15/05/2018, 18:21
El sonido de una voz muy conocida a sus espaldas le sobresaltó. Su corazón le dio tal brinco que creyó que le daba un infarto allí mismo.
—Joder, ¡no me des esos sustos! —exclamó irritado. Se restregó un ojo con el antebrazo, mientras enfocaba la mirada en aquel bastardo. Se aclaró la garganta—. Pues sí, hace mucho tiempo que no nos vemos, sí —respondió, ya más tranquilo.
Y el cabrón no había cambiado ni un pelo. Quizá, ganado unos centímetros. Pero seguía siendo —aunque le doliese reconocerlo— el mismo guaperas de siempre. Datsue, por otro lado, había envejecido mal. El Ichibi y sus recientes problemas no hacían sino acentuar todavía más sus ya permanentes ojeras. También había crecido un par de centímetros, y se había realizado un tatuaje nuevo —el del barco en la muñeca—.
No obstante, ya no llevaba su habitual chaleco. Hanabi no se lo había quitado al pedirle la placa, pero no hacía falta ser muy listos para saber que ya no tenía derecho a portarlo. Guardado en el armario de su casa, Datsue llevaba ahora una simple camiseta de tiras, negra y con el dibujo de un zorro. Bajo la cintura, un pantalón azul claro que le llegaba hasta las pantorrillas.
—¿Mi vida? —resopló—. Mi vida desde que no nos vemos daba para uno docena de números más del Corazón Uzureño, como poco. ¿Y la tuya?
—Joder, ¡no me des esos sustos! —exclamó irritado. Se restregó un ojo con el antebrazo, mientras enfocaba la mirada en aquel bastardo. Se aclaró la garganta—. Pues sí, hace mucho tiempo que no nos vemos, sí —respondió, ya más tranquilo.
Y el cabrón no había cambiado ni un pelo. Quizá, ganado unos centímetros. Pero seguía siendo —aunque le doliese reconocerlo— el mismo guaperas de siempre. Datsue, por otro lado, había envejecido mal. El Ichibi y sus recientes problemas no hacían sino acentuar todavía más sus ya permanentes ojeras. También había crecido un par de centímetros, y se había realizado un tatuaje nuevo —el del barco en la muñeca—.
No obstante, ya no llevaba su habitual chaleco. Hanabi no se lo había quitado al pedirle la placa, pero no hacía falta ser muy listos para saber que ya no tenía derecho a portarlo. Guardado en el armario de su casa, Datsue llevaba ahora una simple camiseta de tiras, negra y con el dibujo de un zorro. Bajo la cintura, un pantalón azul claro que le llegaba hasta las pantorrillas.
—¿Mi vida? —resopló—. Mi vida desde que no nos vemos daba para uno docena de números más del Corazón Uzureño, como poco. ¿Y la tuya?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado