió de hombros y se miró los brazos como si por vérselos pudiera adivinar cómo iba a reaccionar su cuerpo al uso del chakra.

—Hace un par de días que me quitaron los calmantes —dijo—. Ahora lo único que tengo es los ojos secos. Una enfermera viene a echarme colirio de vez en cuando.

»Venía, claro.

Se alejó un par de metros, y sus manos formularon una corta serie de sellos.

—No tendría por qué irme mal. —El muchacho escupió dos masas de caramelo que poco a poco tomaron la forma de sendos pájaros, uno verde y otro azul—. Bueeno. La típica estrategia de los pájaros. ¡Daruu, tu medio de transporte favorito de ayer y hoy!

Zetsuo se mordió el dedo y realizó el Kuchiyose no Jutsu para invocar a una de sus águilas: a un pájaro enorme de ojos dorados que cuya mirada intimidaba más que la de él. Daruu evitó imaginar lo que tenía que doler un garrazo de uno de esos bichos y subió en su correspondiente ave.

—¿Vamos, Ayame?
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#42
—Hace un par de días que me quitaron los calmantes —respondió Daruu, mirándose los brazos—. Ahora lo único que tengo es los ojos secos. Una enfermera viene a echarme colirio de vez en cuando. Venía, claro.

El médico alzó una ceja y, mientras el genin realizaba una serie de sellos y formaba aquellos peculiares pájaros de caramelo que servirían como transporte de vuelta a Amegakure, añadió con lentitud, casi saboreando cada palabra:

—No recuerdo haber firmado ningún documento de alta, Amedama —se encogió de hombros—. Creo aún necesitas unos días más en la habitación 324.

Ante una orden del Jōnin, el águila en la que montaba se impulsó con sus patas y agitó con fuerza las alas para alzar el vuelo. Ayame, que no había entendido muy bien el intercambio entre su padre y Daruu, se subió al pájaro azul y miró a su pareja, dubitativa.

—Esto... ¿Va todo bien?
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#43
Mientras estaba subiendo al pájaro, Daruu se detuvo un momento. Fue, especificamente, cuando Zetsuo pronunció las palabras "firmado" y "documento". El joven entrecerró los ojos y dio un salto, terminando de ponerse encima del ave.

Zetsuo se elevó primero, y cuando los pájaros de Ayame y Daruu estaban empezando a subir, la muchacha le preguntó que si todo iba bien.

—Maldito cabronazo narigudo asqueroso —murmuró Daruu para sí mismo—. Me había dado el alta... me había dado el alta...

Daruu apretó los puños con fuerza. Quería salir ya de aquella estúpida habitación. Quería entrenar. Si no... se iba a quedar atrás.

—Ayame, por favor —le dijo a la kunoichi antes de alcanzar a Zetsuo—. A partir de ahora, confiemos el uno en el otro y contémonos las cosas importantes. Te quiero demasiado como para perderte por algo así.
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#44
—Maldito cabronazo narigudo asqueroso —farfullaba Daruu, casi de manera ininteligible—. Me había dado el alta... me había dado el alta...

«Oh...» Ayame prefirió no preguntar los detalles al respecto, pero parecía que entre ambos acababa de ocurrir algún tipo de desacuerdo en el que, para variar, salía ganando su padre. Por eso se limitó a agarrarse con fuerza al ave para no caer y se dejó llevar... Y aún así no pudo evitar volver la cabeza para mirar por última vez el lugar del suceso. «Tengo que hacerme más fuerte...» Pensó, aunque su cerebro se encargó de minar su determinación recordándole la humillante derrota que había sufrido a manos de Daruu recientemente y lo inútil que había quedado entre las manos de su padre.

—Ayame, por favor —la llamó Daruu, desde su propia montura—. A partir de ahora, confiemos el uno en el otro y contémonos las cosas importantes. Te quiero demasiado como para perderte por algo así.

Ella se sonrojó sin poder evitarlo, y cuando sus ojos se encontraron con los de Daruu, sintió un extraño cosquilleo en el pecho. Terminó por asentir.

—Lo siento...
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#45
Daruu negó con la cabeza.

—Me importa menos que lo sientas que el que la próxima vez me tengas en cuenta antes de hacer algo así —dijo—. Será mejor que alcance a tu padre con los pájaros.

Las aves apretaron el paso y se colocaron a ambos lados del jounin, un poco atrasadas, de modo que éste liderara la marcha. Al cabo de un tiempo, durante el cual el trío permaneció en el más absoluto silencio, la silueta de Amegakure se dibujó en el horizonte. Las aves descendieron poco a poco hasta que llegaron a la altura del puente.

Los pájaros de caramelo de Daruu se posaron con cuidado en la fría piedra y el muchacho saltó. Esperó a que Ayame bajase del suyo antes de deshacer ambos.

—Zetsuo-san, por favor, habla por los tres —dijo—. No quiero explicar por qué un genin de Amegakure entra a la aldea vestido con el pijama del hospital. Y bueno... tú con la bata.

»La consulta médica más agitada de la historia —rio.
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