20/04/2018, 12:39
La kunoichi de Uzushiogakure suspiró, y entonces se dirigió junto a su compañero a una pareja de ancianos para preguntar por la tienda de regalos de Kamerita-san.
Eran dos hombres, ambos muy, muy viejos. Ambos arrugados como una pasa y ambos con pequeños ojillos cubiertos por la espesa niebla del tiempo. Habían perdido tiempo atrás el pelo, aunque uno de los dos lucía una debilitada barba de pelo fino y casi ralo. Charlaban animadamente entre sí, pero cuando los dos chicos se acercaron a ellos les dirigieron toda su atención. Y al viejo de la barba se le iluminó la cara.
—¡Oh, pero qué perrito tan bonito! —exclamaba, con voz trémula e inclinando su débil cuerpo tratando de alcanzar al animal.
El otro anciano, por otra parte, se había fijado en Eri.
—Oh, Mire-chan, tu abuela estaba muy preocupada por ti, ¿dónde has estado querida nietecita? —se acercó a la muchacha y la tomó por debajo del codo—. Vamos, vamos a casa. Ya es muy tarde para que una jovencita vaya sola por la calle. ¡Oh! ¿Ese es tu novio, Mire-chan? —añadió el abuelo de repente, señalando a Nabi con un dedo tembloroso y quebradizo como una ramita—. Es un buen mozo, el hijo de Kamerita-san, sí, sí.
Eran dos hombres, ambos muy, muy viejos. Ambos arrugados como una pasa y ambos con pequeños ojillos cubiertos por la espesa niebla del tiempo. Habían perdido tiempo atrás el pelo, aunque uno de los dos lucía una debilitada barba de pelo fino y casi ralo. Charlaban animadamente entre sí, pero cuando los dos chicos se acercaron a ellos les dirigieron toda su atención. Y al viejo de la barba se le iluminó la cara.
—¡Oh, pero qué perrito tan bonito! —exclamaba, con voz trémula e inclinando su débil cuerpo tratando de alcanzar al animal.
El otro anciano, por otra parte, se había fijado en Eri.
—Oh, Mire-chan, tu abuela estaba muy preocupada por ti, ¿dónde has estado querida nietecita? —se acercó a la muchacha y la tomó por debajo del codo—. Vamos, vamos a casa. Ya es muy tarde para que una jovencita vaya sola por la calle. ¡Oh! ¿Ese es tu novio, Mire-chan? —añadió el abuelo de repente, señalando a Nabi con un dedo tembloroso y quebradizo como una ramita—. Es un buen mozo, el hijo de Kamerita-san, sí, sí.