30/04/2018, 12:51
(Última modificación: 30/04/2018, 12:52 por Amedama Daruu.)
Kiroe agarró la mano de Ayame y se levantó, dolorida.
—Ay, ay, ay...
—¡Ay, Kiroe-san! —exclamó Ayame—. ¡Te he dicho miles de veces que no lo intentes sin que esté yo para ayudarte!
—¡Ay, jo, Ayame-chan! —se quejó Kiroe, de forma infantil, y se ayudó de Ayame para caminar hasta la cama, donde tomó asiento—. Es que... no puedo esperar para mejorar hasta poder valerme por mí misma. Pronto estaré de nuevo en mi pastelería, ya verás —aseguró—. ¿Oye, oye, de qué habéis hablado? ¡Quiero saberlo, jijiji! —La mujer acercó el rostro al de Ayame, y aprovechando que tenía una de sus manos agarrada, tomó la otra y las juntó, agitándolas con entusiasmo.
—Ay, ay, ay...
—¡Ay, Kiroe-san! —exclamó Ayame—. ¡Te he dicho miles de veces que no lo intentes sin que esté yo para ayudarte!
—¡Ay, jo, Ayame-chan! —se quejó Kiroe, de forma infantil, y se ayudó de Ayame para caminar hasta la cama, donde tomó asiento—. Es que... no puedo esperar para mejorar hasta poder valerme por mí misma. Pronto estaré de nuevo en mi pastelería, ya verás —aseguró—. ¿Oye, oye, de qué habéis hablado? ¡Quiero saberlo, jijiji! —La mujer acercó el rostro al de Ayame, y aprovechando que tenía una de sus manos agarrada, tomó la otra y las juntó, agitándolas con entusiasmo.