2/09/2015, 00:55
(Última modificación: 2/09/2015, 01:09 por Umikiba Kaido.)
Una semana había pasado desde el acto de graduación a la cual el tiburón había acudido inesperadamente, en el cual logró completar el objetivo más inmediato que era convertirse en genin de la gran aldea de la lluvia. Kaido aún podía sentir de cerca las distintas reacciones de la muchedumbre, quienes incapaces de comprender lo que veían, murmuraban cualquier cantidad de teorías y sandeces sobre quién o qué podía ser él. Por suerte, el Gyojin había sido preparado para ignorar cualquier reacción que su apariencia pudiera causar hasta el punto en el que aprendió a disfrutar de ello. Y ahora que era parcialmente libre de las atadura que significaba el encierro en las instalaciones ocultas, podría presenciar más seguido lo que causaba ese temor latente que sentían las personas hacia lo desconocido.
De cualquier forma, no era el único de los placeres que podría disfrutar. Ahora vivía en una modesta residencia junto a un miembro cercano al reducto de su clan al cual pertenecía y tenía la posibilidad de andar por donde quisiera, siempre teniendo en cuenta los motivos que le había llevado hasta allí. Pero no iba a lograrlos de la noche a la mañana, por lo que logró tomarse las libertades suficientes como para hacer de las suyas un rato. Los primeros días se resolvió como si fuese un turista. Visitó cuanto lugares pudo dentro de Amegakure, acudió a distintos sitios para comer un bocadillo y aterró a unas cuantas personas, para variar.
Fue por allí de esquina en esquina, regalando su indeseada sonrisa a los ciudadanos para que lograsen acostumbrarse a ella. Después de todo, le verían durante mucho tiempo. No había de otra, ¿o sí?...
Su corta travesía le llevó finalmente a una zona que terminaría siendo una de sus preferidas. A saber si se trataba de algo referente a su similitud con un animal marino, pero el gran Lago de Amegakure le otorgaba buenas sensaciones. Frente a la gran masa de agua que protegía a la aldea de los intrusos podía dejar de maquinar un rato y presenciar la tranquilidad con la que descansaba el oscuro caudal de agua. Así que tomó asiento en una de las plataformas cercanas a la orilla y continuó comiendo un par de galletas que había guardado para luego, todo mientras observaba la no tan lejana frontera que dividía a Amegakure con un exterior inmenso y desconocido el cual querría conocer tan pronto como pudiese.
Todo en cuanto el mundo estuviese preparado para temer al gran tiburón.
De cualquier forma, no era el único de los placeres que podría disfrutar. Ahora vivía en una modesta residencia junto a un miembro cercano al reducto de su clan al cual pertenecía y tenía la posibilidad de andar por donde quisiera, siempre teniendo en cuenta los motivos que le había llevado hasta allí. Pero no iba a lograrlos de la noche a la mañana, por lo que logró tomarse las libertades suficientes como para hacer de las suyas un rato. Los primeros días se resolvió como si fuese un turista. Visitó cuanto lugares pudo dentro de Amegakure, acudió a distintos sitios para comer un bocadillo y aterró a unas cuantas personas, para variar.
Fue por allí de esquina en esquina, regalando su indeseada sonrisa a los ciudadanos para que lograsen acostumbrarse a ella. Después de todo, le verían durante mucho tiempo. No había de otra, ¿o sí?...
Su corta travesía le llevó finalmente a una zona que terminaría siendo una de sus preferidas. A saber si se trataba de algo referente a su similitud con un animal marino, pero el gran Lago de Amegakure le otorgaba buenas sensaciones. Frente a la gran masa de agua que protegía a la aldea de los intrusos podía dejar de maquinar un rato y presenciar la tranquilidad con la que descansaba el oscuro caudal de agua. Así que tomó asiento en una de las plataformas cercanas a la orilla y continuó comiendo un par de galletas que había guardado para luego, todo mientras observaba la no tan lejana frontera que dividía a Amegakure con un exterior inmenso y desconocido el cual querría conocer tan pronto como pudiese.
Todo en cuanto el mundo estuviese preparado para temer al gran tiburón.