26/04/2018, 19:47
(Última modificación: 26/04/2018, 21:33 por Uchiha Akame.)
La figura espigada y escuálida de Uchiha Akame se recortaba entre las sombras de la noche contra la luz de una farola cercana, que arrancaba de tanto en tanto destellos de la guarda de su espada, enfundada en la espalda. A su lado estaba el Centinela, franqueado tanto por él como por su Hermano Datsue. Sus ojos, negros como la noche, escudriñaban el otro lado del Callejón de las Ánimas; una estrecha calleja entre dos talleres de herrería en la que se habían citado con Kojuro Shinzo.
Shinzo. Aquel hombre era la razón por la que ellos dos se habían movido hasta Tanzaku, engañando, matando y extorsionando hasta conseguir llegar a él. Cuando la figura del opulento mercader apareció doblando la esquina al final de la callejuela, Akame tuvo que contener un suspiro de alivio. Llevaban demasiado tiempo esperando, y hacía frío. De tanto en tanto incluso había tenido que estirar los brazos, flexionar los dedos, para evitar que se le entumeciesen.
Cuando Kojuro Shinzo se aproximó a ellos portando dos maletines, el Uchiha casi pudo saborearlo. El éxito en aquella particular misión. Sin embargo, y cuando el deudor ya estuvo a distancia suficiente como para distinguir claramente el contenido de las maletas, Akame le detuvo con un súbito gesto de su mano derecha mientras en sus ojos aparecía el rojo Sharingan.
—Alto —ordenó—. Ábrelos.
Si en verdad aquellos maletines contenían el dinero que Kojuro Shinzo debía a los Señores del Hierro, la deuda estaría saldada.
Shinzo. Aquel hombre era la razón por la que ellos dos se habían movido hasta Tanzaku, engañando, matando y extorsionando hasta conseguir llegar a él. Cuando la figura del opulento mercader apareció doblando la esquina al final de la callejuela, Akame tuvo que contener un suspiro de alivio. Llevaban demasiado tiempo esperando, y hacía frío. De tanto en tanto incluso había tenido que estirar los brazos, flexionar los dedos, para evitar que se le entumeciesen.
Cuando Kojuro Shinzo se aproximó a ellos portando dos maletines, el Uchiha casi pudo saborearlo. El éxito en aquella particular misión. Sin embargo, y cuando el deudor ya estuvo a distancia suficiente como para distinguir claramente el contenido de las maletas, Akame le detuvo con un súbito gesto de su mano derecha mientras en sus ojos aparecía el rojo Sharingan.
—Alto —ordenó—. Ábrelos.
Si en verdad aquellos maletines contenían el dinero que Kojuro Shinzo debía a los Señores del Hierro, la deuda estaría saldada.