5/05/2018, 19:03
Shinzo paseó, erudito, sobre lo plasmado en aquellos pergaminos. Acarició las hojas con delicadeza mientras las abría en pleno, y vislumbraba las rudimentarias aunque interesantes creaciones de Uchiha Datsue. Una por una, en silencio, fustigó los planos con creatividad y repasó las mil y un maneras de poder él llevar a cabo la creación de aquellas armas, que a cada cual, todas tenían su particularidad especial. Llevar el Intrépido en el ellas casi que era redundante dada la singularidad de aquellas creaciones.
El Herrero sonrió, gratamente sorprendido. Más por una que por otras, pero Datsue pudo ver con complacencia en su gesto que, desde luego, aquello era posible.
—Dependerá de algunos factores, aunque en principio no veo impedimento alguno. Son factibles de fabricar. Lo que no está asegurado es la bienvenida con la que el consumidor reciba los diseños, entenderás que en algunos casos requerirá de cierta destreza para entender su funcionamiento. Pero a priori, mi buen Datsue, estamos en el camino correcto.
»Bienvenido al negocio de las armas y al Estandarte del Hierro.
El Herrero sonrió, gratamente sorprendido. Más por una que por otras, pero Datsue pudo ver con complacencia en su gesto que, desde luego, aquello era posible.
—Dependerá de algunos factores, aunque en principio no veo impedimento alguno. Son factibles de fabricar. Lo que no está asegurado es la bienvenida con la que el consumidor reciba los diseños, entenderás que en algunos casos requerirá de cierta destreza para entender su funcionamiento. Pero a priori, mi buen Datsue, estamos en el camino correcto.
»Bienvenido al negocio de las armas y al Estandarte del Hierro.