28/04/2018, 15:59
Pero mientras Daruu rebuscaba en el armario sus ropajes, la puerta de la habitación se abrió con cierta brusquedad.
—Vaya, cuanto tiempo, Amedama. Comenzaba a echarte de menos —la inconfundible voz Zetsuo, férrea como el acero de una katana recién afilada, inundó las cuatro paredes. El médico cerró la puerta tras de sí y ladeó ligeramente la cabeza en su dirección. Seguía tan serio como de costumbre, pero había un cierto brillo divertido en sus iris aguamarina—. ¿Dónde cojones crees que vas, chico?
—Vaya, cuanto tiempo, Amedama. Comenzaba a echarte de menos —la inconfundible voz Zetsuo, férrea como el acero de una katana recién afilada, inundó las cuatro paredes. El médico cerró la puerta tras de sí y ladeó ligeramente la cabeza en su dirección. Seguía tan serio como de costumbre, pero había un cierto brillo divertido en sus iris aguamarina—. ¿Dónde cojones crees que vas, chico?