22/05/2018, 00:38
Y la situación volvía a empeorar por momentos. Los colaboradores del abuelo comenzaban a pensar en atentar contra la vida del que debían proteger. El tipo del bar alzó la voz inquiriendo que se largasen a pelear fuera. Akane se había terminado su plato y comenzaba a mirar el de Etsu. Todo se complicaba, y mucho...
«¿¡Me cago en la puta!?» —¿¡Pero qué leches os pasa a todos!? —terminó por alzar la voz el rastas —¿¡yo solo quiero comer en paz, joder!?
»¿¡Tan difícil es!?
—Te burlas de nuestro trabajo y esperas que te respete tu hora de comer, ¿mocoso?
El hombre terminó por hincar el metal en el suelo, en señal de amenaza. Ésta atravesó el mismo sin dificultad alguna, casi como si la hincase en mera mantequilla. No cabía duda de que o bien el metal estaba bien afilado, o que el tipo tenía fuerza... o ambas cosas.
La mano de Akane se deslizó de manera disimulada hacia el plato de Etsu, y éste lo miró de reojo con mucho rencor. MUCHO.
—Eh tu, camarero. Mas te vale no meterte donde no te llaman —el de la lanza no titubeó en amenazar al que defendía su negocio.
—Sal fuera, mocoso —inquirió de nuevo el tipo de la katana.
Etsu suspiró de nuevo. Sin duda alguna, no les faltaba dedicación —dejadme terminar de comer, y luego os pateo el culo. Por favor.
El tipo no dudó un solo instante. Adelantó un paso, lo justo para tener a su alcance a Etsu, y agarró con fuerza el hombro del chico. Un gesto rudo, y que sin duda realizó en pos de que éste lo tomase en serio. Sin embargo, su gesto no tardaría en cambiar. Casi tan brusco como el tipo de la katana había tomado el hombro del joven, el Inuzuka clavó con fiereza los palillos de madera en el dorso de la mano que lo sujetaba. Fue en apenas un segundo, y la sangre brotó como si esas milésimas de segundo hubiesen sido siglos. El silencio hizo de las suya, y no fue hasta pasado un par de segundos que el tipo no se dio cuenta de lo que realmente pasaba. La piel se le erizó, y la voz parecía no salir. Sus orbes se afianzaron en la herida, en los palillos ahí hincados, y en toda la sangre que germinaba aquella acción.
—¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHH!!
Al fin, la voz le llegó a salir al tipo. El hombre no pudo si no reflejar su dolor en un gemido que salía desde lo mas profundo de su ser. Soltó la katana como acto reflejo, y terminó afianzando la mano dañada con la mano libre. El hombre se retorcía de dolor, aún con los palillos de madera hincados en el dorso de la diestra.
El tipo de la lanza quedó blanco, más que un albino. Seguramente esa fue la reacción de la mayoría de los allí presentes. Entre tanto, Akane intentaba tomar posesión del plato de Etsu, en lo que éste se giraba sobre la silla y buscaba con la mirada al tipo de la katana.
—No soy una persona violenta... pero no sé negarme a un desafío. Por favor, iros. Lo estoy diciendo por las buenas... no quiero pelear con vosotros.
Así, como si nada.
«¿¡Me cago en la puta!?» —¿¡Pero qué leches os pasa a todos!? —terminó por alzar la voz el rastas —¿¡yo solo quiero comer en paz, joder!?
»¿¡Tan difícil es!?
—Te burlas de nuestro trabajo y esperas que te respete tu hora de comer, ¿mocoso?
El hombre terminó por hincar el metal en el suelo, en señal de amenaza. Ésta atravesó el mismo sin dificultad alguna, casi como si la hincase en mera mantequilla. No cabía duda de que o bien el metal estaba bien afilado, o que el tipo tenía fuerza... o ambas cosas.
La mano de Akane se deslizó de manera disimulada hacia el plato de Etsu, y éste lo miró de reojo con mucho rencor. MUCHO.
—Eh tu, camarero. Mas te vale no meterte donde no te llaman —el de la lanza no titubeó en amenazar al que defendía su negocio.
—Sal fuera, mocoso —inquirió de nuevo el tipo de la katana.
Etsu suspiró de nuevo. Sin duda alguna, no les faltaba dedicación —dejadme terminar de comer, y luego os pateo el culo. Por favor.
El tipo no dudó un solo instante. Adelantó un paso, lo justo para tener a su alcance a Etsu, y agarró con fuerza el hombro del chico. Un gesto rudo, y que sin duda realizó en pos de que éste lo tomase en serio. Sin embargo, su gesto no tardaría en cambiar. Casi tan brusco como el tipo de la katana había tomado el hombro del joven, el Inuzuka clavó con fiereza los palillos de madera en el dorso de la mano que lo sujetaba. Fue en apenas un segundo, y la sangre brotó como si esas milésimas de segundo hubiesen sido siglos. El silencio hizo de las suya, y no fue hasta pasado un par de segundos que el tipo no se dio cuenta de lo que realmente pasaba. La piel se le erizó, y la voz parecía no salir. Sus orbes se afianzaron en la herida, en los palillos ahí hincados, y en toda la sangre que germinaba aquella acción.
—¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHH!!
Al fin, la voz le llegó a salir al tipo. El hombre no pudo si no reflejar su dolor en un gemido que salía desde lo mas profundo de su ser. Soltó la katana como acto reflejo, y terminó afianzando la mano dañada con la mano libre. El hombre se retorcía de dolor, aún con los palillos de madera hincados en el dorso de la diestra.
El tipo de la lanza quedó blanco, más que un albino. Seguramente esa fue la reacción de la mayoría de los allí presentes. Entre tanto, Akane intentaba tomar posesión del plato de Etsu, en lo que éste se giraba sobre la silla y buscaba con la mirada al tipo de la katana.
—No soy una persona violenta... pero no sé negarme a un desafío. Por favor, iros. Lo estoy diciendo por las buenas... no quiero pelear con vosotros.
Así, como si nada.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~