27/04/2018, 17:42
Daruu fue arrollado por el brillante delfín que Ayame había invocado y cayó hacia atrás sobre el agua. Ella, entre las gotas de agua que aún perduraban en el ambiente, le vio sumergirse durante unos instantes antes de volver a salir... Ya inmóvil.
—Daruu-kun... —susurró para sí, con un extraño sentimiento en el pecho. Por una parte sentía aquel eufórico cosquilleo de haberse visto vencedora en un combate, pero por otra también estaba terriblemente preocupada por el estado de su pareja o por si se había pasado.
Avanzó un paso hacia él, pero Kōri apareció en apenas un parpadeo junto al muchacho. Se aseguró de su estado, se lo cargó a la espalda... y entonces la miró. Ayame se estremeció ante la intensidad de sus ojos de escarcha, que parecían querer atravesarla de parte a parte, pero se acercó entre pasos lentos a los dos.
—Daruu-kun... ¿Está bien?
Él tardó unos instantes en responder.
—Sí. Sólo está inconsciente —asintió, y para cuando Ayame le iba a preguntar por qué la estaba mirando de aquella manera, apoyó como pudo una de sus manos en su cabeza y revolvió sus cabellos, y la muchacha no pudo contener una sonrisa, ruborizada—. Lo has hecho bien, Ayame. Pero hablaremos en el hospital.
Ella asintió, conforme, y Kōri se adelantó con Daruu a cuestas.
Ya no estaba allí, y había sido sólo durante un instante, pero el Jōnin sabía bien lo que había visto. Allí, débil pero presente, el chakra blanquecino del Gobi recubriendo su cuerpo y nutriéndolo de energía... ¿Había respondido de alguna manera el Bijū a los deseos y a la determinación de la kunoichi? ¿Pero entonces por qué no había intentado tomar su cuerpo como ya lo hizo con anterioridad? ¿Ayame era consciente de aquello?
No podía saberlo. Y eso era lo que de verdad le aterraba.
—Daruu-kun... —susurró para sí, con un extraño sentimiento en el pecho. Por una parte sentía aquel eufórico cosquilleo de haberse visto vencedora en un combate, pero por otra también estaba terriblemente preocupada por el estado de su pareja o por si se había pasado.
Avanzó un paso hacia él, pero Kōri apareció en apenas un parpadeo junto al muchacho. Se aseguró de su estado, se lo cargó a la espalda... y entonces la miró. Ayame se estremeció ante la intensidad de sus ojos de escarcha, que parecían querer atravesarla de parte a parte, pero se acercó entre pasos lentos a los dos.
—Daruu-kun... ¿Está bien?
Él tardó unos instantes en responder.
—Sí. Sólo está inconsciente —asintió, y para cuando Ayame le iba a preguntar por qué la estaba mirando de aquella manera, apoyó como pudo una de sus manos en su cabeza y revolvió sus cabellos, y la muchacha no pudo contener una sonrisa, ruborizada—. Lo has hecho bien, Ayame. Pero hablaremos en el hospital.
Ella asintió, conforme, y Kōri se adelantó con Daruu a cuestas.
Ya no estaba allí, y había sido sólo durante un instante, pero el Jōnin sabía bien lo que había visto. Allí, débil pero presente, el chakra blanquecino del Gobi recubriendo su cuerpo y nutriéndolo de energía... ¿Había respondido de alguna manera el Bijū a los deseos y a la determinación de la kunoichi? ¿Pero entonces por qué no había intentado tomar su cuerpo como ya lo hizo con anterioridad? ¿Ayame era consciente de aquello?
No podía saberlo. Y eso era lo que de verdad le aterraba.