28/04/2018, 16:50
El chico se rio entre dientes.
—Zetsuo, me encuentro perfectamente —respondió, aún desde la ventana—. Perfectamente. Así que, verás, querido sensei de ilusiones.
Daruu se dio la vuelta hacia él y cuando se acercó, entre brincos terriblemente sospechosos, Zetsuo trató de atrapar su mirada con sus ojos. Pero su condenado alumno ya conocía el secreto que escondía, y había adquirido la maldita costumbre de apartarle la mirada siempre que intentaba meterse en su mente.
—Así que, veras, Zetsuo-san, verás. Consideraría muy agradable que me dejaras irme a mi casa a seguir descansando. Te prometo que no pienso entrenar ni hacer nada de eso. Promesita de Darucín.
El médico ladeó la cabeza, frunciendo ligeramente el ceño. Al final, suspiró y le apoyó la mano en el hombro.
—Claro, Daruu-kun. Claro... Algo me dice que no iba a poder retenerte mucho tiempo aquí, en contra de voluntad.
Se apartó de la puerta, dejándole vía libre para salir...
Pero antes de que llegara siquiera a tomar el pomo de la puerta, el genin se vería repentinamente paralizado de los pies a la cabeza. Como pequeñas hormigas dispuestas en formación, una serie de complejos ideogramas de sellado se reunían alrededor de su mano, lo único que alcanzaba a ver desde su posición, y le subían a través del brazo y de todo su cuerpo. Y tras él, Zetsuo sonreía.
—Pero antes me vas a decir qué está rondando tu cabeza, Amedama. Porque no me puedo creer que sea no estés tramando nada.
—Zetsuo, me encuentro perfectamente —respondió, aún desde la ventana—. Perfectamente. Así que, verás, querido sensei de ilusiones.
Daruu se dio la vuelta hacia él y cuando se acercó, entre brincos terriblemente sospechosos, Zetsuo trató de atrapar su mirada con sus ojos. Pero su condenado alumno ya conocía el secreto que escondía, y había adquirido la maldita costumbre de apartarle la mirada siempre que intentaba meterse en su mente.
—Así que, veras, Zetsuo-san, verás. Consideraría muy agradable que me dejaras irme a mi casa a seguir descansando. Te prometo que no pienso entrenar ni hacer nada de eso. Promesita de Darucín.
El médico ladeó la cabeza, frunciendo ligeramente el ceño. Al final, suspiró y le apoyó la mano en el hombro.
—Claro, Daruu-kun. Claro... Algo me dice que no iba a poder retenerte mucho tiempo aquí, en contra de voluntad.
Se apartó de la puerta, dejándole vía libre para salir...
Pero antes de que llegara siquiera a tomar el pomo de la puerta, el genin se vería repentinamente paralizado de los pies a la cabeza. Como pequeñas hormigas dispuestas en formación, una serie de complejos ideogramas de sellado se reunían alrededor de su mano, lo único que alcanzaba a ver desde su posición, y le subían a través del brazo y de todo su cuerpo. Y tras él, Zetsuo sonreía.
—Pero antes me vas a decir qué está rondando tu cabeza, Amedama. Porque no me puedo creer que sea no estés tramando nada.