27/04/2018, 11:17
(Última modificación: 27/04/2018, 11:28 por Aotsuki Ayame.)
—En realidad, sí, tengo alguna que otra cosa, sí... —respondió él, con una enigmática carcajada—. Pero me parecía un abuso utilizarla.
—¿"Un abuso"? —repitió ella, alzando una ceja. ¿Acaso la estaba subestimando? Aunque también había despertado cierto sentimiento de curiosidad en ella. ¿Qué podía haber más grande que la técnica del Bakusui Shōha?
Ante su comentario, Daruu fue lo suficientemente prudente de alejarse de la superficie del agua subiéndose a los restos del pilar de hielo derruido de un salto. Y aún así...
—No te falta razón, pero te olvidas del tiempo que llevo siendo uno contigo. Podrías decir que soy uno como el agua —rebatió, y aquel comentario le arrancó una sonrisa—. Siempre podría sorprenderte —añadió, guiñándole un ojo.
—Lo sé. Por eso no pienso bajar la guardia.
Los tambores del clímax del enfrentamiento comenzaban a redoblar. Los dos se encontraban en condiciones muy similares, y ambos se encontraban prácticamente en las últimas. Ayame detuvo sus pasos, aún en pie, meditativa, con los ojos clavados en su oponente.
«Con Byakugan o sin él, las técnicas ilusorias no funcionarán con él.» Admitió para sus adentros, con cierta rabia. Con el entrenamiento de su padre, Daruu se había vuelto realmente diestro identificándolas y disipándolas. «Además tengo que tener cuidado y medir muy bien la energía que gasto. Un nuevo error como el de antes y será el último. Y si utilizo ahora mi velocidad sólo conseguiré agotarme más...» Chasqueó la lengua, irritada, e introdujo la mano en el portaobjetos que llevaba tras la espalda. «Entonces no me queda más remedio que...»
Con un amplio movimiento de su brazo derecho, arrojó algo hacia Daruu. Un pequeño objeto de forma esférica que no tardó en ser alcanzado por un nuevo proyectil, un shuriken que había lanzado Ayame justo después.
La detonación de la Hikaridama liberó un súbito fogonazo de luz que compitió contra las tinieblas del cielo nublado de Amegakure y, durante un instante, lo convirtió en el resplandeciente cielo de Sunagakure. Pero, pasados unos breves instantes, cuando la luz se disipó...
Ayame ya no estaba allí.
—¿"Un abuso"? —repitió ella, alzando una ceja. ¿Acaso la estaba subestimando? Aunque también había despertado cierto sentimiento de curiosidad en ella. ¿Qué podía haber más grande que la técnica del Bakusui Shōha?
Ante su comentario, Daruu fue lo suficientemente prudente de alejarse de la superficie del agua subiéndose a los restos del pilar de hielo derruido de un salto. Y aún así...
—No te falta razón, pero te olvidas del tiempo que llevo siendo uno contigo. Podrías decir que soy uno como el agua —rebatió, y aquel comentario le arrancó una sonrisa—. Siempre podría sorprenderte —añadió, guiñándole un ojo.
—Lo sé. Por eso no pienso bajar la guardia.
Los tambores del clímax del enfrentamiento comenzaban a redoblar. Los dos se encontraban en condiciones muy similares, y ambos se encontraban prácticamente en las últimas. Ayame detuvo sus pasos, aún en pie, meditativa, con los ojos clavados en su oponente.
«Con Byakugan o sin él, las técnicas ilusorias no funcionarán con él.» Admitió para sus adentros, con cierta rabia. Con el entrenamiento de su padre, Daruu se había vuelto realmente diestro identificándolas y disipándolas. «Además tengo que tener cuidado y medir muy bien la energía que gasto. Un nuevo error como el de antes y será el último. Y si utilizo ahora mi velocidad sólo conseguiré agotarme más...» Chasqueó la lengua, irritada, e introdujo la mano en el portaobjetos que llevaba tras la espalda. «Entonces no me queda más remedio que...»
Con un amplio movimiento de su brazo derecho, arrojó algo hacia Daruu. Un pequeño objeto de forma esférica que no tardó en ser alcanzado por un nuevo proyectil, un shuriken que había lanzado Ayame justo después.
La detonación de la Hikaridama liberó un súbito fogonazo de luz que compitió contra las tinieblas del cielo nublado de Amegakure y, durante un instante, lo convirtió en el resplandeciente cielo de Sunagakure. Pero, pasados unos breves instantes, cuando la luz se disipó...
Ayame ya no estaba allí.