29/04/2018, 23:53
—Ay, por Amenokami, qué insistente puedes ser a veces con cualquier tontería —se quejó Daruu en voz alta, pero el médico ni se inmutó—. Zetsuo...
—"-san" —le corrigió entre dientes, con un irritado siseo.
—...algún día tú y yo estaremos sentados frente a frente en la mesa de una cena de fin de año, nos miraremos a los ojos, me leerás la mente y los dos nos reiremos de lo estúpido que fue ese momento —continuó el muchacho, captando la atención de Zetsuo, que alzó una ceja con cierta curiosidad—, cuando me ataste con un fuuinjutsu para que yo confesase que tenía una reserva en un buen restaurante para invitar a cenar a Ayame.
Daruu concluyó con un prolongado suspiro, pero Zetsuo había entrecerrado ligeramente sus ojos de color turquesa, con los músculos en tensión.
—¿Ya está? ¿Ya estás conforme? Por favor, déjame marchar. O nos quitarán la mesa. No me gustaría.
—Pues, si te soy sincero, Amedama, ahora sólo me dan más ganas de dejarte encerrado en la habitación del hospital. Atado con correas a la cama. E inmovilizado. Sólo por asegurar —replicó, tajante. Sin embargo, las ataduras se deshicieron tan súbitamente como habían aparecido, y Daruu fue capaz de moverse libremente de nuevo—. Ve, anda. Y nada de esfuerzos innecesarios.
»Y no dejes que Ayame haga ninguna estupidez de nuevo. Esa niña...
—"-san" —le corrigió entre dientes, con un irritado siseo.
—...algún día tú y yo estaremos sentados frente a frente en la mesa de una cena de fin de año, nos miraremos a los ojos, me leerás la mente y los dos nos reiremos de lo estúpido que fue ese momento —continuó el muchacho, captando la atención de Zetsuo, que alzó una ceja con cierta curiosidad—, cuando me ataste con un fuuinjutsu para que yo confesase que tenía una reserva en un buen restaurante para invitar a cenar a Ayame.
Daruu concluyó con un prolongado suspiro, pero Zetsuo había entrecerrado ligeramente sus ojos de color turquesa, con los músculos en tensión.
—¿Ya está? ¿Ya estás conforme? Por favor, déjame marchar. O nos quitarán la mesa. No me gustaría.
—Pues, si te soy sincero, Amedama, ahora sólo me dan más ganas de dejarte encerrado en la habitación del hospital. Atado con correas a la cama. E inmovilizado. Sólo por asegurar —replicó, tajante. Sin embargo, las ataduras se deshicieron tan súbitamente como habían aparecido, y Daruu fue capaz de moverse libremente de nuevo—. Ve, anda. Y nada de esfuerzos innecesarios.
»Y no dejes que Ayame haga ninguna estupidez de nuevo. Esa niña...